𐙚 capítulo 19

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advertencias: humor absurdo, chaelisa y otras parejas. capítulos cortos. smut

Rosé había creído que Lisa quería que durmieran abrazadas

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Rosé había creído que Lisa quería que durmieran abrazadas.

Pero mientras le devolvía el beso a Lisa, echada bajo ella, en medio de la oscuridad de su habitación, estaba dudando de cuáles fueron las intenciones de su novia.

—Lili... —susurró separándose.

Lisa la miró como una cachorra perdida, como una niña abandonada.

—Por favor, Rosé... —pidió en voz baja—. Te lo ruego. Hazme el amor.

Rosé quería negarse, quería decirle que no, porque sabía que el motivo de Lisa en su petición era para olvidarse momentáneamente de lo que le estaba pasando a su hermano. Era para huir de la realidad unos minutos.

Sin embargo, los labios de Lisa se apoderaron de su boca una vez más y todo pensamiento racional desapareció de su mente.

Sus manos se deslizaron por la cintura de la muchacha, desnudándola con lentitud, respirando aceleradamente, y sus labios comenzaron a bajar, apoderándose de su cuello, de sus pezones, de la piel en su cadera. Lisa gemía en voz baja con los ojos cerrados, acariciándole el cabello a Rosé mientras ésta le quitaba los pantalones, desnudándola de a poco, y volvió a su boca para callarla una vez completada la misión.

Rosé prosiguió a quitarse la ropa, quedando desnuda unos segundos después, para luego ubicarse entre las piernas abiertas de Lisa.

—Eres preciosa. —le murmuró Rosé.

Lisa nunca había sido una chica egocéntrica, siempre había creído que no tenía gracia alguna, sin embargo, cuando Rosé le dijo aquellas palabras, le creyó por unos segundos. Se sentía preciosa bajo la atenta mirada de la mayor.

Le murmuró entrecortadamente dónde estaba el lubricante y Rosé se estiró hacia su cajón, abriéndolo y sacando de allí la pequeña botellita y una cajita con un condón previamente recortado en cuadritos. La Australiana la observó con una ceja ligeramente enarcada.

―¿Ya preparada para esto? ―se burló de ella―. ¿Tanto lo estabas esperando?

Quería responderle, sin embargo, no pudo hacerlo cuando Rosé la comenzó a preparar con sus dedos y el pegajoso líquido, volviéndola una bola de gemidos.

No duró mucho, por supuesto. Rosé, al verla en ese estado, no era capaz de resistir demasiado, observando el rostro colorado de la menor, los labios entreabiertos y sus ojos húmedos por las lágrimas. Cuando creyó que era suficiente, puso el cuadritos de látex sobre la intimidad de Lisa y la besó en la boca para deslizarse entre su carne con lentitud, sintiendo las cálidas paredes de su chica rodeándola como si nada.

Lisa era perfecta. Era increíble. Era sólo para ella.

La muchacha no tardó en comenzar a mover sus caderas y Rosé se decidió a embestirla sin separarse de su boca, tomándose una mano para darle un apretón.

Pronto la habitación volvió a llenarse de gemidos, jadeos soltados por las dos, la temperatura subiendo, y cuando Rosé rozo en ese punto que la volvía loca, Lisa gritó el nombre de su novia.

Eso fue suficiente como para que Rosé acelerara las embestidas, queriendo llegar pronto al orgasmo, correrse sobre de Lisa.

Lo logró unos segundos después, cuando acariciaba los pezones erectos de Lisa y la chica se corrió con un gemido sonoro.

—Te quiero. —susurró Lisa mirándola a los ojos.

Rosé la besó cuando sintió corrientes eléctricas en su vientre, avisándole que iba a llegar al orgasmo, cosa que ocurrió inmediatamente después.

Jadeó contra la boca de Lisa, dándole un apretón en la mano.

Yo también te quiero, quiso decirle, pero las palabras murieron en su boca, quedando atoradas en su garganta.

En cambio, sólo le besó la frente a Lisa, acariciándole el cabello mientras se recostaba a su lado, atrayéndola a su pecho.

—Mañana iremos a ver a tu hermano juntas. —le dijo en voz baja.

Lisa asintió, abrazándola por la cintura, sin decir algo más.

Pues sentía que, si abría su boca, rompería a llorar al no oír un te quiero de parte de Rosé.

Pues sentía que, si abría su boca, rompería a llorar al no oír un te quiero de parte de Rosé

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