MI ESPOSA GIGANTE || Adaptación Jenlisa G!P

VII

—Mia, eres mía.— Repetía en voz baja como un mantra mientras sus oscuros y endiablados ojos recorrían el sensual y apetecible cuerpo de su esposa.

—¿Te gusta?.— Se atrevió a preguntar Jennie mirándola de frente sin ningún pudor, ella la había visto admirarla y cómo su penetrante mirada estaba en su cuerpo y claro que quería mostrarse para ella, a fin de cuentas Lisa es su esposa y ella puede ver, tocar, y hacer todo lo que sus deliciosos dedos, o manos, o boca, o lengua, o miem... ¡Dios! ¿Porqué deseo tanto que mi enorme esposa me devore?.

Lisa iba a entrar con bravía al vestidor a devorar con ansias esos deliciosos y jugosos labios del pecado, y se detuvo frente al espejo dándose cuenta que iba a cometer un acto lujurioso y pagano frente a varias personas que estaban transitando fuera del establecimiento y de pensar que cualquiera de esos refinados caballeros vieran a su mujer gemir la nublaron de rabia. Los malditos cambios de humor que la general está presentando la tienen hastiada, y todo porque es una cobarde y no consuma su matrimonio, ella la desea y sabe que ella también, nunca había visto tanta pasión hacía ella en los ojos de una mujer, y esa mujer es nada más y nada menos que su hermosa esposa.

Salió rápidamente del establecimiento asegurándose de pagar todos los vestidos y accesorios que su esposa había elegido necesitaba tranquilizarse o haría una barbaridad por culpa de esa mujer que la estaba enloqueciendo, sin más regresaron a la mansión.

(...)

Los días pasaron y con estos también llegó la tan ansiada fiesta de la reina madre, Lisa estaba realmente elegante, se había recortado el pelo, bañado en esencias de olor se había peinado tan exquisito que se podía apreciar lo muy guapa y exótica que era, se ajustó el uniforme a su musculoso cuerpo, haciendolo ver inalcanzable, sensual y más grande de lo que es, se acomodó todas sus medallas e insignias que ha obtenido y ganado meritoriamente durante sus años en combate, ella no es una mujer vanidosa, pero extrañamente hoy quería lucir perfecta y claro que sabía porqué y para quién, para su gatita con ojos color durazno.
Se sentía ansiosa, eufórica, esa cosita deliciosa la ha tenido casi tres meses en angustia y en celibato, porque definitivamente se dió cuenta que se enamoró de su esposa, y son sólo pocas veces las que han hablado, se han rosado intencionalmente las manos, se han hecho las más penetrantes y a la vez frustrantes miradas, que se invitan a la pasión, al júbilo del deseo, a profanar sus cuerpos y aún así Lisa no se atreve a dar el primer paso sólo por sus miedos y preocupaciones de lastimar a su esposa.

Ella la ha acosado en las sombras, ya conoce todos sus gestos, sus caritas graciosas cuando juega con los hijos de los sirvientes, sus gustos en la comida, la pasión y entrega que le pone a cada cosa que hace, el interés en aprender cosas nuevas, verla apreciar las pocas pinturas que hay en la mansión fueron una de las primeras ideas en conquistarla, le mando a traer de la capital todo un equipo de pintura al lienzo, libros de artes, y pinceles. En las mañanas siempre le dejaba una rosa en la habitacion y Jennie sabe que es ella y se regocija de dicha, porque sabe que no le es indiferente a su enorme esposa.

Lisa en las noches entra en los aposentos de su pequeña gatita, la ha admirado dormir, viendola fascinada y maravillada con su belleza. Deseando poder amanecer cada mañana a su lado, abrazándola y haciendole el amor con ahínco y entrega, porque Lisa es de Jennie...Y Jennie es de Lisa...

Lisa estaba de pie en la entrada de la mansión esperando a su esposa, y fue así que giró en cuanto escuchó sus pasos, eran pausados y elegantes, como toda ella piensa Lisa.

Ella definitivamente no estaba preparada para tan maravilloso espectáculo, su pequeña revoltosa, su dulce miel, se había vestido como una maldita diosa del pecado, llevaba un hermoso vestido rojo vino, rojo sangre, sangre de la pureza y del pecado, su mujer iba tan hermosa que le agarraron unas enormes ganas de no asistir a la dichosa gala y quedarse a adorar a su esposa.