Mi lugar favorito siempre fue el mercado, porque era el único sitio en el que el ejército de sombras no frecuentaba, ya que estaban demasiado ocupados absorbiendo las almas de los pobres pueblerinos que se dedicaban a robar para poder alimentarse en los suburbios. Aún recuerdo cómo Emmie me tapaba los oídos mientras me abrazaba para amortiguar el sonido de los gritos. Ella siempre me susurraba una frase que me armaba de valor y miedo al mismo tiempo: "Tú naciste para acabar con esto, Nyx. Gracias a tu existencia, aún hay esperanza. Patearás sus traseros y les enseñarás que no se siembra orden absorbiendo almas."
El mercado estaba en plena ebullición, un laberinto de puestos coloridos y ruidosos vendedores. Con mi capa oscura cubriéndome el rostro, me mezclaba entre la multitud, sintiendo el bullicio y el aroma de las especias y frutas frescas. Mi misión era sencilla: adquirir provisiones sin llamar la atención y volver a casa antes de que a Emmie le diera un infarto. Sin embargo, el destino tenía otros planes.
El sol de la tarde brillaba con fuerza, bañando el mercado en una luz dorada que hacía brillar las telas y los metales expuestos en los puestos. Los vendedores gritaban sus ofertas, intentando atraer a los compradores con promesas de precios bajos y productos de la mejor calidad. Los niños corrían entre las piernas de los adultos, riendo y jugando, mientras las madres regateaban por un mejor precio para las verduras. El aire estaba lleno de una mezcla embriagadora de olores: el aroma picante de las especias, la dulzura de las frutas maduras, el olor salado del pescado fresco y el perfume de las flores.
Me deslicé por los estrechos pasillos entre los puestos, sintiendo el roce de las telas suaves y viendo el brillo de las joyas. Los colores eran vibrantes, un festín para los ojos. Los vendedores me dirigían miradas inquisitivas, algunos intentando captar mi atención, otros observándome con desconfianza debido a la capa que cubría mi rostro. En cada paso que daba, intentaba mantenerme tranquila y discreta, sabiendo que cualquier pequeño error podría atraer la atención indeseada. Mis poderes siempre fueron una gran incógnita para mí; Emmie siempre me dijo que los poderes de los Asher siempre tenían un momento clave para ser totalmente activados. Cada Asher tenía una experiencia diferente. Yo solo esperaba que la mía empezara pronto, porque la telequinesis mal controlada y el aura diferente que desprende mi cuerpo no me serían muy útiles para acabar con las sombras.
Me detuve en un puesto de especias, observando los montones de polvos de colores brillantes. Las especias estaban dispuestas en pequeños montículos perfectamente formados, cada una con su propio aroma distintivo. Me incliné para oler una mezcla de canela y clavo, sintiendo el calor que desprendían las especias. La mujer detrás del puesto me miró con una sonrisa amigable.
-¿Te gustaría probar un poco, querida? -me preguntó con amabilidad.
Asentí ligeramente, dejando que ella me ofreciera una pequeña muestra. El sabor era fuerte y picante, llenando mi boca con un calor agradable. Mientras hablábamos sobre las diferentes especias que tenía a la venta, mantuve una oreja atenta a los sonidos del mercado, siempre alerta.
El bullicio a mi alrededor era reconfortante, un recordatorio de la vida cotidiana que continuaba a pesar de las sombras que se cernían sobre nosotros. El sonido de las monedas tintineando, las conversaciones animadas y las risas de los niños creaban una sinfonía de normalidad. Pero en medio de esa normalidad, sentía una tensión constante, una alerta que no me permitía relajarme del todo.
De repente, un murmullo inquietante recorrió el mercado, como una ola de tensión palpable. Los pueblerinos, que hasta hace poco se movían despreocupados, comenzaron a apartarse, abriendo paso a alguien cuya presencia inspiraba miedo y respeto. Sentí un escalofrío antes de ver siquiera de quién se trataba. Alcé la vista y lo vi.
Raden, el príncipe de las sombras, avanzaba con paso lento y seguro, como si el mercado entero le perteneciera. Alto y de complexión atlética, su figura emanaba una fuerza contenida y peligrosa. Su cabello oscuro caía en mechones ligeramente desordenados alrededor de un rostro de rasgos afilados y perfectos, con pómulos marcados y una mandíbula fuerte. Sus ojos, de un azul profundo y frío, parecían capaces de atravesar el alma de cualquiera que se atreviera a mirarlo directamente. Eran como dos pozos sin fondo, brillando con una intensidad inquietante.
La armadura ligera que llevaba, decorada con símbolos de la realeza de las sombras, se ajustaba perfectamente a su cuerpo, destacando cada músculo bien definido. Su capa negra ondeaba a su espalda, aumentando su aura de poder y misterio. Los pueblerinos se inclinaban o retrocedían a su paso, susurrando temerosos y bajando la mirada para evitar su escrutinio. Un aire de silencio reverente y miedo se extendió por el mercado mientras él avanzaba, convirtiendo el lugar bullicioso en una escena casi solemne.
Observándolo desde la sombra de un puesto de especias, sentí una mezcla de odio y fascinación. La oscuridad y el atractivo de Raden eran innegables, pero también lo era el peligro que representaba y quién era su padre. Debía mantenerme oculta, pero algo en su mirada me hizo quedarme quieta, observándolo más de lo que era prudente.
Raden se detuvo frente a un comerciante, un hombre mayor con la piel curtida por el sol y los años de trabajo. El comerciante temblaba visiblemente, sus manos se aferraban nerviosamente a un trozo de tela. La voz del príncipe, profunda y autoritaria, resonó en el aire cargado del mercado.
-Busco a alguien. Un hombre joven, con un cesto en cada mano, más específicamente un ladrón. ¿Lo has visto?
El comerciante negó frenéticamente con la cabeza, sus palabras tropezando en el apuro por responder.
-N-no, su alteza, no he visto a nadie así -balbuceó, su voz apenas audible.
Raden lo observó por un momento, sus ojos azules escrutando cada gesto del comerciante. Luego, sin más preámbulos, siguió caminando, dejando al hombre al borde del colapso. Los pueblerinos no osaban moverse, susurrando entre ellos sobre la razón de la visita del príncipe.
Sentí que mi corazón se aceleraba. Debía moverme, debía salir de allí antes de que Raden me notara. Sin embargo, al intentar alejarme disimuladamente, tropecé ligeramente con un barril, haciendo ruido. La cabeza de Raden se giró instantáneamente hacia el sonido.
Nuestras miradas se cruzaron. Mis ojos, ocultos en la sombra de mi capucha, se encontraron con los de Raden. En ese instante, el tiempo pareció detenerse. Él me observó con una mezcla de curiosidad y algo más profundo, una chispa de reconocimiento quizás. Sentí un estremecimiento, sabiendo que aquel encuentro era el comienzo de algo inevitable.
Raden avanzó hacia mí, sus pasos firmes resonando en el silencio que se había formado a su alrededor. Los pueblerinos observaban con temor, alejándose aún más. Cada uno de sus movimientos estaba cargado de una gracia letal, una presencia que hacía que el aire mismo pareciera vibrar con tensión. A medida que se acercaba, podía notar más detalles: las finas líneas de preocupación en su frente, la sombra ligera de la barba en su mandíbula, y una cicatriz casi imperceptible en su ceja izquierda que solo añadía a su aura de peligro.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, el príncipe habló, su voz suave pero cargada de poder.
-Retírate la capucha -ordenó, sus ojos escudriñándome con una intensidad que me hizo temblar.
Respirando hondo, me obligué a mantener la calma. No podía permitirme mostrar miedo. Retiré mi capa oscura de mi frente y dejé caer los mechones oscuros por mi frente.
-Solo soy una compradora más -respondí, mi voz firme aunque mi interior temblara.
Raden me miró por un momento más largo, como si intentara descifrar un enigma complejo. La cercanía permitió que pudiera ver detalles que antes habían pasado desapercibidos: la finura de su piel, el brillo calculador en sus ojos y la forma en que sus labios se curvaban ligeramente al estudiarme. Finalmente, una leve sonrisa, fría y peligrosa, curvó sus labios.
-Interesante. -Fue todo lo que dijo antes de dar media vuelta y continuar su recorrido, dejándome con el corazón latiendo desbocado y una sensación de que mi vida acababa de cambiar para siempre.
Mientras se alejaba, supe que nuestro camino volvería a cruzarse. Y cuando eso ocurriera, estaría preparada. La determinación crecía en mi interior; cada encuentro con Raden sería una prueba de mi fortaleza y de mi capacidad para mantener mi verdadero propósito
oculto hasta el momento adecuado. Con un último vistazo a la figura del príncipe, desapareciendo entre la multitud, me giré y me dirigí hacia la salida del mercado, más consciente que nunca de la fragilidad de mi situación y de la fuerza que necesitaría para enfrentar al padre del príncipe.
Que es lo que le habrá parecido tan interesante al príncipe de las sombras?
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Sombra y fuego (#PGP2024)
FantasyEn el corazón del reino de Darkwood yacía un pueblo legendario, una vez gobernado por los Asher, seres de cabello rojo fuego y poderes inigualables capaces de mantener la armonía en todo el reino. Durante siglos, cada década, un Asher nacía para rei...