catorce

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—¿Tuvieron suerte? —Abril se acerca a los chicos y los observa, notándolos tensos. Todos miraban a Raphael en el borde de uno de los tantos edificios que había allí, apartado del resto.

Los demás suspiran.

—¿Te refieres a Raphael o al asesino? —Donatello devuelve la pregunta y ve como sus dos amigos se alzan de hombros.

—Ambos —responde Casey, sentándose en la base de la antena que había en aquella terraza de ese edificio en el Bronx y espera a que los hermanos le respondan aquella duda.

—No, no hemos tenido suerte —responde Leonardo con cierto tono de pesadez y, de nuevo, suspira, mientras que al mismo tiempo negaba con la cabeza—. El asesino anda suelto por ahí y lo único que hemos hecho es encontrar cadáver tras cadáver que no nos lleva a ningún lado y... —su vista se dirige a Raphael, quien miraba a la ciudad sumido en su propio mundo—. Rapha jura que nada está sucediendo —sus amigos asienten con la cabeza y deciden no preguntar nada más.

—¿Puedo preguntar por qué decidieron acompañarnos al final? —interrumpe el silencio el menor presente y todos le miran, preguntándole a qué se refería—. Digo, su ayuda siempre es bienvenida, pero dijeron que no podrían patrullar esta noche —Casey se ríe y se alza de hombros.

—La lesión que se hizo mi hermana jugando hockey no era tan grave, y me di cuenta de que ella no me necesitaba, que estaría bien por su cuenta —responde con cierta lástima en su voz, como si muy en su interior no hubiese querido decir aquellas palabras—. Así que decidí no deprimirme por saber que mi hermanita creció y ya no me necesita, y vine a ayudarles.

Leonardo le sonríe un poco consternado y pone una de sus manos en el hombro de Casey. Este le observa y le sonríe de vuelta, entendiendo que el de bandana azul conocía a la perfección el sentimiento y que no sólo lo había sentido una vez, sino varias. Ambos chicos terminan riendo con suavidad y Abril sólo sonríe al comprender las miradas de los dos mayores.

—Se suponía que no podría porque tenía que hacer algo en la universidad y al final acabé más rápido de lo que creía y aquí estoy —todos le miran con desconcierto y la única mujer se ríe un poco nerviosa—. Bueno, entré en la universidad —ella se alza de hombros y los demás niegan con la cabeza al no comprender absolutamente nada. Ninguno sabía que ella estaba estudiando—. Luego les cuento —le resta importancia.

Un ruido casi imperceptible los saca de su pequeña burbuja y los pone instantáneamente en estado de alerta. Era un sonido débil, casi como un eco a la distancia; sin embargo, todos allí conocían a la perfección el sonido que provocaba algún objeto filoso al cortar el aire con rapidez. Todos se quedan en sus lugares e intentan agudizar mucho más sus sentidos, queriendo descifrar de dónde podría provenir.

Raphael hace un sonido sordo, un bufido, uno que quizás habría muerto en su garganta y los demás se acercan a ver si el de bandana roja había visto algo. El bufido parecía estar lleno de sorpresa, incertidumbre y ansiedad. Como si hubiese visto algo que no se esperaba.

Cuando llegan al borde del edificio, pueden escuchar los pasos apresurados de alguien. Resonaban por todo el lugar, parecían pisadas desesperadas, como si estuviese huyendo de algo. Aún no veían a nadie, pero sabían que en algún momento lo harían. Luego, quizás sólo unos milisegundos después pueden oír como el mismo objeto filoso atraviesa el aire y, posteriormente, logran ver como un hombre cae al suelo en una esquina.

El hombre grita de dolor y comienza a arrastrarse hasta que por fin ellos pueden verlo completamente. Era un hombre caucásico, de al menos cuarenta años, era alto, llevaba un elegante traje negro y, en su pierna derecha, había una flecha negra con rojo clavada profundamente, haciéndolo sangrar.

Cielo negro → TMNT {Raphangelo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora