3. Lo que realmente pasó en Buenos Aires

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Está de vuelta en Buenos Aires, pero no está solo.

Su inminente celo está a la vuelta de la esquina y lo deja mimoso y sensible, pero Juani es un buen alfa y cuida de él. A pesar de estar de vuelta en su ciudad por primera vez en un buen tiempo no tiene ganas de salir ni de ver a nadie que no sea su alfa, todo lo que quiere hacer es estar calentito y siendo mimado, y así es exactamente como Juani lo tiene todo el tiempo.

Coloca un parche anticonceptivo sobre su abdomen y le deja claro que es libre de ver a sus familiares y amigos, que no tiene que estar todos los días con él aunque su omega interno lo desee, pero el alfa es sorprendentemente reacio a dejarlo solo. Únicamente está fuera media mañana cuando llevan dos días en la ciudad para ver a sus padres y aún así regresa rápidamente y está con él hacia la hora de comer.

Le trae su comida favorita y lo sienta en su regazo mientras comen y ven una película de su elección, y podría ronronear por lo mimado que se siente, pero no lo hace, cohibido.

—Creí que comerías donde tú mamá —dice, tanteando al alfa, aunque le encanta estar en sus brazos.

—Iba a hacerlo —le contesta el alfa, terminando su plato y abrazándolo más cerca— pero nada es más importante que mi omega. Tu celo podría estar acá en cualquier momento y no quiero que estés solo cuando pase.

Asiente, todo sonrojado y termina de comer también. Se acurruca con su alfa y aunque la televisión sigue puesta ninguno de los dos le hace mucho caso, se dedican principalmente a besarse y Juani le da todos los mimos que necesita. Se queda dormido junto a él en una siesta improvisada y por un momento piensa que así ha de sentirse el amor y tener un buen alfa, pero lo deshecha rápidamente. Solo está sensible por su celo, seguro.

Cuando se despierta las manos de Juani siguen en su cintura, pero él tiene calor, mucho calor. El aliento del alfa sobre su cuello lo empeora y sale de sus brazos, sintiéndose casi febril y su mente está nublada.

Se tambalea cuando se pone de pie y se dirige hacia el baño, pero unas manos lo interceptan a medio camino y gime cuando siente como lo envuelve el aroma a caramelo y frambuesa que tanto le gusta.

—Alfa... —murmura, aún sin comprender del todo lo que le pasa, hasta que Juani lo pega a su cuerpo y besa su cuello, pasando su lengua por su glándula y se avergüenza de como se moja ante ese simple gesto.

—Mi omega, que bien que hueles... —susurra el alfa a sus espaldas y sus manos se cuelan por debajo de su camiseta, rozando la piel desnuda de su abdomen— Sos tan sexy, me encantas y mas oliendo así...

Se gira en sus brazos, quedando cara a cara y tiembla cuando ve esos ojos azules cargados de deseo.

Deseo por él.

—¿Huelo rico para vos, alfa? —pregunta, tentándolo al extender el cuello para él, y el agarre de Juani se vuelve mucho más posesivo.

—Hueles a que sos mío —le dice, lanzándose a por su boca y dándole un beso que lo deja aún más húmedo— Hueles a que me voy a pasar la semana entera cogiéndote, mío, sos todo mío...

Gime cuando Juani lo carga y sus piernas se enredan en su cintura, y busca activamente sus labios. Se siente seguro con ese alfa y quiere que le haga exactamente lo que le dice que hará, lo quiere entre sus piernas a todas horas.

—Alfa... —murmura, inconexo— Alfa, necesito...

Sigue sensible pero además ahora está caliente y solo hay una cosa que quiere: su alfa. Su alfa besándolo, su alfa acariciándolo y diciéndole lo bien que huele, su alfa teniéndolo en todas las poses y lugares, solo lo quiere a él e incluso en celo nota que Juani se da cuenta de eso por como lo besa y como lo toca. Lo lleva a la cama de forma casi delicada y él suelta un quejido cuando no lo siente inmediatamente encima. Necesita sentir su piel, necesita sus labios sobre los suyos y necesita tenerlo dentro.

A por el omega grandoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora