Lógica deductiva.

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—¡Ahora!— dijo el semiorco justo al terminar la cuenta regresiva, del mismo mágico modo que le había dicho los mensajes anteriores, ocurriendo al unísono un destello de luz en dirección contraria adonde se encontraba Oberon.

En ese momento algo que el humano no lograba detallar bien, apareció desde ese repentino resplandor y cuyo tamaño era considerablemente mayor al de cualquier criatura humanoide, lo cual logró sin duda alguna captar la atención de las arañas, razón por la que estas bestias fueron en su búsqueda.

Oberon aún inmóvil empezó a detallar cualquier indicio o la más mínima pista que le permitiera deducir el cómo lograr su objetivo de manera exitosa, sus cuello era movido por la poderosa inercia con que sus ojos buscaban la respuesta deseada en cada detalle de la estructura tejida con tela de araña, hasta que en un golpe de iluminación su mente se activó de una forma poderosamente insospechada.

Primero vino a su imaginación la imagen mental de una araña, y acto seguido empezó a tratar de ubicar está representación en las diferentes estructuras de la red, usando todo su poder de abstracción mediante el cual lograba ajustar el tamaño y disposición de la imagen hecha en su mente de estas temibles criaturas.

—!Lo tengo!— se dijo jubilosamente en su pensamiento, al mismo tiempo que se hizo una sonrisa de satisfacción en su rostro, Oberon logró en ese momento, notar el patrón que le permitía usar de manera mortal a las arañas, las tramposas estructuras tejidas por estas con toda su ingeniosidad.

—Haya hay un espacio por donde cabría una araña— Se dijo Oberon primeramente, en lo deductivo de sus pensamientos, para luego agregar —No son tan grandes o hay de varios tamaños y está parte le corresponde a una mediana— agregó posteriormente.

—En todo caso— continuó Oberon con su análisis —Deben existir dos tipos de telas, una con la capacidad de atrapar a las incautas criaturas y otra escondida, carentes de sustancia adhesiva, que le permita a los arácnidos caminar a través de la estructura, sin quedarse atrapadas en su propia trampa— concluyó acertadamente el presunto pícaro.

Luego de ser deducida esta consideración, una nueva incógnita embatió al pensamiento de Oberon —Ya puedo encontrar los hilos que puedo cortar pero ¿Cómo debo hacerlo para que la estructura no se desplome sobre mí? Es algo que tengo que poder entender por mí propia seguridad— Se dijo a sí mismo, cómo para que los nervios apremiantes no lo hicieran precipitarse erróneamente hacía algo que terminase con su muerte como el desenlace de un trágico acontecimiento.

Miró a todos lados nuevamente, hasta que dijo entre dientes en tono muy suave —¡Ajá! Allí está— abandonando de este modo su estado de inmovilidad para abalanzarse sobre el punto de la estructura que, mediante la lógica deductiva de su pensamiento, él había determinado que era el más idóneo para ser cortado.


Cap. 1 | Acto I: La bendición del camino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora