Llegamos al hotel. Me sentía cansada y estresada por el viaje. Viajar con él siempre me pone nerviosa. Hace tiempo que me gusta, y sé que no le soy indiferente. Pero ambos estamos casados, y no quiero ser la causa de un doble divorcio.
Andrés es alto, delgado y atlético. Su cabello lacio y oscuro enmarca unos ojos expresivos y cejas pobladas. Rara vez sonríe, pero cuando lo hace, su sonrisa es cautivadora. En cuanto a mí, soy más baja, delgada, con cabello castaño claro y rizado que apenas roza mis hombros, y ojos color café.
Lo conocí en la empresa donde trabajo. Esta vez, el sorteo para una capacitación nos tocó a nosotros.
-¡Natalia! ¡Espera! ¡Te iba a buscar a tu habitación! -me llamó apresurado.
-¡Hola, Andrés! ¿Dime, en qué te puedo ayudar? -respondí nerviosa.
-Ah, no es nada importante. Solo quería pedirte que me acompañaras a caminar por la playa. Llamé a mi esposa y se siente cansada. No quiero ir solo...
Su tristeza me hizo imposible negarme.
-Sí, claro, vamos. Mi esposo tiene el celular apagado, no pude hablar con él -dije, intentando sonar despreocupada.
Nos dirigimos a la playa en silencio, dejando huellas en la arena. La luna iluminaba todo, creando un ambiente casi mágico. Si fuéramos pareja, sería una cita inolvidable. Me quité los zapatos para sentir la arena en mis pies, disfrutando de su compañía. No necesitábamos palabras; su presencia era suficiente.
Observé cómo se despojaba de su camisa con una elegancia natural, y aunque intenté apartar la mirada, mi atención fue inevitablemente atrapada por la definición de sus músculos. ¿Por qué me afectaba tanto su presencia?"
-¡Gracias, qué amable! -le dije, evitando mirar su torso marcado.
-¡No es nada! -respondió, sentándose a mi lado. Mis ojos no obedecían mis órdenes y se fijaron en su cuerpo. Me sentía culpable por desear a un hombre que no era mi esposo. Hacía tiempo que mi marido no era romántico ni sexy conmigo.
-Si no te sientes cómoda, podemos regresar - Andrés rompió el silencio mirándome a los ojos.
Mi corazón se aceleró. Sabía que debía irme, pero mi cuerpo no respondía.
-No, no quiero irme, pero si me quedo... me siento cansada, solo quiero ir a descansar -dije. No sé de dónde saqué las fuerzas para levantarme de golpe y salir a paso rápido. No me atrevía a mirar hacia atrás porque sabía que me quedaría con él. No sé si me llamó o me siguió; yo solo me enfoqué en salir de esa situación sin importar nada más. Nunca me había sentido tan débil delante de un hombre, lo que me llevaba a cuestionarme: ¿por qué él me hacía sentir así? Al llegar a la habitación, llamé inmediatamente a mi esposo, pero su celular seguía apagado. Necesitaba refugiarme en el amor que sentía por él, pero una vez más me encontré con su ausencia, su silencio, su desapego, su falta de interés hacia mí. Tal vez se sienta tan seguro de mi amor que se ha descuidado por completo de nuestra relación. Lo peor es que otra persona se está metiendo en mi vida y no logro detenerlo; la verdad es que no quiero hacerlo. De alguna manera, logra hacer que me sienta segura como mujer. ¡Qué dicha tiene su esposa! ¿Y cómo es que la deja venir solo a este viaje?
La mañana siguiente, me levanté y me puse ese vestido blanco que tanto me gustaba. Era holgado y disimulaba los kilos que había perdido debido a las exigencias de mi esposo. Recogí mi cabello para protegerlo del sol mientras me dirigía a la capacitación.
-¡Ay, lo siento! Venía distraída.- ¡Cualidad tuya! Jaja, no pasa nada, tranquila, deja la formalidad. ¡Otra vez él! Vestido de blanco igual que yo, su camisa un poco arrugada y desacomodada, pero con esa ternura en sus ojos.
- ¡Andrés, vamos a la habitación!
- ¿A la tuya o a la mía? Dijo ya en tono jocoso
-A la mía, Andrés. Hay que arreglar tu camisa, le dije tratando de parecer lo más natural posible, pero con las estúpidas mariposas haciendo fiestas en mi estómago.
Una vez adentro, él no dudó en quitarse la camisa mientras yo conectaba la plancha.
-Dame la camisa, le dije sin mirarlo, con mi mano extendida. Él me la pasó enseguida. Reaccioné al notar la rapidez con la que se la había quitado y me encontré una vez más con esos hermosos y atractivos pectorales.
- ¡Natalia, la camisa!
-¡Ah, sí, lo siento!
-Natalia, siempre eres distraída, pero hoy te siento diferente. ¿Estás bien?
-Ah, sí, estoy muy bien, no te preocupes. Mientras te arreglo la camisa, ¿te podrías poner de espaldas y no mirarme?
-¿Pasa algo?
- No, Andrés, solo que no es costumbre para mí estar con un hombre medio desnudo que no sea mi esposo.
- Ah, ok, jaja.
- ¿Por qué te ríes? ¿Qué te resulta tan gracioso?, Te sigues burlando y no te ayudo, le dije en un tono molesto.
- Nada, continúa con la camisa, me dijo después de estar de espaldas.
Creo que cometí un error, porque su espalda se veía tan fuerte y bien formada, sus hombros anchos. Mientras planchaba la camisa, me imaginaba acariciándolo, deslizándome por todo su cuerpo, perdiéndome en sus grandes y fuertes brazos. ¡Dios! ¿En qué estoy pensando? Me grité en silencio al sentir un calor recorrer todo mi cuerpo, mientras la humedad se hacía presente en mí. Necesito poner distancia entre él y yo, y precisamente me tenían que mandar a mí a esta capacitación.
-¡Ya está lista tu camisa! le dije con agrado, tratando de disimular la temperatura que había provocado en mí.
-¡Gracias, Natalia! Realmente no le presto mucha atención a mi ropa; de esto se encarga la señora que ayuda a mi esposa en la casa. Dijo mirandome a los ojos, buscando contacto visual
- Aaah, ya veo. ¡Pensé que tu esposa iba a venir contigo! Le respondí evitando el contacto visual.
- No, ella no quiso. Para ella, esto es aburrido. Él seguía mirándola con ternura, pero a la vez notaba que quería algo más.
- ¡Aaah, bueno, vamos, ya estás listo! le dije, tratando de escapar de esa situación. Sabía que estaba demasiado vulnerable delante de él."
- ¡Natalia, te ves hermosa! me tomó del brazo con una delicadeza, como si no quisiera romperme. Sentí una caricia en mi brazo, una corriente bajaba y subía por todo mi cuerpo; sentía que no iba a lograr resistirme a lo inevitable.
- ¿Aah, por qué de la nada me dices eso?
- Es imposible pasarlo por alto, Natalia. Me miró a los ojos; pude sentir esa mirada que llegó a lo más profundo de mi ser. Se acercó tanto a mí que podía sentir su respiración. Sentí por primera vez su aroma; sus pupilas se veían dilatadas. Rodeó mi cintura con su brazo, acercándome más a él. Con su otro brazo, posó su mano en mi nuca, levantando mi cabeza. Vi cómo se acercaban sus labios y yo, ansiosa, esperaba ese beso. Me sentía como si no quisiera estar en otro lugar que no fuera con él; me sentía en un lugar seguro, amada y deseada de verdad. Sólo quería perderme en ese beso, cuando nos sorprendió el sonido de mi celular.
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Espejismo
RomanceEn esta historia de romance y dilemas morales, Natalia y Andrés se enfrentan a una intensa atracción mutua. Sin embargo, sus sentimientos se complican con la llegada de Gunther Smith, un hombre misterioso, apuesto e imponente, que además es el jefe...