Parte 7

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Satoru, al volante, sonreía como si estuviese viviendo el mejor día de su vida mientras Nanami, que se amarró como un tamal al asiento, temía por su vida. "¿Dónde te regalaron la licencia?" Reclamó de nuevo.

"¿Cómo que regalada?", respondió Gojo ofendido falsamente. "¡Sí me costó 16.000 pesos!" Respondió con una gran sonrisa y pisó más a fondo el acelerador hasta derrapar haciendo a su copiloto perder los nervios.

"¿¡Cómo que a 16.000 pesos!? ¿¡La compraste!?"

"¡Si!" afirmó. "¡Estaba bien barata! Y lo mejor...¡Sin hacer examen! Pero no te preocupes, dicen que todo buen conductor se bautiza con un choque mortal, el cual, ya tuve hace dos meses"

A Nanami casi le da algo, no por oír a ese pendejo admitiendo tal falta de responsabilidad e irrespeto al reglamento de tránsito, sino, que su irresponsabilidad le había salido a dos meses suyos de salario ¡y todavía decía que le había salido barato!

Nanami ya no soportaba más, ya iba a exigir que lo bajara. Que para esas mamadas mejor se hubiera dormido en el baldío. Pero tras un repentino salto del auto cayendo en otro bache profundo, se pegó la cabeza fuertemente contra la parte superior del auto quedándose inconsciente en el acto.

Después de un rato Satoru se percató, miró al asiento al lado suyo cuando ya no supo por qué calle debía de meterse y, fascinado, vio a su objeto de afecto dormir plácidamente. Debió haberse relajado con tanto movimiento en el camino, es más, se sentía hasta orgulloso de que le tuviera esa confianza. Y todavía mientras lo observaba con atención le parecía tan atractivo como la última vez que se vieron.

Suspiró profundamente, como un adoslcente enamorado: "Tan divino..."

Había intentado, tanto, acercarse desde hace más de diez años, un tiempo muy largo ¿No? Pero es que le había gustado desde el primer día que lo vio entre los de nuevo ingreso su prepa.

Lo recordaba como si hubiese sido ayer: Nanami era un estudiante becado, y él, pues humildemente él era el más popular, guapo, inteligente y millonario de toda la Escuela Americana. Así que pensó que las cosas pasarían por sí solas ¿Quién no vendría a su órbita atrayente?... Pero después de unos meses, Nanami todavía no se atrevía a darle ni los buenos días ¿Cómo culparlo? Seguramente la estrafalaria belleza de Satoru lo hacía sentirse tímido.

Así que intentó acercarse sin pensar que su gran confianza en sí mismo intimidaba más al pobrecillo, qué le parecía era demasiado reservado para expresar sus sentimientos. Pero de alguna forma Satoru lo entendía, se armó de paciencia e incluso aprendió a leer entre líneas para descifrar los mensajes ocultos entre palabras tan curiosas como: 'Chingas a tu madre, pendejo'. Entonces profundamente conmovido siempre le respondía con una risilla divertida algo como 'Aw, eres tan lindo Nanamin ́ sintiéndose tan alegre de que la relación entre ambos poco a poco se hiciera más y más cercana. Esperando con paciencia el eterno día en que Nanami pudiese armarse con el valor.

Cosa que, curiosamente, un día si había resultado...o algo así. Satoru nunca lo iba a olvidar, aunque Nanami ni se acordaba para su propio bien.

Aquella tarde de su último año de preparatoria, donde festejaban haberle pasado la clase al profesor más cabrón de todos. Haibara organizó todo, hasta se cayó con unos six que a saber cómo consiguió siendo menor de edad pero como también era prieto de ley se los robó de algún lado. Pero bueno, nadie podía creerlo con la de cosas interesantes que pasaron ese año, Suguru ya se había salido de la prepa y era más, Satoru todavía planeaba planeaba bajarse la cruda saliendo de su fiesta de graduación al bautizo de las hijas de su amigo. A lo mejor se podía arrastrar a alguien de aquí para allá, los morros ya estaban bien risueños delatando su ebriedad.

¡Papá Por Dos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora