Una vez que los dioses le hicieron su respectiva pregunta, le pidieron a Naferio otra ronda de aguamiel y lo más fresco que tuviera para comer, por lo cual llevó a la mesa con su acostumbrada prontitud, dos jarras con esta bebida y un par de panes rellenos con carne de jabalí asado y vegetales cosechados en la mañana de ese mismo día.
Mientras el joven tabernero esperaba tras la barra, la siguiente petición de estos peculiares clientes, su rostro reflejaba el esfuerzo mental que estaba realizando para tratar de resolver estas preguntas.
A medida que pasaban las horas, los dioses pedían y pedían más rondas de aguamiel sin que su ritmo de tomar disminuyera en absoluto, era como si el alcohol tomado no afectara en absoluto su estado de sobriedad, lo cual empezó a generar tensión en Naferio, ya que la cuenta aumentaba y aumentaba de forma muy acelerada, lo que hacía sentirse más obligado a no fallar, porque no tendría dinero suficiente para pagar al dueño de la taberna, lo que estos dos clientes estaban ingiriendo al ritmo de sus extraordinarias capacidades divinas, ocasionándole esto un seguro problema, cuando su jefe le pidiera rendición de cuentas por la mañana.
Así fueron pasando las horas hasta que ya casi despuntaba el alba en el horizonte lejano, cuando los dioses dieron el último sorbo a la ronda número 36 de jarras bebidas, dice la leyenda que estos se encontraban muy elocuentes, sin dar muestras de estar ni medianamente afectados por las grandes cantidades de alcohol que debían circular por sus torrentes sanguíneo.
Llamaron a Naferio, y el primer hombre le dijo —Joven, es el momento de darnos tus respuestas y recuerda que hicimos un trato— acentuando la solemnidad de la situación con un gesto intimidatorio, de sutilmente poner su mano en la empuñadura de su arma.
A lo cual agregó el segundo hombre —entonces joven tabernero ¿Que respuestas tienes para nosotros? ¿O acaso tienes miedo de decirnos algo equivocado? Como si — haciendo una pausa y un gesto de sacar cuentas —158 monedas de oro, fuera demasiado para un joven como tú— echando a reír con tono burlón luego de decir esto.
Naferio se quedó paralizado, su rostro se puso pálido, pensamientos de arrepentimiento por haber apostado con esos dos sujetos le inundaban la mente, él sabía que 158 monedas de oro era mucho más de lo que él tenía en sus ahorros, por tal motivo su vida estaba signada en ese momento, por las respuestas que le diera a esos dos misteriosos visitantes de la taberna.
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Cap. 1 | Acto I: La bendición del camino.
AbenteuerLos campeones de Arbómena y las predicciones del Oráculo de Ro. Capítulo 1: El preludio de una aventura. Acto I: La bendición del camino. Esta aventura comienza, con Oberon Lizcano siendo rescatado por Perk Nortis Jais de una oscura prisión. El prim...