Cena servida.

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—En todo caso— continuó explicando el semiorco —el canto en sí mismo no afecta en nada a la receta, es sólo una forma de contar aproximadamente un minuto de cocción, solo que los orcos lo hacen de esta manera por sus costumbres supersticiosas, que lo hacen creer que comer estos huevos les transfiere el poder asesino de los arácnidos—.

—Ese dato sí que es interesante— comentó Oberon al respecto.

Al estar lo suficientemente fríos los huevos, Perk siguió con los siguientes pasos de la preparación de este manjar, por lo cual tomó uno a uno los huevos y los golpeó con una roca, para romper la parte exterior, de la cual se hicieron entre 3 y 5 partes cóncavas de cascarón por cada huevo.

—Oberon, fíjate bien en esta parte de la receta, realmente este es el momento que convierte estos alimentos en un platillo exótico y exquisito—.

Mientras el humano prestaba toda su plena atención a lo que su compañero hacía, el semiorco continuó explicando cada paso siguiente de su receta.

—Fijate como la viscosidad, que internamente cubría a la araña por nacer, ahora se ha solidificado en una suave masa color verde claro, ahora con una cuchara vamos a irlo retirando, para dejar al arácnido al descubierto—.

A medida que el semiorco iba retirando esta masa, efectivamente la araña de su interior iba quedando a la vista de los comensales, hasta que al final en un plato era dispuesto toda la sustancia cocida y en otro las arañas, de tal forma que este punto de la preparación, los dos huevos habían sido convertidos en 8 trozos de cáscaras sancochadas, 2 arañas cocinadas en su propios jugos y un revoltillo verde claro de fluidos cocidos.

—Ahora, debemos colocar a las arañas en el asador, no sin antes colocar en el fuego las cáscaras preparadas para ahumar de manera apropiada a estos animales— razón por la cual, Perk, primeramente puso en la parte cóncava de los trozos, un poco del caldo que aún estaba en la olla, y de su mochila sacó ramas de secas de "palo bravo" y hojas frescas de menta, las cuales fueron también dispuestas sobre las cáscaras, para luego colocarlas directamente sobre el fuego, lo cual empezó a generar un tenue vapor con esencia a madera mentolado y un suave aroma arácnido, pero esta vez de manera que producía extremo agrado.

—¡Perk!— exclamó Oberon con profundo entusiasmo —desconfiaba del resultado que tendrá este platillo, pero sí sabe cómo está empezando a oler, sé que su sabor será en extremo sabroso—.

El semiorco no dijo nada al respecto, simplemente sonrió, apoyado en la extrema seguridad que tiene en sus capacidades culinarias y tan solo continuó con la receta, dando sus respectivas explicaciones.

—Bien Oberon, ahora fíjate en el paso que haremos, a las arañas que ahora se están ahumando las vamos a espolvorear con sal orca, la cual es un sasonador extraído de la sangre de búfalo, al dejarse secar al sol, por eso es que sus cristales son de color rojo—.

Luego de decir esto, Perk espolvoreó dicho condimento sobre las arañas y a medida que lo hacía, los cristales que caían directamente en el fuego, ardían soltando llamativas y pequeñas chispas de color entre rojizo y naranja.

—Ya casi está todo listo— Dijo Perk —Ahora debemos terminar de preparar el contorno— razón por lo cual sacó un frasco con leche de raíz de malango, y agregando con cuidado pequeñas porciones sobre el revoltillo de fluido cocido, fue revolviendo con la cuchara la mezcla hasta convertirla en algo con una consistencia más parecida a la del puré de papas, con la diferencia que este tenía un color verde claro.

Al estar ahumadas las arañas, el semiorco sacó con cuidado las cáscaras del fuego, para colocarlas en dos diferentes platos, a cada uno le puso 4 trozos, luego con un cucharón puso de contorno la pasta hecha a base de fluido y por último sacó del asador a las dos arañas y dispuso una en cada plato.

Oberon preguntó con entusiasmo por el platillo —¿Ya está todo listo?— y Perk respondió —Casi— y acto seguido, tomó un frasco con dulce miel de abeja suprema y colocó un poco en el caldo de la olla, para luego servir este líquido en dos vasos hasta llenarlos y dándole uno a su compañero, terminó por decir:

—¡Salud! Y buen apetito amigo mío—.


Cap. 1 | Acto I: La bendición del camino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora