CAPÍTULO 33- KAIRO

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Ito Kairo

2 meses después

El amor es una palabra, un pedacito de utopía.

Mario Benedetti

Para Natasha no fue fácil aceptar que Mateo se había ido, para ningún Sokolov de hecho, pero, aunque ella no lo viera era la mujer más fuerte que había sobre esta tierra. Había pasado por tanto y seguía levantándose ante tantas caídas, el resto del mundo podría decir que mi esposa era débil, pero jodidamente no lo era y yo estaba orgulloso de cada paso que daba. Sobrevivió a una violación, a la casi muerte de su primo, a la muerte de su mejor amiga y a la muerte de su único hermano, y con todo y eso fue capaz de pararse frente a Obed y torturarlo, no dudo y lo hizo sufrir no una sino muchas veces.

Con La Orden, nos encargamos de torturarlo durante una semana entera, cada día utilizábamos una técnica peor que la anterior, el maldito soportó bastante, en parte porque me encargué de mantenerlo con vida, ya que aún le esperaban otros castigos, pero mi mujer le adelanto la muerte. Recordarlo es como volver al día en que vi a mi flor siendo un demonio vengador.

Dos meses atrás...

Una reunión con La Orden me esperaba, teníamos un negocio que cerrar, así que salí de casa dejando a mi mujer y mis hijos. Llevábamos alrededor de una hora discutiendo estupideces, Leonardo quiere un maldito tanque para no sé qué cosa, pero ninguno de nosotros está de acuerdo porque nunca se sabe con qué puede salir ese maldito psicópata. Recibo un cargo a mi cuenta por dieciocho millones de dólares, llego a pensar que estoy viendo mal, pero no, la cifra está allí.

—¿En qué gasta una mujer dieciocho millones de dólares? —murmuro en voz baja, según yo para mí mismo, pero los jefes lograron escucharme.

—¿Qué? —pregunta Emir.

—¿Dieciocho millones? —exclama Leonardo.

—Ryūji, rastrea la transacción dime qué coño compró mi mujer para gastar semejante cantidad.

—Enseguida, Oyabun.

—Valeria una vez compró un auto de cuatro millones, pero hay una diferencia bastante grande con dieciocho millones.

—Si valoramos un envió de drogas o armas de dos millones, estamos hablando de catorce movimientos en esos dieciocho millones —interviene John.

—Las mujeres siempre están comprando cosas finas, probablemente se trate de eso —agrega Emir.

—No importa que haya gastado los dieciocho millones, el dinero va y viene, y nosotros tenemos la suerte de decir que nos sobra, cada semana facturamos alrededor de cincuenta millones. Me interesa saber qué pudo haber comprado para gastar esa cantidad en un solo cargo —digo pensativo.

—Kairo, compró un Pagami —dice Ryūji sonriendo.

—¿QUÉ? —dicen todos al unísono y Alessandro se ahoga con su vodka.

—Solo hay tres en el maldito mundo y son italianos —mi mirada cae en Alessandro y este tiene sus manos levantadas en señal de rendición.

—Fratello, me lo ho chiesto Sara per un'amico. (Hermano, Sara me lo pidió para una amiga).

—Maldito italiano —le digo y él solo se ríe.

Decido llamarla para preguntarle por qué gastar dieciocho millones en un auto, mientras lo hago los idiotas que me acompañan se ríen.

—Te dije que un auto era lo que las hacía gastar —dice Gavrel orgulloso.

Ni bien toma la llamada hago la pregunta, los demás guardan silencio para escuchar su respuesta.

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