Parte 12

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El sueño idealista de Satoru terminó en cuanto volvió a su casa para encontrarse con su endemoniada mascota aterrorizando a su empleada doméstica y al niño que lloraba fuertemente a la par. Un comportamiento para nada normal ya que Elizabeth II había sido bien entrenada, pero sería cosa de perros pequeños o algo.

La pobre mujer estaba encaramada en lo alto de una mesa, ya que el perro parecía obsesionado con la idea de morderla. En sus brazos tenía al pequeño mocosillo que habían dejado en la habitación de arriba. Satoru le había enviado un mensaje hacía un buen rato pidiéndole que cuidara al niño, pero afortunadamente, la empleada, siempre obediente mientras le pagaran, no cuestionaba nada.

Satoru trató de calmar al peludo anticristo, le gritó: "¡Elizabeth, quieta!", llamado que a la mimada mascota no pudo haberle importado menos. Solo lo volteó a ver de forma desafiante mientras sus ladridos agudos se volvían más histéricos y agresivos, intentando brincar como pudiera arriba de la mesa.

La empleada, aterrada por el comportamiento endemoniado de un animal que nunca le había hecho nada, intentó dar una patada para evitar que se subiera. El breve momento en que pareció perder el equilibrio estresó al riquillo. "Lupe, por favor no te muevas. No te vayas a descalabrar aquí", porque eso sería un pedote con el Seguro. Su empleada doméstica estaba embarazada de ocho meses y probablemente no debería ni estar trabajando ya, pero eso era decisión suya, necesitaba la chamba, tenía un huerquillo en camino, una morrita en el kinder que mantener y un marido huevón que llevaba como diez años en paro laboral.

Pedos de gente pobre...

Pero debía buscar una solución rápido. Que para resumir encontró tirando una pesada toalla sobre un perro, conteniendo el tiempo suficiente para aventarlo al patio y cerrar la puerta corrediza.

Eso no calma su ira, continúa ladrando pegada al cristal. Está tan enojada que gruñe y le sale espuma por la boca y da vueltas en círculos como un perro del exorcista. Viendo la escena Gojo saca una conclusión rápida.

"Ese pinche morro prieto ya me contagió a mi Elizabeth con rabia", Ahora él estaba molesto. No podía creer la posibilidad de tener que dormir a su fiel compañera, algo más tendría...

Pensaba con frustración cuando el sonido del peso en el cristal de la mesa lo hizo volver a prestarle atención a su empleada. Antes de que se descalabrara, decidió ayudarla a bajar.

"Perdóname, Lupe. No sé por qué Elizabeth se está portando tan mal". Dijo avergonzado.

Su empleada asintió. "No se preocupe, patroncito. No era a mí a la que quería morder, en realidad, ya llevaba rato queriéndole echar carrera a este chamaquito". Aclaró la situación, meciendo al niño prieto con suaves movimientos de arriba abajo intentando calmar su llanto. "¿Y este chiquito quién es? Está bien bonito..."

¿Bonito de dónde? Se preguntó Toru. Para él se veía como todos los otros niños de color económico. Pero bueno, rápidamente inventó algo. "Ah, un niño de chiapas nada más. Ya sabes, me inscribí a uno de esos programas de ayuda social..."

"Qué bondadoso que es usted patrón"; elogió la mujer. "Pero me refería a cómo se llama".

De nuevo la misma pregunta...Gojo lo pensó un poco, no le quería poner un nombre a la chingadera, si total ni que se lo fuese a quedar. Pero no era conveniente referirse a ese como si fuese nada más un objeto, así que intentó ponerle un nombre improvisado.

"Solovino"

"¿Cómo...? ¿Solovino?"

"Si, así como oiste, Solvino"

Porque él no lo había invitado a su casa, lastimosamente, venía con Nanami y sobre eso nada se podía hacer.

La empleada puso una sonrisa forzada intentando ignorar que su patrón era demasiado excéntrico en muchas ocasiones. "Qué nombrecito más original", obviamente le mintió. Si era un nombre de perro ¿Pero quién era para morder la mano que mantenía a su familia?

¡Papá Por Dos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora