SUEÑOS EN TIEMPOS DE LUNA LLENA

VELAS, VELONES, CADENAS Y CANCIONES

Hoy te contaré un secreto, no es grave, o eso creo, la noche se hace oscura mientras cada vez veo menos, conté del uno hasta el tres mientras el frío llegaba a mis pies, hasta que un gran escalofrío quiso pegarme a la pared.

Dos velas encendí mientras una carta escribía, enviada a los guías que en secreto me vigilan, todo esto era de día, pues de noche escondía hasta más de cinco cartas que a futuro les leería.

Fui llevado hasta el santuario y para esto nunca fui vago, no paraba de encender velas llevando conmigo unas cadenas, pero al regresar a mi celda, y apagarlas con mi izquierda, me acostaba encendiendo otra, con mi mano derecha.

Serví con quienes creí que serían mis amigos, y observé como tres de ellos reclamaban propinas a gritos, como era de esperarse, yo mismo les pagué, desbloqueando la misma lección por aprender, no hay amigos ni familiares cuando hay negocios por atender, pues al caer la noche, revelarán como Luzbel.

Las cadenas que me ataron por más de siete años, que quizá fueron diez, pero eso no viene al caso, mientras una me ataba de manos y pies, la otra controlaba hasta mi forma de comer.

Y no fueron una ni dos las veces en las que pasé al fogón, rogué mi libertad entonando una y otra canción, un par de veces oraron y pensé que al fin había sanado, pero al pasar los tres días el mal se había multiplicado.

Con la cola entre las patas a los santos presenté las más de veinte auroras que en las nubes dibujé, pero nunca imaginé ver miles de regalos, libertad en las manos de otros, mientras yo quedé esperando. Fue allí cuando la sangre cambió de rumbo sin ver y con cadenas en mis manos el suelo tragó mis pies, dos velones encendí para vivir otra vez, sin parar de preguntarme: «¿Algún día sanaré?».

Y heme aquí sobre el altar, con dos cartas a mis pies, indicando que urgentemente algo yo debo hacer, ya no hay más caminos medios y entre velas y velones, cadenas y canciones, algún día despertaré.