Capitulo II

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Ese día, después de aquel incómodo encuentro, me volví sobre mis pasos hacia mi departamento, suspirando mientras pensaba, "¡Qué grosero! Para ser alguien que acaba de llegar hace un par de días." Traté de no darle muchas vueltas al asunto y me concentré en mis estudios de pediatría; estaba en mi segundo año y tenía mucho trabajo por delante.

Los días pasaban y nuestra relación no mejoraba. Los desacuerdos eran constantes, en gran parte debido a su gato, que se metía a mi departamento para robar comida o romper mis macetas. Aguantaba la situación solo porque era nuevo en el edificio.

Una mañana, salí rápidamente de mi departamento para hacer unos trámites. Cerré la puerta de un portazo, ya que se me había hecho tarde. Al bajar las escaleras, lo vi sentado en los últimos escalones. Respiré hondo y forcé una sonrisa amable mientras lo saludaba por educación. "Buenos días", dije, agarrándome de la baranda. Su mirada perdida no pasó desapercibida, pero estaba apurada y no le di más importancia.

"Buenos días", respondió él, con un tono desganado y una expresión que intentaba ser tranquila. Iba a decirle algo más, pero al ver la hora en el reloj de mi muñeca , me apresuré a bajar las escaleras y me marché.

Tomé el autobús en la parada frente al edificio y me fui a hacer mis trámites sin pensar mucho en lo que había pasado, aunque un poco de curiosidad por su comportamiento persistía en mi mente. No quería involucrarme en sus asuntos, ya que parecía alguien reacio a compartir sus cosas.

Pasé casi toda la mañana haciendo trámites y yendo al supermercado para las compras del mes. Al regresar, me encontré con mi vecina, una mujer mayor de unos setenta años, con un espíritu alegre y bondadoso. Nos quedamos charlando un rato, ella siempre tenía historias interesantes que contar.

Pasaron tres o cuatro días y no lo había visto salir de su departamento. Esta ausencia comenzó a inquietarme. A pesar de que nuestras interacciones habían sido mínimas y generalmente desagradables, no podía evitar sentir una extraña preocupación por él. No sabía por qué, pero su comportamiento reciente me tenía intrigada.

Una tarde, mientras preparaba una tarta de fresas, no pude evitar pensar en él. Decidí llevarle una porción, quizás como una forma de romper el hielo y ver cómo estaba. También le llevé un taper con una porción a mi vecina, quien me comentó que tampoco lo había visto salir en varios días. La última vez que lo vio fue una noche, cuando volvió con una bolsa de compras.
Con un pequeño taper de tarta en la mano, me planté frente a su puerta, cuestionándome por qué estaba haciendo esto. "¿Por qué me importa tanto?", me preguntaba mientras suspiraba. Toqué suavemente la puerta y esperé.

La puerta se abrió ligeramente, y él se asomó con su cabello negro desordenado y una camiseta holgada. "Hola... ¿Necesitas algo?", dijo, apoyado en el marco de la puerta, con una mirada cansada que sugería noches sin dormir.
"Hola..No,no nada..", respondí, extendiéndole el taper. "Quería traerte esto. Preparé una tarta y era demasiada para mí sola, así que pensé en compartirla contigo, si te apetece."

Él tomó el taper, claramente confundido, y asintió con la cabeza. "Y... Sé que no es de mi incumbencia, pero, ¿estás bien? No te he visto salir en varios días. No quiero entrometerme, pero..."

"Todo está bien, todo en orden", dijo con un tono tranquilo, aunque su aspecto decía lo contrario.

"Bueno, genial... Si necesitas algo, no dudes en avisarme. Somos vecinos, y...", dije con una sonrisa, intentando aliviar la tensión.

podía ver su mirada cansada como si no hubiera podido dormir bien, "Mira,  si es por lo de mi gato, esta bien.. ¿Cuanto dinero quieres por tus macetas rotas?.. Ya voy a conseguirle un nuevo dueño.. ", me dijo el dejándome bastante perpleja y confundida.

" Eh.. Oh no, no es por eso", dije tranquila mirándolo mientras extendía mis brazos hacia el llevándole el taper con torta

"Está bien", respondió él sin muchas ganas de hablar un poco confundido por mi respuesta mientras tomaba el taper con la porción de torta.
Mi mirada se desvió por un momento y noté unas cicatrices visibles en su antebrazo, lo que me dejó desconcertada.

"Bueno, si era solo eso, está bien...Y gracias", dijo, mirándome serio y cansado pero con una pequeña sonrisa. Asentí con la cabeza y él cerró la puerta suavemente.

Me quedé allí, sintiendo una mezcla de emociones y una preocupación palpable. Mientras volvía a mi departamento, no podía dejar de pensar, "No es mi problema... Pero...", repetía en mi mente, tratando de encontrar una forma de entender lo que realmente estaba ocurriendo, mientras me debatía internamente.

Luz en medio de la tempestad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora