Epílogo: Para siempre

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Sus hijos tienen tres y cinco años cuando finalmente Enzo llega un día a la casa que comparte con su alfa para darles una noticia más que esperada. Ni siquiera hace falta que hable, su olor habla por sí solo y lo mira todo rojito cuando le abre la puerta y automáticamente registra el cambio en su aroma.

—Enzo, mi precioso... —dice, abrazándolo, y sus manos automáticamente se posan sobre su vientre. El otro omega había anunciado su intención de buscar un cachorro en su próximo celo y su aroma grita que lo ha conseguido— Estoy tan feliz, amor, te mereces toda la felicidad del mundo...

Están íntimamente abrazados, unidos como lo están desde la primera vez que se miraron durante el rodaje y automáticamente se llevaron bien. Él, su alfa y un montón de omegas más son su familia ahora, su manada, aunque su relación con Enzo siempre ha sido un poco especial y ambos alfas son más que conscientes.

Los brazos de Enzo rodean su cuello y él lo besa en los labios, feliz por él.

—Te quiero a mi lado... Te quiero a mi lado durante el embarazo, no quiero hacerlo sin vos, no se sentiría bien... —le dice, todavía rojito, y nunca lo ha visto más bonito que en ese momento.

Acaricia su cintura, rompiendo suavemente el abrazo para invitarlo a pasar y que sus hijos lo saluden. Enzo es prácticamente su familia también y sus hijos lo adoran, les encanta jugar con su cabello y que Enzo los haga volar solo para atraparlos de nuevo en sus brazos.

—Me tendrás todo el tiempo a tu lado, bonito, ya hueles tan rico... —le asegura, colocando una mano en la parte baja de su espalda mientras lo guía al salón— ¿Querés decírselo al resto? ¿Los llamo?

Enzo asiente casi tímidamente y no es habitual verlo así, pero él fue igual en sus dos embarazos y Esteban también, los dos se habían vuelto mucho más sensibles, casi tanto como Blas lo está. El omega de rulos era el más joven de todos cuando se conocieron, pero hace un tiempo que les dijo que estaba listo, una vez pasados cinco años y llevando tres casado con su alfa Valentino.

Ronronea, pensando que al final Enzo siempre tiene razón: los alfas chiquitos son los mejores.

—Toma, precioso —dice tendiéndole su té favorito, y Enzo ronronea para él ante el gesto de cariño. Para cuando su manada llega, tiene al omega embarazado prácticamente encima suyo mientras le acaricia el cabello y Enzo se deja mimar por él, ronroneando ante sus mimos y atenciones.

Ni siquiera hace falta que digan nada, en cuanto Esteban llega con Fran suelta un chillido y corre a abrazarlo, tan feliz por Enzo como él mismo lo está. Simón y Andy se unen a ese abrazo junto con Pipe y Santi, disfrutando de la unión de manada.

—Vení, bonito —le dice a Blas, el único que no se ha unido a ese abrazo porque su abultado vientre se lo impide, pero toma tímidamente su mano y deja que todos lo envuelvan también, adaptándose a él y se fija en las manos protectoras de Enzo en el vientre del otro omega.

Oye un ronroneo cerca suyo y distingue el aroma a peonías de Valentino. Mira a su omega con un amor que conoce muy bien, el mismo tipo de mirada que Juani siempre le dirige. Sabe que pone una sonrisa de tonto cada vez que piensa en su alfa, han pasado casi seis años desde aquella primera noche y siguen estúpidamente enamorados el uno del otro, en su propia burbuja de amor. Han hablado tímidamente sobre tener otro cachorro más en el futuro y no lo descarta, pero por el momento tiene suficiente entre sus dos hijos pequeños que consumen la gran mayoría del tiempo que no está inmerso en rodajes.

—Estoy tan enamorado... —le dice suavemente Valentino, y él le tiende la mano también para que se una al abrazo, cosa que hace. Lo besa en la mejilla, la confianza entre los alfas de sus omegas y él es otra cosa en esos momentos y el alfa sonríe, encantado de ser apreciado de esa forma.

A por el omega grandoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora