Una Extraña Amistad

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Sigo paralizada sin poder moverme, la frase de Victoria de que nunca podré volver a utilizar mi don fuera del campo de batalla sigue resonando en mi cabeza. Veo como los caballeros se van a sus aposentos, uno de ojos verdes esmeralda me mira y frunce el ceño, se van todos excepto uno, el rubiales, Dario. 

Me mira y hace una mueca, me señala y me hace un gesto para que le siga, no tengo nada más que perder así que le sigo, me lleva hasta un laguito que hay pasando el claro donde encontré a Cotton, se sienta en la orilla y da unos golpecitos a su lado para que me siente, me acerco, arreglo el vestido y me siento.

-Joder niñata lo que puedes llegar a cambiar en dos añitos de nada, estás muy buena, no me quiero imaginar como vas a estar con dieciocho años- me mira sonriendo, hago una mueca y enarco una ceja.

- Mira, si me has traído aquí solo para decirme esa gilipollez... tengo cosas mejores en las que pensar- me levanto para irme pero me coge de la mano y tira de mí para volver a sentarme.

- Espera, era por hacer una gracia y quitarle hierro al asunto, quería ver como estabas, saber si estabas bien- me vuelvo a sentar.

-¿Cómo crees que estoy? ¿Cómo voy a estar bien? Acaban de prohibirme utilizar mi don fuera del campo de batalla...

- Lena, míralo por el lado bueno, así tus hermanas confiarán más en ti, y tía... ibas a hacer que tres humanos murieran, es que eres mala eh.

- ¿Cómo sabes mi nombre? Ah, claro Victoria lo ha dicho... no iba a dejar que se mataran, los hubiera parado pero es que se lo merecían estaban forzando a las demás y yo estaba ahí quieta sin poder hacer nada, me sentía impotente, delante de toda la gente que pasaba no iba a sacar el arco, que otra cosa igual, la gente pasaba , miraba y ni se inmutaba... les estaban ganando...- empieza a nublarse el cielo y Dario me abraza.

- Por favor no llores, no soporto ver a una mujer llorar, y menos a ti, no sé que es lo que me pasa contigo, desde que te vi por primera vez en nuestro campamento ya me quede con la espinita, y después al verte hacer la prueba y ver como te enfrentabas a Tim, lo tuve claro...

- Espera, espera...¿no me estarás diciendo que te has enamorado de mí verdad?

-¿Qué? NO- empieza a reírse- no te podría amar de esa forma ni loco, eres muy desesperante para mí, yo soy un tanto como tú, tú le pegas más a una persona como Leo, o Josh... o puede incluso que a Liam, bueno no a Liam no, piensa que eres insoportable, una niña mimada.

- No sé quien es ninguno de los que has nombrado, solo me sé tu nombre y el de Tim, así que me da un tanto igual, pero bueno, entonces si no estás enamorado de mí ¿Qué te pasa conmigo?

- No tengo ni idea, pero tengo la sensación incondicional de protegerte, como si fueras mi hermanita. A diferencia de vosotras, nosotros no todos somos huérfanos, yo no lo era, ahora sí, pero antes no. Mis padres murieron en un accidente naval junto a mi hermana pequeña y tú me recuerdas mucho a ella, no físicamente, porque era rubia de ojos miel, pero si en la personalidad que tienes y bueno... quería decirte esto y pedirte una cosa.

-Vaya siento mucho lo de tu familia Dario, de verdad, ¿Y qué quieres pedirme? Antes de nada tienes que tener en cuenta que yo aún no tengo los 18, por tanto si fuera tu guerrera no te enamorarías de mí, sin embargo dentro de dos años sí lo harías, así que piensa bien rubiales- sonríe y me pasa el brazo por los hombros abrazándome.

-Lena, no eres mi guerrera, de eso estoy seguro, algo dentro de mí me lo dice, no sé cual será, pero tú no eres. Lo que quería pedirte es si quieres ser mi hermanita pequeña guerrera loca- me mira con esos ojazos azules.

-Ooooh que mono y cursi que eres hermanito – sonrío y le guiño un ojo.

Desde ese momento Dario y yo íbamos a ser inseparables, le dí mi número de télefono, facebook, instagram y todas las redes sociales imaginables y él hizo lo mismo, me acompañó hasta mi cabaña y siguió diciéndome que no me preocupara por lo de mi don, que al día siguiente hablara con Victoria y que aclaráramos las cosas, me dio un abrazo y un beso en la frente y se marchó. Entre en la cama con una sonrisita en la cara, pasé de no tener nada, a tener seis hermanas y ahora he pasado de tener seis hermanas a tener seis hermanas y un hermano.

El metal de mi corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora