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El sol de la mañana pegaba en la mesa del jardin cubierta con un mantel blanco bordado, estaba repleta de platos con croissants recién horneados, jarras de jugo de naranja y tazones de frutas frescas.

Era un día perfecto para reunirse en familia, y todos los presentes parecían disfrutar del momento, con risas y charlas animadas llenando el ambiente.

Nayeon y Sana, sentadas al extremo de la mesa, compartían una bandeja de panecillos mientras planeaban su partida por la tarde debido a compromisos laborales. Zac y Yeji, por otro lado, habían decidido extender su estadía en Estados Unidos por cuatro días más, ansiosos por explorar la ciudad y disfrutar de un merecido descanso. Los padres de Jennie y Lisa, cómodamente instalados bajo la sombra de un parasol, intercambiaban miradas de complicidad mientras observaban a la pequeña Maddie corretear por el césped con su oso de peluche favorito.

La calma del desayuno se rompió cuando, entre risas y recuerdos de la fiesta de disfraces de la noche anterior, alguien notó un detalle inesperado. La nana que jugaba con  la  niña  alegremente en el jardín, recogiendo flores y persiguiendo mariposas, era ¡Sophie! Los padres de Jennie y Lisa, con los ojos abiertos de par en par, exclamaron al unísono

—¿¡Se robaron a Sophie!?

Jennie, con una sonrisa traviesa, levantó las manos en señal de rendición.

—¡Es mi culpa! Yo me la traje —admitió, —. Pero mírenla, ¿verdad que está más feliz aquí, Sophie?

—¡Muy feliz! —respondió Sophie con una risita, entregándole sus cubiertos a Maddie, quien la imitaba con entusiasmo infantil.

Los abuelos no podían creer lo que veían.

—¡Ponte tu servilleta, mi amor, así! —le decía Lisa a Maddie, quien, sentada en su silla alta, observaba con atención cada movimiento de su madre. La pequeña, con sus grandes ojos brillando de curiosidad, imitaba a Lisa al colocar la servilleta sobre su regazo, ganándose sonrisas de todos los presentes.

Jisoo, colocando una mano en el vientre de su esposa suspiro diciendo—Qué adorable. Espero que mis bebés sean así de obedientes.

Rosé, que untaba mermelada en un panecillo, soltó una risita.

—No lo creo, cariño. Tus bebés vienen en paquete de dos, y son niños. Lo más probable es que encuentres la casa patas arriba, pero ¿sabes qué? ¡Tú serás quien les dé de comer y atiendas todo lo que necesiten!

—¿Qué? ¿No me ayudará Sophie? ¿O una nana? —preguntó Jisoo, fingiendo indignación mientras todos reían.

—No, amor, ¡tú sola! —respondió Rosé, guiñándole un ojo—. Pero cuando vea que puedes con ellos, yo misma te conseguiré una nana.

—¡Pues ya qué! —Jisoo cruzó de brazos.

—Tengo que decir que agradezco a Jisoo, porque mi hermana juraba que nunca tendría hijos, ¡y ahora voy a ser tío!-—dijo Zac.

Jisoo, con un brillo juguetón en los ojos, se inclinó hacia él.

—¡Zac! Eso significa que darás doble mesada, ¿verdad? —dijo, imitando al jorobado de Notre Dame con una mueca exagerada que hizo reír a todos.

Zac, sin inmutarse, señaló con dos dedos de su mano desde sus ojos hacia los de Jisoo, como diciendo “te estoy vigilando”. La mesa estalló en carcajadas.

La madre de Lisa y Jennie, con una sonrisa cálida, cambió el tema.

—Entonces, ¿ya tienen todo listo para el baby shower? —preguntó, mirando a Rosé.

—¡Sí, señora Manobal! Es dentro de 20 días, y están todos invitados —respondió Rosé con entusiasmo, ajustándose las gafas de sol que llevaba sobre la cabeza—. Nos encantará volver a reunirnos aquí con tus padres.

Rosé se dio un golpecito en la frente, como si acabara de recordar algo importante. El padre de Lisa, que siempre parecía leerle la mente, soltó una carcajada.

—¿Qué, Rosé? ¿Tus padres no te han dicho que ya saben lo de Lisa y Jennie?

—¿¡Qué!? ¿Lo saben? ¿Pero cómo? —Rosé se quedó boquiabierta, mientras todos reían ante su reacción.

La conversación tomó un tono más ligero y nostálgico. Zac y Yeji compartieron historias de sus viajes por el mundo, desde escalar montañas en Nueva Zelanda hasta perderse en los mercados de Marruecos. Jennie y Jisoo, por su parte, hablaron de sus recientes campañas de modelaje. Jisoo, con un brillo de orgullo, sacó su teléfono y mostró fotos de Maddie posando para una revista de bebés.

—Esto fue idea mía —admitió Jisoo, con una sonrisa traviesa—. Quería ver a mi sobrina en una portada, así que convencí a Jennie para llevarla a París.

Lisa frunció el ceño, recordando el momento.

—Estaba furiosa cuando llegué a casa y descubrí que Jennie se había llevado a Maddie sin decirme nada —dijo, cruzándose de brazos—. Pero cuando vi las fotos… Bueno, digamos que Maddie heredó el 70% de los genes de Jennie. ¡Esa niña posa como profesional!

Todos rieron, y Rosé aprovechó para alabar a Lisa.

—Tengo que decir que Lisa es increíblemente inteligente. Aprendió los negocios tan rápido que nuestro primer año fue un éxito rotundo. ¡Gracias a ella, la empresa creció como nunca!

Los abuelos, sentados cerca, observaban a Maddie con adoración mientras la niña jugaba en el césped, persiguiendo mariposas y abrazando su oso de peluche. El padre de Lisa, con un suspiro, se dejó caer en una de las sillas de mimbre, agotado.

—Creo que ya estoy viejo —dijo, riendo—. Tengo que advertirle al señor Park lo que le espera como abuelo, ¡y más si son dos nietos!

Jennie, que hasta ese momento había estado callada, dejó caer una bomba inesperada. —El señor Park no será el único con dos nietos —dijo, con una sonrisa tímida.

Todas las cabezas se giraron hacia ella.

—¿Qué dices? —preguntó Jisoo, con los ojos muy abiertos.

Jennie, nerviosa, asintió lentamente.

Lisa, con la boca abierta, apenas alcanzó a balbucear—¿Jennie, tú… estás…?

Jennie asintió de nuevo, y un estallido de aplausos y felicitaciones llenó el jardín. Pero antes de que pudiera responder, Lisa, abrumada por la emoción, se desmayó dramáticamente sobre el césped.

—¡Este mapache aplastado no aguanta las emociones fuertes! —se burló Jisoo, mientras todos reían.

Maddie, con sus manitas en las mejillas de Lisa, exclamó—¡Maa! ¡Pallate!

—Déjala, mi amor, tu mami es una cobarde —bromeó Jennie, mientras los adultos seguían riendo.

—¡Cobaye! —repitió Maddie, soltando una risita que hizo que todos estallaran en carcajadas.

El sol seguía brillando, el jardín  lleno de la alegría de la familia y, ahora, un nuevo miembro en camino.

El sol seguía brillando, el jardín  lleno de la alegría de la familia y, ahora, un nuevo miembro en camino

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