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|Una libertad secreta se abre a través de una grieta que apenas se puede ver|

A los cuatro años de edad, Emma podía mantener un hilo conversacional por muchas horas. No era la típica niña que preguntaba un "por qué" vez tras vez debido a que la comprensión que tenía a su edad no diera para mucho. A Emma podría explicársele cómo funciona una caja de música y ella podría entender mejor de lo que lo haría un adolescente sumido en sus líos, hasta explicarle que la vida después de la muerte, era algo real.

Ella lo había entendido al preguntárselo directamente, a la que por mucho tiempo, sus padres habían dicho solo se trataba de una amiga imaginaria.

—Sabes, mamá y papá dicen que no debería ser tu amiga. ¿Es que eres una mala persona? Oh, perdona. Se corrigió a sí misma, aunque no tuviera una razón realmente justificable para hacerlo al tratarse de la curiosidad en ella hablando. Lo que quise decir, es si... ¿eres un fantasma malo?

La traslúcida figura de una hermosa mujer se encontraba sentada en el suelo de la habitación de aquella tierna infante, tratando de no reír ante las ocurrencias de la pequeña pelinaranja. —No. No soy una mala chica.

—Hmm ya veo. Comentó la pequeña Emma mientras fruncía su diminuto ceño y se mordía la punta de su diminuto pulgar. Siempre que hacía aquello, podía deducirse que la chiquilla estaba tratando de deducir algo muy importante.

—Posiblemente se deba a que muy pocas personas pueden verme. Ellos, por ejemplo, no pueden hacerlo, ¿cierto?

Concluyendo que había mucha lógica tras esas palabras, Emma niega en respuesta. —No. Ellos no lo hacen.

—A lo mejor eso les asusta.

—¿Y por qué habría de asustarles? No tiene sentido. Tú no quieres lastimarnos.

—Bueno, las personas suelen temerle a aquello que saben que existe, pero que no pueden ver.

Antes de que aquel ente pudiera decir algo, Emma ya estaba soltando todas sus "teorías". —Es como decir que la gente le tiene miedo al viento, solo porque no lo vean.

Ante aquel argumento, no supo qué contestar. —En eso tienes razón. Qué chica tan lista eres, Emma.

↪♥↩

Emma se encuentra recostada en la cama. Puede deducirlo cuando se siente cómodamente recostada en un extraño, pulcro y agradable colchón. Acaba de abrir los ojos y ya se siente un poco perdida y mareada, como si la cama diera vueltas junto con ella. 

Es capaz de notar que las paredes de la habitación están pintadas de un tono pastel, aunque ahora ya bastante descolorido; el cuarto en el que se encuentra es bastante amplio. De hecho, la cama es muy confortable. Las sábanas de seda las reconoce como suyas, pero a pesar de ello, se siente perdida. ¿Qué hace ahí?

Coloca sus brazos sobre los costados del colchón para darse un pequeño impulso y levantarse, pero al momento de hacer ese pequeño esfuerzo, su cuerpo lo resiente.

No niega el que su cabeza le duela, y duele horrores, incluso se siente un poco magullada por partes de las que no recordaba siquiera haberse golpeado antes. Aquella sensación le hace recordar los anteriores hechos: se había caído de las escaleras en la mansión a la que habían ido, de ahí la razón del por qué estaba tan lastimada.

Cuando logra levantarse, la sábana que la cubre, inmediatamente se desliza de sus hombros y se enrolla lentamente hasta su cintura, descubriendo así que ella ya tiene puesta su propia pijama. Al momento, entra en la habitación su novio, Ray.

Hierofanías y Psicofonías de Amor [TPN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora