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Estaba sentado en mi habitación terminado de leer uno de mis libros de Hogwarts.

De repente, sonido del reloj en la sala de estar anuncio la hora de la cena. Suspire y me levante, preparándome  para enfrentar la charla familiar que nos esperaba en la mesa.

Cuando llegue a la cocina, me encontré con la tía petunia y el tío vernon sentados en la mesa, sus expresiones eran tensas. Dudley estaba en la esquina, jugando con uno de sus nuevos videojuegos, aunque de vez en cuando levantaba la vista con una curiosidad morbosa.

_Siéntate, ordeno el tío vernon, señalando una silla frente a ellos.

Obedecí con una sensación de inquietud creciendo en mi pecho. Había algo en el ambiente que me hacia sentir incomodo, como si estuviera a punto de suceder algo terrible.

_Harry, comenzó la tía petunia, su voz sorprendentemente controlada. _Nos hemos dado cuenta que mantenerte aquí es una carga demasiado pesada.

_Demasiado pesada y costosa, añadió el tío vernon, su rostro enrojecido con cada palabra._ Hoy hemos recibido una oferta que no podemos rechazar.

Una oferta. las palabras resonaron en mi cabeza.¿que oferta podría tener algo que ver conmigo?

_Hemos vendido tus derechos de tutela a un hombre, dijo la tía petunia, sin mirarme a los ojos. _Nos ha pagado una suma considerable de dinero para llevarte a otro lugar.

El mundo pareció detenerse por un momento. sentí que el aire se escapaba de mis pulmones. ¿Me habían vendido?¿como si fuera una simple mercancía?

_¿Que... que quieren decir? logre preguntar,con mi voz apena un susurro.

_Exactamente lo que escuchaste, dijo el tío vernon, con una sonrisa de satisfacción que me helo la sangre._ Nos han pagado una fortuna por deshacernos de ti. _En dos horas vendrán a recogerte. Tienes ese tiempo para empacar tus cosas.

El miedo se apodero de mi. No podía creerlo. ¿quien era esa persona?

_¿Quien es?¿Quien me había comprado?, pregunte, mi voz temblando de miedo y confusión.

_No es asunto tuyo, respondió la tía petunia fríamente._ Ahora ve y empaca tus cosas._ No hagas preguntas y no causes problemas.

Me levante lentamente, todavía en estado de shock. sentí que mis piernas eran de plomo mientras subía las escaleras de regreso a mi habitación. Mi mente estaba llena de preguntas y temores. No sabia que esperar, pero una cosa estaba clara: mi vida estaba a punto de cambiar de manera drástica y aterradora.

Comencé a empacar mis pocas pertenecías, con mis manos temblando. Guarde mis túnicas de Hogwarts, mi varita, y el pequeño álbum de fotos de mis padres que Hagrid me había dado. Cada objeto que guardaba me hacia sentir mas desesperado. No podía dejar de pensar en el hombre misterioso que venia a buscarme. ¿Que quería de mi?¿por que había pagado tanto dinero?

cada minuto que pasaba, el tiempo se agotaba. Mire alrededor de mi pequeña habitación por ultima vez, preguntándome si algún día volvería a ver este lugar. Aunque no era un hogar amoroso, al menos era conocido. Ahora me dirigía hacia lo desconocido, con nada mas que miedo y preguntas sin repuesta.

Baje las escaleras lentamente, arrastrando mi maleta. La tía petunia y el tío vernon estaban en la sala de estar, ignorándome deliberadamente. Dudley me lanzo una mirada burlona y regreso a su video juego. Me senté en el recibidor, esperando. cada tic-tac del reloj en la pared parecía resonar mas fuerte que el anterior.

Finalmente, el sonido de un coche deteniéndose frente a la casa rompió el silencio. Mi corazón latía con fuerza mientras me ponía de pie, esperando lo inevitable. La puerta se abrió lentamente, y un hombre alto, con una capa negra y una expresión severa, entro en la casa. No lo reconocí, pero había algo en su mirada que me helaba la sangre.

_Harry Potter, dijo el hombre. _Es hora de irnos.

Mire a la tía petunia y al tío vernon por ultima vez. No había despedidas, no había palabras amables. Solo una satisfacción cruel en sus rostros. Asentí con la cabeza y recogí mi maleta.

Mientras salia de la casa, el hombre me miro con una mezcla de curiosidad, camine hacia el coche mientras mi corazón latía con mucha fuerza. En cuestión de segundo el coche  arranco. No sabia que me esperaba, pero un cosa era segura: el futuro era incierto.

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Mi corazón aun latía con fuerza cuando entre en la elegante oficina, guiado por el hombre que me había comprado como si fuera poco mas que una mercancía. 

_Por favor, entre a la chimenea, el hombre me insto con una voz serena.señalando hacia el lugar encendido con gesto imperativo.

 Sin comprender del todo lo que estaba por venir, avance hacia la chimenea, preguntándome que me deparaba  al otro lado del fuego. de repente fui lanzado a través del fuego y emergí en un lugar completamente desconocido.

Mis pies aterrizaron con un suave golpe sobre un suelo de mármol pulido, y al levantar la vista, me encontré en una hermosa oficina decorada con tonos oscuros y muebles de diseño impecable. pero lo que mas llamo mi atención fue la persona que entro con una presencia impotente: Lucius Malfoy.

_Harry Potter, dijo con su distintiva voz fría, su mirada penetrante clavada en la mía. _Bienvenido a la Mansión Malfoy.

Mis pensamientos se agitaron mientras luchaba por asimilar la situación. ¿Que hacia yo en la Mansión Malfoy?¿Y que esperaba este hombre tan influyente en el mundo mágico?

Pero antes de pudiera articular una pregunta, Lucius Malfoy extendió hacia mi un documento que sostenía en su mano enguantada. _Firma esto, ordeno con una autoridad innegable.

Mis ojos recorrieron las lineas del papel, y mi corazón dio un vuelco cuando comprendí su contenido. Era un contrato de compromiso, declarando que aceptaba ser el prometido de Draco Malfoy y que nos casaríamos una vez alcance la mayoría de edad.

La revelación me dejo sin aliento, mi mente luchando por comprender la magnitud de lo que esta sucediendo. ¿Como podría ser esto real?¿Como podían decidir mi destino de esta manera, como si fuera una simple pieza en su macabro juego de poder y prestigio?

Mire a Lucius Malfoy en busca de alguna señal, alguna pista sobre sus verdaderas intenciones. pero en sus ojos grises solo encontré una determinación fría y sin piedad, una certeza implacable de que este era el curso de acción que debía seguirse.

Con manos temblorosas, tome la pluma que me ofrecía y firme mi Nombre en el contrato, sellando mi destino con una sola palabra. A medida que la tinta se secaba sobre el papel, sentí que una nueva realidad se abría ante mi, una en la que mi vida ya no me pertenecía, si no que estaba en manos de aquellos que tenían el poder de decidir mi destino.























































El CompromisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora