Parte 2: Día de arquería

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Al día siguiente me levanté más rápido que de costumbre. Me miré en el espejo. Me corrí un poco el pelo para que no pareciera recién levantado, me lavé los dientes y me eche colonia. Demasiada, pero ya era tarde. No iba a bañarme para sacarme el aroma, no tenía ganas.

Me acerqué a la cocina a desayunar panqueques hechos por mi madre, que estaba allí escuchando canciones de rock. A los vecinos no les gustaba y por eso, ella subía el volumen cada domingo a las 7 de la mañana. Me sorprendía que aún siguiéramos viviendo allí. Al acercarme a  la mesa con los panqueques, mi mamá hizo un gesto de complicidad.

- ¿Una chica?- me preguntó como si supiera todo lo que había pasado el día anterior

-Puede ser-conteste dando un mordisco a mi desayuno

Mi mamá sonrío y siguió cocinando. No podía contarle esa parte rara de los poderes, porque ni yo sabía si era verdad.

- Es demasiada colonia- susurró a modo de consejo

Fui hasta la casa de las hermanas. Esta vez no tuve que trepar la reja, Jemma me abrió y me dejó entrar. Estaba vestida con ropa diferente, parecía lista para salir a cazar al bosque.

-Interesante- dije observando su atuendo 

- Apestas- dijo ella apartándose- ¿Cuánta colonia te pusiste? 

No podía ser tan grave. ¿Qué tanto les molestaba? 

- Hoy antes de comenzar. Debo explicarte un par de reglas. Hoy es día de arquería 

- ¿Día de qué?

Jemma me llevó hasta su habitación y me sirvió una taza de té. Sabía a moras y miel. Una combinación rara, pero no me desagradaba. Mientras lo bebía me explicó que las hermanas tenían eventos cada cierto tiempo. Cada hermana elegía un evento y hoy tocaba competencia con arco y flecha. Las costumbres de la gente rica siempre me parecieron extrañas, pero yo no estaba siendo el más cuerdo en aquel momento, asique decidí no juzgar su locura.

También mencionó que se dibujan en el césped unas líneas al costado para espectadores. ¿Y quiénes eran los espectadores? Los pretendientes. Por supuesto, esa había sido idea de Julie. Había un cuadrado por cada hermana y el de ella siempre estaba lleno.

- Miles de chicos llegan siempre- me explicaba Jemma- tienes que destacar. Por suerte para ti, tengo un plan: No estarás en el cuadrado de Julie, sino en el mío

- ¿Cómo?-pregunté confundido 

- Ella no te verá entre un montón de bobos que la siguen. Pero si ve que alguien pretende a su hermana, los celos aparecen. Ella siempre debe ser la elegida. Así vas a llamar su atención. Vamos a fingir que vienes por mí. 

Me parecía una idea tonta, pero no quise contradecirla. Me estaba ayudando y quería lo mismo que yo: que Julie estuviera conmigo. Decidí aceptar la propuesta, aunque no sabía si realmente funcionaría.

Llegué al enorme jardín de la mansión y me coloqué en el cuadrado que Jemma me indicó. En seguida todos los ojos, incluidos los de Julie, se dirigieron a mí. Nadie esperaba que alguien apareciera en aquel cuadrado. El lugar de la chica que me gustaba estaba lleno de chicos, que tenían que apretarse para entrar. Los demás estaban vacíos, excepto por uno, que contenía a un muchacho solitario como yo. Pero no sabía bien a cuál de las hermanas pertenecía aquel lugar.

En una silla de jardín perfectamente decorada, del lado opuesto a nosotros, se encontraba un viejo señor que parecía querer acuchillarme con su mirada. Su cabello era completamente blanco y algo en él me ponía los nervios de punta. Pensé que se trataba del padre de las chicas. Rodeando su gran silla, había varias más pequeñas donde muchas mujeres se sentaban. Tal vez las madres de las hermanas. No sabía bien si todas eran pareja de aquel hombre, o cómo funcionaba aquella extraña familia, pero realmente me inquietaba aquella imagen: un hombre que se creía intocable rodeado por un grupo de mujeres. Parecían sus sirvientas, y no sus esposas. 

Una chica especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora