Lucas tenía que levantarse para ir a trabajar. Recordaba que entraba unas horas más tarde porque Juan era el mejor jefe del mundo, pero la hora de irse debía estar cerca. Lucas era muy consciente de eso por la luz del sol que sentía a través de sus párpados cerrados y que entraba por la persiana que había olvidado bajar la noche anterior. Sin embargo, abrir los ojos le estaba costando demasiado, no por el cansancio o porque se hubiera acostado tarde la noche anterior, sino por lo cómodo que estaba en su cama, con su nueva almohada que le abrazaba todo el cuerpo y...
Un momento.
No tenía ninguna almohada nueva, mucho menos una de cuerpo entero. Entonces, ¿qué...? Los recuerdos de la ajetreada noche anterior empezaron a invadir su mente uno a uno, desde sus amigos comportándose casi como pareja hasta la pelea con su madre, pasando por la comida que su padre había arruinado para él. Pero la explicación de su actual sensación de seguridad y calidez llegó llenándolo de vergüenza, cuando recordó cómo le había casi rogado de forma patética a Ignacio que se quedara con él, y cómo Ignacio había accedido y lo había abrazado hasta que se durmió.
Lentamente y muy a su pesar abrió los ojos, sintiendo el latido de su corazón nervioso retumbando en sus oídos. Lo primero que vio fue la mano de Ignacio, asomándose por debajo de su almohada, y Lucas se dio cuenta que había dormido encima de él y probablemente estaba acalambrado después de tantas horas. Ese simple pensamiento hizo que se incorporara de golpe, deseoso por dejar de ser una molestia para el pobre amigo que había convencido de ser su novio falso.
—Te despertaste —dijo la profunda voz de Ignacio a sus espaldas, muy cerca, como si se hubiera sentado con él. Y por los ruidos de la cama chirriando, lo había hecho y ahora estaba hablando al lado de su oído. —¿Dormiste bien?
—Muy bien —admitió. Luego, se dio vuelta y lo encaró, tangencialmente consciente del desorden que debía ser su pelo y del espantoso aliento matutino que solía tener. —Perdón. Esto fue sumamente inapropiado.
—"Sumamente inapropiado" —lo imitó. —Es muy tierno cuando hablás con el vocabulario de alguien salido de un libro.
—De adolescente era peor —admitió. —Estaba todo el día leyendo libros traducidos en neutro, era como los nenes que dicen "cometa" en lugar de "barrilete" por los dibujitos.
Ignacio levantó una mano y acomodó un mechón de pelo que estaba en su frente detrás de su oreja, rozando levemente su piel. Lucas se inclinó contra ese delicado toque, hasta que se encontró frente a frente con Ignacio, muy cerca. Su corazón latía desbocado, y su mirada se desvío de los hermosos ojos oscuros de Ignacio a sus labios. Se veían suaves y carnosos, entreabiertos mientras su dueño respiraba suavemente por la boca, y por primera vez en su vida Lucas sintió la necesidad casi apremiante de inclinarse y besar a alguien. Y era tan nuevo, tan aterrador, que no estaba seguro de qué significaba nada de eso, solo sabía que su corazón latía como si quisiera escaparse de su pecho, y su estómago se revolvía por algo que no era hambre ni indigestión. Y Lucas tuvo miedo.
Se bajó de la cama con torpeza y tambaleando al ponerse de pie como un bebé que recién empezaba a caminar.
—Me tengo que preparar para el trabajo —se excusó, encerrándose en el baño a procesar lo que acababa de pasar.
Ya no podía negarlo más. Anoche había empezado a volverse consciente, pero ahora tendría que ser estúpido para seguir ignorándolo. Por primera vez en su vida, se sentía atraído hacia alguien en todo aspecto. Por primera vez quería pasar tiempo con alguien de forma no amistosa. Por primera vez se sentía cálido y seguro en los brazos de alguien lo suficiente como para bajar la guardia y dejar que lo llevara dónde quisiera. Por primera vez sentía una confianza absoluta. Por primera vez se sentía atraído hacia alguien en todo sentido de la palabra y le hubiera gustado hacer mucho más que dormir en la cama. Por primera vez quería besar a alguien, y quería ser besado de vuelta. Por primera vez, se había enamorado.
Cuando finalmente logró tranquilizarse y salir del baño, Ignacio ya estaba vestido con el pantalón, los zapatos y la camisa de la noche anterior, el saco doblado sobre un brazo, listo para salir.
—¿Me abrís? —pidió.
—¿Tenés que ir a trabajar?
—Es domingo. —Eso era un no.
—Si esperás a que me cambie, vamos juntos —sugirió Lucas.
—Iba a volver en bondi. Vos vas en bici —indicó Ignacio.
—Puedo ir en colectivo un día —Lucas no estaba listo para admitir sus sentimientos recién descubiertos en voz alta, pero tampoco estaba listo para dejarlo ir.
Sin embargo, Ignacio negó con la cabeza.
—No te preocupes por mí. Tengo que pasar por otro lado antes. Iba a ir a la tarde, pero ya que estoy afuera lo hago ahora —dijo Ignacio rápidamente, y de alguna manera Lucas supo que era una mentira, que solo estaba inventando una excusa y que lo que quería era irse. Solo.
—¿Venís a merendar más tarde al café?
—¿Qué toca hoy? —Lucas lo miró con incredulidad, ¿de verdad había olvidado su pequeña tradición?
—Submarino y facturas.
—Tenés razón. No sé si voy a poder. Va a depender de... No importa.
—Está bien. Ahí te abro —sonrió tensamente y fue con la llave hasta la puerta de su departamento. —Tocame el timbre interno cuando estés abajo así te abro desde acá.
Ignacio asintió y comenzó a caminar fuera, sin siquiera mirarlo.
—Pará —pidió impulsivamente Lucas. —¿Estamos bien?
—Por supuesto que estamos bien, Lu —dijo Ignacio con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, y luego se dio la vuelta y se metió en el ascensor.
Cuando Lucas llegó al trabajo un rato después, ya era mediodía y había pocos clientes, por lo que Quimey y Juan estaban sentados detrás del mostrador charlando mientras Julia limpiaba tranquilamente las mesas de afuera.
—¡Lucas! —exclamó Quimey apenas lo vio. —¿Cómo fue todo?
Como respuesta, Lucas negó con la cabeza, suspirando dramáticamente.
—Me dijo Carlos que le dijo Kevin que Ignacio no volvió a su casa anoche —comentó Juan con una sonrisa de sabelotodo.
—No pasó nada —masculló Lucas, y se escapó al cuarto de personal a cambiarse.
—Algo pasó —afirmó Quimey.
—Segurísimo —Juan le dio la razón, pensando que ya era hora de tener una pequeña charla con su vecino esa noche.
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Desayuno para dos
RomancePadres controladores. Un ex malvado. Un mecánico muy atento. Y una relación amorosa falsa. A veces, la vida de Lucas parece una telenovela mal guionada. Lucas salió con Julián durante un total de dos (¡¡dos!!) semanas, pero tanto Julián como los pad...