La cuenta.

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Ramas moviéndose, hojas soltándose de la copa del árbol, chillidos de araña, sonidos metálicos como de espadas que chocan, una cacofonía de ruidos se hacia más arriba del semiorco, hasta que de pronto, un bulto empezó a caer desde las alturas de los árboles —¿Es la araña?— Se preguntó Perk en su mente, sin darle tiempo de poder detallar bien qué era eso que se aproximaba en caída libre hacia a su cabeza y que parecía un arácnido con un par de extremidades extras para un total de 10 patas, por lo cual dió un ágil salto hacia atrás para evitar así que aquello cayese sobre sobre su crisma, manteniendo la guardia en todo momento y atestar una buena cortada con su espada si lo que había caído lo atacaba.

!Pum! Un tremendo golpe hizo el bulto al caer hasta el suelo, y Perk no podía dar crédito de lo que sus ojos de semiorco veían, si ya la noche no hubiera entrado de lleno en aquel bosque, hubiera pensado que se trataba de un espejismo producto de su mala visión diurna.

Ese bulto caído que seguía dando vueltas sobre el suelo, era una lucha cuerpo a cuerpo entre la araña que momentos atrás casi lograba morderlo por sorpresa y su compañero de viaje Oberon Lizcano, quien con una impensada agilidad hacía algo que se parecía más a un combate de alguna arte marcial que a una lucha con su espada.

Al fin Oberon logró posicionarse encima del arácnido, el cual le dejó su abdomen al descubierto y desprotegido.

Perk contó mientras miraba aquella escena —uno, dos, tres, cuatro, cinco—, el número de puñaladas que Oberon le procuró a la criatura, cada una en puntos críticos que hicieron que está muriese en el acto, esparciendo su viscosa sangre por todos lados, especialmente sobre el humano.

Luego de acabar con la araña, se puso de pie nuevamente y alzando su espada hacia el cielo gritó con todas sus fuerzas —Mueran malditas bestias—.

—¡Cállate idiota— le dijo Perk y luego agregó —No seas insensato, aún no sabemos cuántas arañas puedan ser, no hagas ruidos innecesarios—.

Oberon con la respiración agitada le dijo —¿Pero acaso no te diste cuenta de que te acabo de salvar la vida? ¿No te vas a alegrar ni siquiera un poco?— a lo cual Perk respondió —¿Tienes lo que te pedí contigo? Eso puede hacer la diferencia entre vencer o que tengamos que salir huyendo por el bosque— y luego en un tono menos serio agregó —Claro que me alegra que los dos estemos bien— para concluir diciendo con una sonrisa de semiorco en el rostro —Ahora estamos a mano, recuerda que yo te saqué de aquel oscuro agujero en el que estabas preso– y haciendo una pausa para dar énfasis en la broma terminó por comentar —¿Pero quién lleva la cuenta?— y así los dos rieron un poco, aún medio de esa lucha que apenas empezaban a librar contra las arañas gigantes.


Cap. 1 | Acto I: La bendición del camino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora