Parte 43

839 86 42
                                    

Se estaba ahogando en un mar de aire, cada inhalación era un esfuerzo grande mientras su cuerpo se retorcía en espasmos incontrolables. La oscuridad lo abrazaba, envolviéndolo en un velo de desesperación y confusión. Las voces, apenas susurros apagados, llegaban a él como ecos distantes. Las palabras parecían desmoronarse en el aire, sin sentido, mientras él luchaba por recuperar el aliento, la garganta quemándole y el pecho agobiado. ¿Dónde estaba? ¿Dónde estaba Legolas? La desesperación lo abrumaba, el peso de la oscuridad se hacía cada vez más denso hasta que, finalmente, el mundo se desvaneció una vez más.

Cuando despertó, un techo abovedado y familiar se alzaba sobre él. La visión estaba borrosa al principio, pero pronto los contornos se hicieron más claros. Frunció el ceño, sintiendo que algo no encajaba, como si una pesada niebla hubiera envuelto su mente. ¿Qué había pasado? ¿Acaso Aragorn y Gandalf habían logrado estabilizarlo el tiempo suficiente para regresarlo a la seguridad de la ciudad? La pregunta giraba en su mente sin respuesta.

"Ya era hora de que despertaras. Les diste a todos un buen susto, señor Malfoy". La voz, enigmáticamente conocida, atravesó el silencio con un tono que, aunque implacable, llevaba consigo un matiz de preocupación. Sus ojos se abrieron con dificultad, enfocando la figura que se alzaba sobre él. Severus Snape, su profesor y padrino, se mostró ante él con una expresión que combinaba alivio con un toque de desdén.

Draco, aturdido, intentó procesar la situación. ¿Había sido todo un sueño? Al levantar la mano, tocó la cicatriz en su piel, el recordatorio tangible de su encuentro con Boromir. La cicatriz no podía ser un simple producto de su imaginación. Su mente se tambaleaba mientras movía la cabeza, sintiendo una extraña ligereza en su cabello. Al pasar la mano por su melena, notó que estaba adornada con pequeñas trenzas y un aro plateado que parecía brillar con una luz propia.

"Voy a llamar a tus padres", dijo Snape, su voz cargada de una severidad que no lograba ocultar su preocupación.

"¿Cómo... cómo... Lo... l..." La voz de Draco se quebró mientras intentaba formular palabras coherentes. La tos lo interrumpió, y Snape se apresuró a acercarle un vaso de agua a sus labios secos.

"Has estado desaparecido durante meses", explicó Severus mientras Draco bebía con dificultad. "Todos estábamos extremadamente preocupados por ti. Tus padres, sin dudarlo, hicieron todo lo posible para traerte de regreso, sin importarles su propia vida...Pero estás aquí ahora, y eso es un gran alivio."

Draco asintió lentamente, sus pensamientos estaban en un torbellino de emociones intensas. No podía entenderlo completamente. ¿Qué había sucedido? El anhelo de tener al elfo lo atormentaba, era casi físico. La tristeza y la incertidumbre se mezclaban en su mente. La magia de Frodo, su poderosa y vulnerable fuente de esperanza, se había desmoronado. ¿Había fallecido el hobbit? La angustia lo envolvía mientras su mente vagaba entre preguntas sin respuesta.

No se dio cuenta cuando su padrino lo dejó solo, sumido en una tormenta de pensamientos y sentimientos. La habitación parecía girar a su alrededor mientras su mente se hundía en un torbellino de recuerdos. La fatiga lo venció, y el sueño lo reclamó una vez más, envolviéndolo en un descanso inquieto, lleno de sombras y sueños perturbadores.

Cuando Draco despertó nuevamente, el primer pensamiento que cruzó su mente fue el de un suave peso en su pecho. Parpadeó, tratando de despejar la neblina de su conciencia, y se encontró con una mata de cabello rubio esparcida sobre él. "¿Madre?" La voz sonaba más clara, pero aún arrastraba un dejo de debilidad. La figura sobre él se agitó y se levantó, parpadeando adormilada hasta que sus ojos se encontraron con los de su hijo.

"¡Draco!" La exclamación de su madre, Narcissa, llegó cargada de un alivio abrumador. En un instante, se lanzó hacia él, envolviéndolo en un abrazo que le dejó poco margen para respirar. Su abrazo era fuerte, casi desesperado, como si temiera que él pudiera desvanecerse de nuevo en el aire.

Nueva VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora