IV

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Pasaron los días sin que Jennie pudiera ver a su esposa y ella ciertamente no quería verla, aún estaba enojada por el espantoso grito que le dio su general, pero por lo menos se distraía cuando ayudaba a las criadas a lavar toda la mansión, tanto cortinas, alfombras, mesas, sábanas y muchos más muebles que estaban en mala condición, ciertamente no solo le gustaba ayudarlas sino también mandarlas, ¿Cómo se atrevían a no tratar bien a su esposa?, aún las respetaba pero seguía siendo su señora y era inaceptable tener una mansión tan hermosa en malas condiciones, esto solo es consecuencia de su propia pereza.

Este día Jennie estaba algo preocupada por su esposa, había salido muy temprano con sus guardias, y aún herida se puso su armadura, ¿Por que no tenía consideración por su salud? Se preguntaba, así que se le ocurrió una excelente idea, al menos para ella era excelente, se le ocurrió limpiar y ordenar el despacho de su general, y porque no, también remodelarlo un poco, y cuando fue a ordenarles a las criadas para ayudarla, estas quedaron pálidas pero aún así siguieron a Jennie, después de todo sigue siendo su señora.


(...)


Llegando el atardecer, Lalisa finalmente llego a la mansión y aún con su armadura fue directo a su despacho, después de todo ahí se la puede quitar, pero al entrar todo estaba diferente, su escritorio había cambiado de lugar al igual que su mini sala, había plantas en cada esquina de su ventanal y su licor estaba lejos de su escritorio, y cuando estuvo a punto de gritarles a sus criadas para preguntar quién demonios había remodelado su despacho, una pequeña mujer llegó... su perfecta esposa.

—¿Te gustó como quedó esposa?.— Pregunto viéndola fijamente.

Jennie estaba hechizada, su esposa era una mujer hermosa, sus ojos eran tan oscuros y misteriosos que ella por un momento se perdió en ellos, su cuerpo era... Dios ¿Cómo describirlo?... GRANDOTE Sí, ella era una gigante, su gigante, y su olor, respiro profundamente mientras se acercaba a ella peligrosamente, olía delicioso, a madera fresca, a hojas de menta, y ese enorme cuerpo era suyo, gritó internamente eufórica, era su general, su caballero, su esposa... suya...

—¿Te gustó esposa?.— Volvío a repetir su pregunta con una alegría que Lisa quedó petrificada, era la primera vez en su vida que una mujer la miraba con tanta ternura, que la devoraba con la mirada y vaya mirada se dijo ella.

—Hermosos ojos.— Dijo sin conectar correctamente cerebro boca cuando su mirada oscura estaba en esa pecaminosa mujer, su color de ojos eran únicos, realmente impresionantes, no sabía que existiera ése color igual al...— ¿Durazno?.— Dijo en voz grave y demasiado sensual.

—¿Yo?.— Dijo melosamente señalándose a sí misma.—Soy lo que quieras Mi general.— Jennie sonrío coqueta mostrando sus lindos hoyuelos, ella jamás en su corta e inanimada vida había actuado así, tan descarada, tan lujuriosa pero no la podían culpar, su esposa era un deleite, y ella quería saltar a sus brazos y besarla, darle su primer beso y hasta más.

La general Lalisa estaba avergonzada, cerebro estúpido se dijo, avergonzada de que una mujer como la que tenía en frente, tan perfecta y bella le estuviera ¿coqueteando?... Y ese dulce de durazno era nadie más que su esposa, suya, así que si ella era suya podía hacer lo que quiera con ella ¿verdad?, NO
gritó dentro de su conciencia, esa mujer deliciosa y tan delicada no iba a poder aguantar su enorme tamaño, y ella sabía que ninguna de las mujeres con las que había estado sexualmente la habían aguantado en sus experimentados coños, si esas cortesanas ávidas y bien abiertas no les entraba sino un poco más de la mitad, sin gritar de dolor o rasgarse en el intento, y que para terminar su eyaculacion tenia que ayudarse con la mano, sexualmente estaba frustrada, por eso muchos la llaman bestia por los gritos desgarradores que las mujeres daban, y siempre terminaba insatisfecha.
Ella jamás lo soportaría, su pequeña esposa... se sacudió exasperada con esos malos pensamientos sobre su tierna esposa con mirada felina.

MI ESPOSA GIGANTE || Adaptación Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora