꒰ Irina ꒱
Max, en simples palabras, era un atrevido gato naranja. Nació en una familia sumamente religiosa, así que sus padres impartían reglas y prohibiciones que durante algunos años lo hicieron esconderse del mundo exterior. Ellos creían que un hijo varón necesitaba ser fuerte, rudo y capaz de formar una familia. Y que el amor era solo para sus creencias. Pero Max solo era un chico gay a punto de rebelarse. En ese entonces él ni siquiera entendía porque odiaba la sola idea de ser como sus padres, hasta que finalmente se sintió capaz de descubrirlo.
Y por primera vez en su vida fue libre.
Cuando lo conocí, comprendí perfectamente sus razones para alejarse de ellos. Max se sentía solo incluso si a su alrededor estaban sus propios padres o la numerosa gente de la iglesia a la que asistía cada domingo. Porque sabía que ninguno se sentiría lo suficientemente orgulloso de lo que en realidad era.
¿Y qué era realmente Max?
Muy aparte de ser coqueto, su personalidad era como el mismísimo Sol. Brillante, energético y cálido. Declarado abominable por sus padres por el simple hecho de ser gay, Max solo tenía un deseo: quería ser fielmente amado. Por eso llevaba más de dos años en búsqueda de su amor eterno. Él creía que el amor era la fuerza más poderosa del universo, que ni la propia maldad podía vencerla, que todos en la vida necesitamos ser amados para ser finalmente felices.
Max era un amante empedernido del romance. Y sus creencias iban más allá de las coincidencias.
—Así que tú eres el adorable alienígena que le propuso matrimonio a mi queridísima Irina, ¿verdad? —dejó en un rincón la enorme caja de leche descremada y alisó su arrugada camisa—. Es un gusto conocerte, soy Max. Puedes llamarme Maxi, Maximiliano o el amor de tu vida. ¡Da igual! Estoy para ser amado
Almond sonríe, encantado.
—Eres muy alegre —comenta, entusiasmado después de escucharlo—. Me da gusto conocerte. Maxi. Me llamo Almond
—Almond, Almond. ¡Es un nombre único! Pero muy lindo
Guiña el ojo y, si no fuera porque estaba demasiado cerca de mi jefe y no quisiera quedarme sin trabajo, rodaría los ojos.
—Maxi —chillo— ¿terminaste de coquetear?
—Nena nací para coquetear, así que no frenes mi sabrosura. ¡Déjame vivir!
—Hablando así pareces cubano
—Cubano, colombiano, dominicano, da igual. Hay sabrosura en mi sangre
No me quedó de otra que resoplar.
—Bien, como digas, nene —pero mi torpe intento por imitar su tono de voz cada vez que decía aquel apodo fue un total fracaso—. ¿Para qué tanta leche? Tenemos reserva en el frigorífico para la venta de hoy
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Mi chico de las estrellas #PGP2024
RomanceIrina era una mujer solitaria, pero llevaba una vida sumamente tranquila. Sobre todo, porque prefería ignorar que hace 15 años la vida humana cambió tras el primer contacto con los alienígenas. Y a pesar de las historias de amor entre humanos y alie...