Recuerdos en la Bruma

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Mi mamá se sentó junto a mí, con una expresión de preocupación y ternura en su rostro. Me miró a los ojos y comenzó a hablar con una voz suave pero firme.

- Natalia, sé que estos últimos días han sido muy difíciles para ti, comenzó mi mamá, tomandome las manos. - He visto cómo los recuerdos que tu mente bloqueó durante tanto tiempo están volviendo y causándote tanto dolor. Creo que es hora de que sepas la verdad sobre lo que sucedió aquella noche en el crucero.

Ahí estaba yo con los ojos llenos de confusión y miedo, asintiendo lentamente. Mamá respiró hondo y comenzó a relatar la historia.

- Estábamos en el crucero 'Estrella del Mar'. Era una noche tranquila, y tú estabas en la cubierta superior disfrutando de la brisa marina. De repente, el barco chocó contra algo, y todo se volvió un caos. Las alarmas sonaron, y la gente empezó a entrar en pánico.

Mamá hizo una pausa, recordando la angustia de aquellos momentos.
-Escuchaste el llanto de un bebé desde una de las habitaciones inferiores. Sin pensarlo, corriste hacia allí. Encontraste al bebé atrapado en una cuna, con el agua comenzando a inundar la habitación. Lo tomaste en tus brazos y, luchando contra las olas, llegaste a la cubierta y lo entregaste a las personas en un bote salvavidas.

Mamá apretó mi mano con más fuerza.

-Cuando intentaste saltar al bote, una cuerda gruesa y resbaladiza se enredó en tu pierna. Las olas te empujaron violentamente, y caíste al agua. Las olas te arrastraron de vuelta al barco, golpeándote contra el casco. Quedaste inconsciente.

En ese momento comencé a respirar rápidamente, los recuerdos fragmentados de aquella noche mezclándose con las palabras de mi madre. Ella continuó, tratando de mantener la calma en su voz.

- Había un hombre en el barco, un desconocido, que vio todo lo que hiciste. Se lanzó al agua y te rescató, llevándote de vuelta al bote salvavidas. Te hicieron RCP, y después de unos angustiosos minutos, volviste a respirar.

Mamá hizo una pausa, observandome mientras procesaba la información.

-Tu cerebro bloqueó esos recuerdos, tal vez para protegerte del trauma. Leticia y yo decidimos no contarte nada para no mortificarte más. Pero ahora veo que esta carga se ha vuelto demasiado pesada para ti. Es hora de que sepas la verdad, y juntos enfrentemos estos recuerdos.

Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.

-Mamá, ¿por qué no me lo dijiste antes? pregunté con la voz quebrada.

- Queríamos protegerte, respondió mamá suavemente. - Pero ahora entiendo que necesitas saber para poder sanar. No estás sola en esto. Leticia y yo estamos aquí para apoyarte. Y tal vez, si estás dispuesta, podemos buscar ayuda profesional para que puedas enfrentar y superar este trauma.

Asentí, sintiéndome abrumada pero al mismo tiempo aliviada de finalmente conocer la verdad. Con el apoyo de mi madre, mi hermana y Andrés, sabía que podía encontrar la fuerza para enfrentar estos recuerdos y sanar.

Solté la mano de mamá y sentí unas ganas inmensas de llorar. No pude contener más el llanto y Andrés me abrazó con fuerza, haciéndome sentir su apoyo incondicional. Sentía que todo ese rompecabezas finalmente se había armado. Entre sollozos y abrazos quedé dormida, sin saber cuánto tiempo había pasado así. A la mañana siguiente, desperté cuando la luz del sol entraba por las persianas. Mis ojos, aún adormecidos, buscaron a Andrés, pero vi al señor Gunther dejando un ramo de rosas blancas en la mesa. Cerré los ojos un instante y cuando los volví a abrir, ya no estaba. Justo entonces, entró Letty.

- ¡Buenos días, Natty! ¿Cómo te sientes? preguntó mi hermana con una sonrisa en sus ojos, reflejando esperanza.

- ¡Buenos días, Letty! Amanecí muy bien, bastante descansada, le respondí, estirando un poco mis brazos y cuerpo. - Creo que esta cama me está encariñando. Dije en tono jocoso, tratando de aligerar el ambiente.

- ¿Letty, viste al hombre que acaba de salir de aquí?. Pregunté al ver las rosas frescas.

- Bueno, es hora de salir al jardín del hospital. ¿Qué hombre? Aquí no había nadie. ¿Pero esas rosas no son decoración del hospital? Dijo sin darle mucha importancia al asunto. - ¡Aaah, Natty, aquí traje tu celular!

- Pensé que lo había perdido. Le dije mientras me ayudaba a salir de la habitación en la silla de ruedas.

-¡Natt! ¡Wow, estás preciosa! Me sorprendió Andrés con una caja llena de innumerables gomitas y un ramo de margaritas de diversos colores. Lo que más me gustaba era la forma en que me miraba; podía sentir que estaba decidido a enfrentarse a cualquier cosa por mí.

-¡Andrés, qué hermoso! Le dije con un suspiro, sintiendo una mezcla de amor y gratitud.

- Ok, yo voy a contar cuántos pajaritos hay en otro lado. Dijo mi hermana en tono juguetón.

-¡Buenos días, Leticia! Lamento no saludarte antes, respondió Andrés, un poco apenado.

- ¡Buenos días, Andrés! No te preocupes. Veo que mi hermana es muy afortunada al tener toda tu atención. Chao, nos vemos ahorita, dijo despidiéndose.

- ¡Es muy simpática tu hermana, Natt!

- Sí, la verdad somos muy unidas, Andrés. La quiero mucho. Pero, ¿cómo nos encontraste acá?

- Telepatía del amor, dijo guiñándome el ojo.

- Oye, ya hablando serio, ¿no has visto al señor Gunther?

- La verdad, Nat, muy poco. Casi no va a la oficina. Todo lo hace a través de llamadas, mensajes o videollamadas. La que lo está representando es Sara. Me respondió sin darle importancia a mi pregunta, pero yo estaba segura de haberlo visto.

- ¡Primero necesitas desayunar, hermosa! Quiero que salgas rápido de aquí. Me dijo besando mis manos mientras me quitaba las gomitas. Yo solo hice un puchero y me recosté en su pecho. Justo entonces, por encima de su hombro, vi ese rostro familiar: el del señor Gunther, quien había dejado las rosas en la habitación. Mi corazón latía con fuerza, llenándome de una mezcla de temor y curiosidad. ¿Qué hacía él aquí? ¿Por qué desapareció tan rápido? Algo no encajaba y una sensación inquietante se instaló en mi pecho.

Espejismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora