Satoru estaba en un dilema de amor odio, más odio que amor. Todo mientras se tenía que volver a bañar, asegurándose que nada quedara encima, debajo o en su pelo.
"¡Pinche morro muerto de hambre, come cuando hay, color cartón mojado. Yo te hubiera tratado mejor que Mariana Rodríguez, pero no. ¡Siempre tenías que meterte conmigo! Y no sólo a mí, ¡si no con mi pelo ¡idiota!, con mi carita de ángel, mis lentes Ray Ban y hasta mi camisa Donato Ferro!" refunfuñaba por lo bajo. Salió de la ducha secándose furiosamente el cabello, es que, como si no tuviera suficientes males encima Elizabeth II le mordió el cable de la secadora de pelo.
"Pero que sea la última vez que me va a ver la cara de pendejo" aseguró, mirándose el rostro en el espejo.
Al ver su expresión, sintió el ligero miedo de que todo ese estrés le terminara arruinando la piel con feas marcas de expresión y empezó a armarse su rutina de skin care nocturno antes de pasar a su habitación a cambiarse.
Por un momento, muy estúpido, pensó que a lo mejor y si se lo podría quedar. Pero ya estaba seguro, esa cosa se tenía que ir a dónde pertenecía: El negligente sistema público de mocosos sin hogar o resumido el DIF.
Por suerte, Nanami se había quedado en la sala cuidando al pequeño engendro del mal, por lo que no oía sus improperios desde allá.
Nanami por su parte disfrutaba cuidando al pequeñin, le encantaba su carita inocente y cabello pelicular, la forma en que molestaba a Gojo con su inocencia, solo era un chiquito conociendo el mundo y haciendo travesuras comunes. Él nunca se consideró un soñador, pero no le molestaría fantasear con verlo crecer y forjar un adulto de valor para la sociedad.
Ya lo había terminado de bañar en la tina de hidromasaje de Elizabeth, solo le quedaba bajar a limpiar la mesa una vez que lo hubiera secado y vestido.
Soltó un suspiro pesado al pensar en su desempleo. Si esa empresa negrera no quería darle su finiquito estaba bien mientras le redactaran una carta de recomendación. No tenía idea de cuantos meses podría durar en paro y nunca tuvo un plan de contingencia, ni ahorros para durar por su cuenta más de unos días. Debía empezar a repartir hojas de vida cuánto antes. Quizás podría irse a vender tacos con Haibara mientras encontraba algo formal y, en el peor de los casos, regresar a casa de sus papás.
El niño tuvo un pequeño ataque de hipo llamando su atención, Nanami golpeó suavemente su pequeña espalda hasta que paró con algo similar a un pucherito por parte del bebé. Ahí nuevamente se le partió el corazón, si la vida era difícil para él con un título universitario y cédula profesional ¿Qué le esperaba a esa criaturita?
¿Quién le aseguraba que lo iban a adoptar? ¿Y si no? ¿Cómo iba a estudiar? ¿Y si tuviera malas influencias? Cada vez más son los jóvenes que no encuentran trabajo, que en el mejor caso cruzan la frontera en busca de trabajo, en el peor, que terminan de narcos.
Tragó saliva amarga pensando en todos los malos futuros posibles en el país. Un segundo pensamiento apareció en su mente: Podría pedirle ayuda a Gojo para conseguir la custodia del niño. No sería fácil y quizás debería pagar con cuerpo, pero como dijo el grupo Aventura en su famosísima canción: En la vida hay que tomar decisiones.
¿No es eso lo que un padre abnegado haría por su hijo?
Levantó al bebé por debajo de los brazos, poniéndolo a la altura de su cara y mirándolo a los ojos. "Cuándo llegues a grande, seguro vas a querer ser una pendejada como reggaetonero o youtuber; O incluso peor, doctor con este sistema de salud. Pero no te preocupes, como todas las carreras están bien mal pagadas mínimo te voy a convertir en un hombre honrado y trabajador para que te sepas la de no esperanzarte de los subsidios del gobierno." Le dijo con un semblante severo así como un tono serio.
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¡Papá Por Dos!
HumorNanami está a punto de descubrir los límites de su paciencia, el precio de la leche nido y cuán poco es su amor al prójimo.