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Charlotte se recostó en el asiento trasero del coche, con la cabeza apoyada en la ventana y los ojos perdidos en el paisaje que desfilaba ante ella. El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de un naranja cálido que contrastaba con los verdes campos que se extendían a ambos lados de la carretera. Su mente era un torbellino de emociones mientras pensaba en lo que la esperaba.

Había terminado el verano, el sentimiento de las vacaciones se desvanecía, dando paso a un nuevo capítulo en su vida. Charlotte ya se había despedido de sus amigas del internado, las mismas con las que había compartido risas, lágrimas y secretos durante los últimos años... y más bien durante casi toda su vida. Había pasado el verano en Francia, en casa de su mejor amiga Mia, disfrutando de las que serias sus ultimas fiestas juntas. O por lo menos, hasta que se volvieran a encontrar en Oxford. Pero ahora, el internado quedaba atrás y se dirigía a una nueva ciudad, una nueva casa y un nuevo colegio.

Conocía a su tía solo de visitas esporádicas y recuerdos de reuniones familiares. Georgina era una mujer enérgica y elegante, siempre rodeada de felicidad y positivismo, algo que a Charlotte le hacía recordar a su madre. Había vivido en el extranjero durante muchos años, y sus cartas y regalos siempre habían fascinado a Charlotte. Ahora, esa misma tía sería su única familia cercana, y su nuevo hogar.

El coche dobló una curva y Charlotte sintió un nudo en el estómago. Nunca había cambiado de colegio, y la idea de empezar de nuevo en un lugar donde no conocía a nadie la volvía loca, pero loca de miedo. Las amigas que había dejado atrás eran más que compañeras; eran como hermanas. Habían compartido tantas experiencias que ahora, enfrentarse a un grupo de desconocidos le parecía aterrador.

-¿Estás bien, Charlotte?- La voz de su tía Georgina la sacó de sus pensamientos. Georgina estaba al volante, y a pesar de la apariencia relajada que intentaba mostrar, Charlotte notó la preocupación en sus ojos a través del retrovisor.

-Sí, solo estaba pensando en el colegio- respondió tratando de sonar más tranquila de lo que se sentía.

-Entiendo que esto es un gran cambio para ti- dijo suavemente. -Pero estoy segura de que te adaptarás rápidamente. Tienes un gran carácter-

Charlotte asintió, aunque no estaba tan segura de ello. El nuevo colegio era mixto, y aunque no le preocupaba tanto la convivencia con chicos, sabía que probablemente las chicas serían su mayor desafío. En su internado anterior, siempre había sabido cómo manejarse con los chicos del internado masculino cercano. Ella y sus amigas jugaban con ellos, sabiendo exactamente cómo mantener el control y la distancia. Pero aquí, en esta nueva escuela y nuevo país, todo sería diferente. Se salía de su control, y eso no le gustaba mucho.

Finalmente, el coche se detuvo frente a la casa. La casa estaba como ella recordaba, rodeada de jardines bien cuidados y árboles altos. Muy similar a la casa de Francia donde vivía con sus padres.

-Bienvenida a tu nuevo hogar. dijo Georgina, sonriendo mientras apagaba el motor.

Charlotte salió del coche y miró la casa con nerviosismo. Al subir los escalones de piedra que llevaban a la entrada, sintió un peso en su pecho, una combinación de recuerdos y nostálgia.

Georgina la guió a través de la puerta principal. Las paredes estaban adornadas con cuadros y fotografías antiguas de su familia, y el suelo de mármol reflejaba la luz de una gran lámpara de araña que colgaba del techo.

-¿Ya sabes cual es tu habitación no?- dijo Georgina, llevándola por un largo pasillo. -He intentado hacerla lo más acogedora posible para ti-

La habitación que Charlotte esperaba que fuera su futuro cuarto estaba en el segundo piso, era la habitación que más le gustaba cuando venía de pequeña, ya que era el antiguo estudio de pintura de su tía, tenía una vista impresionante del jardín trasero. Era espaciosa, y la había decorado nuevamente con muebles nuevos y una cama grande cubierta con una colcha de encaje blanca y rosa, encima del cabecero de madera, un cuadro de Kate Moss una de las modelos que más le gustaban a Charlotte. Sobre el escritorio había una pila de libros nuevos y una carta de bienvenida de Georgina.

-Espero que te guste la decoración- dijo Georgina, observando atentamente la reacción de Charlotte.

-Es preciosa- dijo Charlotte, intentando disimular sus ganas de llorar, o chillar de emoción, no sabía como reaccionar -Gracias, tía Georgina-

-De nada, querida. Ahora, baja cuando estés lista. Vamos a cenar y podemos hablar más sobre tu nuevo colegio-

Cuando Georgina salió de la habitación, Charlotte se sentó en la cama y respiró profundamente. Este era su nuevo comienzo. Tenía miedo, sí, pero también había una pequeña chispa de emoción. La casa, su tía, el nuevo colegio... casi todo era desconocido, pero también una oportunidad para descubrir nuevas partes de sí misma.

Se levantó, hacia la zona del vestidor, toda su ropa estaba colgada junto a nuevos conjuntos y cosas que le había comprado su tía... sonrió al encontrar el pijama que siempre usaba en el internado y se cambió de ropa. Luego, bajó las escaleras para unirse a su tía en el comedor. Mientras caminaba por el pasillo, no pudo evitar sentir una mezcla de ansiedad y anticipación cada vez que miraba alguna foro donde salían sus padres o toda la familia unida. Sabía que los próximos meses no serían fáciles, pero también estaba dispuesta a enfrentarlos.

La cena transcurrió en un ambiente relajado. Georgina le contó historias sobre sus años en Maxton Hall y sobre la ciudad, y Charlotte empezó a sentirse un poco más cómoda. Cuando finalmente subió a su habitación esa noche, se sintió un poco más tranquila. Tal vez, solo tal vez, este nuevo capítulo en su vida no sería tan aterrador como había imaginado.

Maxton Hall - James BeaufortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora