Nanami se paró al lado de la carretera para estar visible cuando Satoru pasara por él. Era muy entrada de la noche, de ese dónde por tanta contaminación lumínica ni hay estrellas: Solo autos que pasaban de vez en cuando e iluminaban la carretera pues en ese tramo las luces del alumbrado público ya llevaban meses fundidas y la única luz de la zona eran las luces detrás de él, provenientes de la bodega, pero no volvería a entrar ya que a esas horas robaban. Al otro lado de la carretera había un baldío aún con cintas policiales moviéndose con la brisa de los autos pues ahí hace menos de una semana habían encontrado un cadáver.
Golpeteaba el suelo ansioso sin siquiera atreverse a volver a sacar su celular para ver la hora. Estando solo tan tarde en una calle oscura, se sentía ansioso e inseguro, empezó a mirar a los lados deseando cómo nunca en su vida que ya apareciera Satoru; Y todo porque con su salario miserable aún no le llegaba ni para un auto de tercera mano para movilizarse más fácilmente, y recordando que por trabajar hace mucho que ni a la misa iba, se puso a rezar un padre nuestro pidiendo que había un Dios que todo lo veía que le diera el chance de ver otro día, que le diera fuerza para seguir echándole ganas al jale y que ya le tirara la bendición para que las cosas le empezaran a ir mejor.
Nanami frunció el ceño mientras cierta camioneta blanca con un vagón de tablas se acercó por la carretera. Las luces altas brillaban como faros en medio de la oscuridad de la noche, y el vehículo parecía tambalearse peligrosamente en la carretera con movimientos chuecos. Era evidente que el pendejo que iba manejando estaba pedo. Para empeorar las cosas, la música horrible que traía con las bocinas a todo volumen dándole una terrible jaqueca.
Maldiciendo en voz baja, Nanami apretó los brazos cruzados sobre su pecho en señal de indignación. "Qué gente más puerca, válgame Dios", pensó mientras observaba cómo el conductor arrojaba a la carretera unas bolsas de basura antes de pisar el acelerador y desaparecer en la distancia.
La escena era tan desagradable como irritante, y Nanami estaba a punto de tomar algo más de distancia del lugar cuando un sonido fuerte y aterrador reemplazó la música cacofónica de la camioneta.
El corazón de Nanami dio un vuelco, y sintió cómo la sangre se le helaba en las venas. Hasta su presión arterial bajó de golpe. Trató de mirar en todas direcciones, con una mezcla de temor y curiosidad. ¿De dónde provenía ese sonido escalofriante?
'Cuándo se escucha cerca es que está lejos' pensó de repente, de tal forma que ya no pudo calmarse del espanto mientras con la mano podía sentir que su corazón sedentario andaba acelerado. Miró al cielo pidiéndole ahora a Diosito que ya lo soltara pues, él no era su mejor guerrero ni quería serlo. Más lo que Nanami no sabía es que los tiempos del señor son perfectos y algo importante le tenía preparado esa noche. Finalmente, unos segundos después el corazón de Nanami se había calmado, así como su oído se había afinado ante el ruido dejando de sentir temor para llenarse de lástima y compasión entre más humano y conocido se le hacía ese llanto; No sonaba como un animal, mucho menos como alguno de esos espectros que se le aparecen a la gente viciosa.
Nanami apretó los puños con rabia y desprecio por la humanidad mientras sacaba su celular del bolsillo. La preocupación por el posible robo ya no importaba. Encendió la linterna de su teléfono y la luz brillante atravesó la oscuridad de la noche, revelando un camino incierto y peligroso. Con determinación en sus ojos, avanzó hacia el lote baldío, decidido a descubrir la fuente de ese desgarrador chillido.
A lo lejos, pudo ver claramente las dos bolsas que habían sido arrojadas a un lado del monte. Las bolsas se habían roto, esparciendo cristales y botellas de vidrio por el terreno. Una prueba más de la irresponsabilidad y pendejez de la gente en general.
Nanami retuvo su indignación y se adentró en el lote, cruzando con cuidado la carretera detrás del lastimero sonido. A cada paso, el sonido de un llanto de bebé se hacía más claro y desgarrador hasta que finalmente la luz de su linterna iluminó una escena que lo dejó sin aliento pese a que esperaba lo que encontró. En el suelo, dentro de esa caja, envuelto en mantas húmedas y temblando de frío, yacía un bebé abandonado a su suerte..La pequeña criatura lloraba con fuerza, sus ojos llenos de lágrimas y su rostro enrojecido por el frío y el miedo. Sin pensarlo dos veces, Nanami se arrodilló junto a la caja y cuidadosamente levantó al bebé en sus brazos, sintiendo su fragilidad y desprotección.
Su mente no podía comprender cómo alguien podía ser tan cruel como para abandonar a un ser tan indefenso en esas condiciones. No había duda en su mente: esta era una prueba de que la humanidad estaba podrida a muchos niveles. Pero él, quién aún se consideraba un ser humano decente, no podía ignorar eso.
El pequeño temblaba de frío y miedo, pero al sentir el calor humano irradiar del cuerpo de Nanami, comenzó a calmarse lentamente. Por su parte, Nanami sabía que tenía que hacer algo rápidamente para asegurarse de que el niño estuviera a salvo. Su teléfono no tenía datos en ese momento pero había una parada de internet público cerca del Aurrerá, pensó en regresar ahí para hacer una llamada a los servicios de emergencias.
Así, al llegar a la mitad de la carretera de pronto unas luces de un auto a exceso de velocidad lo encandilaron, La luz intensa lo cegó momentáneamente, y sus piernas quedaron inmóviles en el lugar. El sonido del claxon sonó de inmediato a la par de un frenado abrupto que quedó a centímetros de convertirse en un accidente fatal.
Tras unos segundos silenciosos sólo se escuchó el llanto escandaloso del niño mientras ambos adultos en el casi accidente parecían recuperarse del susto, entonces el conductor levantó la voz con un tono violento.
"¿Pero qué esperas para quitarte? ¡Pinche pendejo!" Reclamó el conductor bajando la ventana para gritarle y a la vez le iba sonando el claxon de forma molesta queriendo apurarlo. "¡Por gente que anda así cruzando por donde les da la chingada gana es que pasan mamadas! ¡Hasta mis buenas vibras me quitaste!"
Las luces intensas del automóvil seguían cegando a Nanami mientras el conductor vociferaba su furia. El sonido del claxon era molesto, y el bebé, asustado por la conmoción, lloraba desconsoladamente en brazos de Nanami. Con una mano, Nanami intentaba consolar al pequeño, acunándolo suavemente a la vez que volvía la mirada al frente para defenderse , igualmente enojado con la altanería de aquel conductor.
"Bájate y mira inútil, qué si estoy parado en la línea."
El conductor a regañadientes bajó, fruncía el ceño con molestia detrás de sus gafas oscuras pese a ser de noche. Eran parte del outfit. Y como todos sabemos que verse bien es prioridad sobre la funcionalidad, al asomarse a la carretera este pendejo sólo podía ver lo que las luces intensas de su auto llegaban a iluminar.
Volvió a fruncir el ceño dándose cuenta que el hombre que casi atropella por ser aesthetic tenía razón, estaba en un cruce de peatones.
Todavía el muy fastidioso lo volvió a regañar.
"¿Pues qué tanta prisa traías que no viste el cruce ni las señales? ¡andabas como a 100km/h si esta es una zona que es de 40 km/h!"
"Sí, sí, a la chingada. Ya quítate a la verga que a 100 km/h te voy a llevar con todo y cruce como no te hagas para allá", insistió el conductor valiéndose maicena al entrar de nuevo a su auto. Hecho todo un conductor experto en las leyes de la calle pisó el acelerador amenazando con cumplir su palabra mientras le daba una orden a ese sofisticado y caro sistema de manos libres en su auto. "Siri, llama a..."
"¡Ya bájale de huevos tú y sal, a ver si sigues tan bravo!" Exigió al rubio acercándose a la ventanilla y dando golpes moderados en el cristal oscurecido sólo para ser ignorado por el imbecil que sí acabó pisando el freno para irse a chingar a mil por la carretera.
Justo en ese momento su celular empezó a vibrar, al pendejo de Satoru se le había ocurrido dar señales de vida.
"Na~na~min~ ¿Dónde estás? ~ Perdón si vengo un poquito tarde, es que había un wey bien estúpido aquí frente a la carretera del Aurrerá." Explicó Gojo en un tono, que para variar, sonaba tan amable en contraste a las babosadas qué decía.
Nanami guardó silencio por un momento presionando su cien con la mano como si le fuese a dar una terrible jaqueca.
"Primero que nada, date la vuelta en el estacionamiento del Aurrerá." Le ordenó en un tono serio. "Segundo, ese wey era yo. ¡Qué para pendejo no se estudia!"
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¡Papá Por Dos!
HumorNanami está a punto de descubrir los límites de su paciencia, el precio de la leche nido y cuán poco es su amor al prójimo.