Parte 35

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Dejando a los hobbits por el momento, Draco decidió simplemente buscar un lugar para sentarse en el jardín y no hablar, esa idea le parecía una maravillosa. Y Quizás podría conseguir un poco de té.

Mientras caminaba descubrió a Éowyn en los jardines de la terraza, pero se detuvo al ver que no estaba sola. Un hombre guapo estaba hablando con ella. Su rostro era amable y su sonrisa cálida mientras miraba a la reservada Doncella Escudo. Estaba casi de espaldas a ella, por lo que no podía ver bien su rostro.

Lo que sí notó fue que él no parecía desanimado por la frialdad de la mujer Rohirric. Draco se quedó atrás observándolos por un momento. Algo en el hombre le parecía vagamente familiar y se preguntó si lo había conocido antes. Quizás lo había hecho y el recuerdo aún no había aflorado. Draco apretó los labios pensando.

Incapaz de encontrar una identidad, los dejó discretamente. Se dio la vuelta y recorrió la casa hasta llegar a los jardines principales. Avanzando por un camino, inhaló. El aire era fresco a pesar de que el sol calentaba su rostro. Al abrir los ojos, admiró las flores en ciernes. Los jardines estaban bien cuidados. Le recordaron a los jardines de su casa. Eran pacíficos. Era un lugar donde la destrucción y la miseria de la batalla parecían inexistentes.

Sus pensamientos volvieron a su discusión con los hobbits. La guerra no ha terminado. Tenía que ser así, pensó sombríamente. Ya había visto suficiente guerra. Ese pensamiento lo sorprendió. ¿Tengo entonces un cambio de opinión? Era extraño pensar que después de todas sus protestas y las acciones precipitadas de los días anteriores ya no creía en el trabajo que estaba realizando. De hecho, fue preocupante.

"No, no puede ser eso. Sólo estoy cansado." razonó en voz alta. Aunque la idea de volver a ver la batalla hizo que se le retorcieran los intestinos. Pero más poderosa era la necesidad de estar con sus compañeros, o principalmente con...

No entendía este anhelo omnipresente. Era como si quisiera estar con el elfo a cada momento. No tenía sentido. Tiene que ser su cerebro. Todavía estaba revuelto. Aunque medio se preguntó si era algo más.

Dejando de lado sus preocupaciones como nada más que el ansia de noticias e información, reflexionó sobre su misión. Él lucharía, no faltaría a su misión.

Pero por ahora ya estaba harto de pelear. Desde su llegada no había sido más que entrenamiento, carrera, lucha, batallas y supervivencia. Y ya estaba cansado.

Surgió una nueva pregunta. ¿Qué haría una vez que terminara la guerra y no pudiera regresar? La idea de que tal vez no sobreviviría no pasó por su mente. Dio por sentada la idea de que seguiría viviendo. Después de todo, ya había sobrevivido a su crisol en su mundo. Y a pesar de todo lo que había hecho y visto, a veces todavía se sentía periférico. Como un niño que mira a escondidas por una ventana, se sintió alejado, o al menos así se sentía ahora. Draco sacudió la cabeza ante su pensamiento confuso. Su cerebro daba vueltas en círculos... y aparentemente él también.

Al mirar hacia arriba vio un camino que conducía a través de un seto a un área circular con una fuente en el centro. El agua gorgoteaba dulcemente sobre el cuenco de mármol y caía en un estanque. En él se bañaban algunos gorriones. Al verlo emprendieron el vuelo. Relajado, los vio dar vueltas sobre él antes de posarse en un árbol frutal en flor. Chirriaron molestos. Observó el alboroto de la vida ante él. La naturaleza siguió su curso a pesar de las guerras que libraron los hombres.

¡O mejor dicho, hombres, elfos, enanos, hobbits y otras criaturas que quizás no conozca!

"La vida encuentra un camino" murmuró en voz alta

"¿Lo hace?"

Draco se giró. "Alteza"

Como siempre, su corazón dio un vuelco de alegría al oír su voz. Aunque no le gustaba su llamado. Se acercó y agudizo su oído, escuchaba los latidos de su corazón. Para Legolas era un reconfortante recordatorio de que el chico frente a sus ojos era real; que lo que estaba experimentando era real, que cada sentimiento era real, incluso el dolor.

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