Capítulo 30

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Capítulo 30



—Te quería pedir disculpas. —dijo luego de que Celeste apareciera en el lumbar de la puerta un momento después de tocar el timbre.

La mujer le sonrió cálidamente como siempre lo hacía. Esa mañana Khata se sentía más tranquila gracias a todo lo que Baran le había, por lo que decidió ir a visitar a los Echeverría luego del percance.
Se encontraba en paz con ella misma y creyó absolutamente todo lo que el hombre que la volvía loca le dijo ya que se había encontrado a Barbara en los pasillos de la hacienda pero ésta la saludó como si nada hubiera pasado entre ellas la noche anterior. No sabía que cosa le había dicho Baran pero había funcionado y esperaba que las cosas siguieran así.

—Supongo que tuviste un percance. —su sonrisa le hizo saber que lo decía sinceramente. —Igual podemos dejar la invitación para otro momento.

La joven asintió meditando si contar o no la razón de su falta.

—Eso me gustaría, lo digo de verdad. —apretó una de sus mangas con nerviosismo. —Estoy muy apenada contigo.

—Khata, hola. —la voz de Keith llegó a ella antes de retirarse haciendo con ellos que quedara fija en su sitio. —Que alegría tenerte por acá. —sus ojos los cuales compartían el mismo color la observaron fijamente.

—Un gusto verlo, Keith. —sonrió logrando que el hoyuelo tan distintivo de su mejilla saliera a relucir y para su sorpresa el hombre le devolvió el gesto mostrando otra similitud entre ellos.

Un silencio incómodo vino después del saludo. Khata paseó su mirada por cada uno de los presentes sin saber que más decir al respecto.

—Khata vino a disculparse por la merienda de ayer. —Celeste habló salvando la situación. —Es una pena que no haya podido venir ya que mis hijos y yo te esperamos muy emocionados.

—Es que tuve un pequeño accidente. —levantó su manga para mostrarles la venda, queriendo justificarse.

—¡Santo Dios! —exclamó la mujer tomándole el brazo con delicadeza. —¿Cómo te hiciste tal cosa?

Khata negó con una débil sonrisa, le parecía tierno la preocupación de la mujer pero muy innecesaria a decir verdad.

—Fue en las caballerizas, pero solo ha sido un rasguño exagerado. —volvió a poner la manga en su lugar. —Baran estaba un poco paranoico y creyó que lo mejor sería descansar el resto del día.

—Y tiene razón, deberías estar de reposo en este momento. —Keith habló con voz calmada.

—Tenía que venir. Ni siquiera tenía su número de celular para avisar la situación y de verdad me sentía mal por dejarles plantado.

—Te repito que no tienes de que preocuparte, cariño. —Celeste habló con su distintiva voz dulce haciéndola sentirse cómoda en cuestión de segundos. —Lo principal es que estes bien.

—Pero  podrías quedarte a almorzar. —el hombre a su lado propuso con rapidez. —Seria un gusto aprovechando que estamos todos en casa hoy y luego yo mismo me ofrezco llevarte a tu casa.

La joven meditó un par de segundos para luego aceptar la invitación. Ya estaba ahí y aunque en ocasiones habían momentos incómodos no podía negar que una parte de ella se sentía agusto en ese lugar.

—¡Katerine! —la voz de Kaleb la saludó luego de entrar al salón segundos después.

Tenía una sonrisa amplia en el rostro mientras caminaba en su dirección a dejarle besos en cada una de sus mejillas.

—Mi nombre es Katha. —dijo sonriéndole en un intento por no sonar grosera.

El joven volteó los ojos con dramatismo.

Khata ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora