XLII. Promesas rotas.

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—Podrás encontrar todo lo que necesites aquí, y para lo que no, basta con pedírmelo a mí—dijo Gaara, después de mostrarle la habitación donde se quedaría. Sakura miró el lugar por varios segundos, esperando que Gaara se hubiese equivocado de habitación. A pesar de ser un lugar relativamente sencillo, estaba muy bonito, adornado con distintas plantas desérticas que le daban esa vibra exótica que caracterizaba al País de la Arena.

— ¿Debería pedir por el Kazekage cuando no encuentre un par de sandalias? —se burló Sakura, alzando una ceja en su dirección.

—Sí, deberías—sonrió Gaara; Sakura sintió por un momento que el corazón se le detuvo al contemplarlo. Comenzaba a sentirse especial ante el trato del chico, pues al ser tan reservado, era raro que algo así sucediera, lo sabía, ella solo había visto esas sonrisas antes dirigidas solamente a Naruto.

—No te molestaría por algo tan tonto—barbulló, apartando la mirada de él antes de que sus ojos turquesa la terminaran absorbiendo por completo—. Solo necesito algo sencillo para cambiarme y un poco de agua para limpiar mi cuerpo, siento que me bañé en tierra.

—Solo es la arena.

Ella volteó de inmediato a él, avergonzada—. ¡No me estoy quejando de tu hogar, para nada! —afirmó. Gaara la miró confundido. Sakura sintió que de pronto las mejillas se colorearon por completo—. ¡Es solo que no me he bañado en días! ¡No es que me queje de la arena o algo así! ¡Este es un buen sitio! ¡Ahora que no tengo hogar sería grandioso mudarme aquí!

— ¿De verdad te gustaría? —preguntó Gaara, poniendo un rostro que Sakura nunca miró ni siquiera en su anterior vida. Lucía contento, de alguna forma tan linda que podrían capturar ese rostro en un lienzo y jamás llegar a igualarlo. Ella por pura inercia asintió con la cabeza, contemplándolo con una expresión boba en el rostro—. Sería agradable tenerte aquí por siempre.

La boca de Sakura entonces comenzó a temblar.

— ¡Tomaré una ducha así que tienes que salir de aquí, Gaara-san! —gritó, buscando empujarlo fuera de la habitación, la arena de Gaara no se lo permitió.

—Es bueno ver que a pesar de todo conservas tu animo—dijo él, mucho más tranquilo. Después de toda la información aglomerada en su mente, pensó que ella no pararía de llorar por mucho tiempo, como cuando la encontró. Pero ella era Sakura Haruno después de todo, la chica que sin ningún miedo se acercó a él, tendiéndole una mano para ir a comer un plato de ramen.

Sakura desvió la mirada, abrazando un poco su cuerpo.

—Gaara-san, ¿puedo preguntarte algo?

—Por supuesto.

— ¿Cuál fue tu motivo? —cuestionó, clavando los ojos esmeraldas en los turquesas de él. — ¿Por qué aceptaste esto? No quiero decir que era tu responsabilidad detenerlo, ni mucho menos que fueras a la guerra por llevar la contra, solo quiero saber... cuál fue tu motivo para estar aquí ahora.

Gaara miró de reojo, sabía que Naruto estaba detrás de algún muro escuchando, esperando por Sakura. Era demasiado predecible, ahora que la tenía tan cerca después de tanto tiempo, el miedo de volver a perderla se volvería cada vez más asfixiante.

—Me pediste ser un amigo para él—contestó luego de unos segundos. Sakura lo observó sorprendida—. Es lo que he intentado hacer todo este tiempo, y lo que seguiré haciendo incluso si tu decides marcharte de nuevo.

—Hay cosas que incluso un amigo no debería permitir.

—Y hay otras que no podemos evitar por más que queramos. Cada uno es dueño de las decisiones que toma, como un barco que decide navegar hacia la tormenta; podemos gritar advertencias desde la orilla, pero al final, debemos aceptar que cada capitán tiene su propio rumbo, aunque duela verlo naufragar.

No me enamoraré en está vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora