Mágico anillo.

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La frente de Oberon sudaba, aunque ya habían retirado otros 4 huevos más, la extracción del quinto se había complicado un poco.

—Que sucede Oberon— preguntó Perk a su humano compañero— Este huevo late más que el resto, y la base que lo une al racimo es un poco más difícil de cortar, siento que no voy a poder lograr extraerlo, voy a dejarlo nuevamente en su lugar— fue la respuesta dada a su pregunta.

—¡No hagas eso!— respondió Perk con aprensión —Eso podría hacer que la araña eclosione y produzca una reacción en cadena en los otros huevos— luego más calmado agregó —Tranquilo, respira, tómate un momento y continúa, prometo que este quinto huevo lo cocinaré especialmente para ti, por lo que me has dicho es el que mejor sabor tendrá—.

Oberon se detuvo un momento, con una mano sostenía parte del huevo, con su otra mano blandía su espada, no tenía ninguna extremidad libre, con la cual poder secarse un poco el sudor de la frente, solo pudo tomar un respiro antes de continuar con su propósito.

Pensaba dentro de sí —que imbécil soy, para que me dejé llevar por mi avaricia, ya con el primer huevo estoy seguro que era suficiente para comer los dos— aún así retomó la labor de cortar la base del huevo.

Hizo un poco más de presión con el filo de su espesa y movió medio grado el ángulo de inserción de la misma, esto hizo que al fin la base empezase a cortarse, pero también ocasionó que el huevo latiese un poco más rápido y con algo más de intensidad.

—Detente otro momento, sin hacer movimiento alguno— dijo firme y pausado Perk Nortis a Oberon, razón por la cual este se quedó inmóvil. En su mano podía sentir como se había maximizado el latir del huevo, pero mientras se quedó inmóvil, también pudo percibir como esta oscilación volvía a su normal intensidad.

—Continua, sigue cortando— dió como instrucción el semiorco, al notar que el latir del huevo se había vuelto normal nuevamente, razón por la cual Oberon siguió pasando muy lentamente el filo de la espada.

No fue mucho tiempo, tal vez unos minutos solamente, pero lograr la extracción de ese último huevo fue una tarea más difícil que la hecha en la recolecta de los otros 4, tanto así que se sintió como si hubiera pasado toda una eternidad. Con sumo cuidado, Oberon lo colocó al lado de los otros huevos y luego preguntó a su compañero —¿Y ahora qué? Imagino que hay que deshacernos del resto ¿O si es seguro que durmamos tan cerca del racimo?–.

—No Oberon, eso podría ser un error fatal— contestó el semiorco con suma firmeza —Cuando las bandas de orcos extraen estos huevos, son la suficiente cantidad de individuos como para hacer guardia, pero tú y yo solamente, es un riesgo que no debemos correr—.

Hubo un pequeño silencio reflexivo entre ambos aventureros, que fue roto por Oberon al decir: —¿Y entonces, qué podemos hacer al respecto?— a lo cual Perk respondió —Primero, poner a nuestro botín en resguardo—.

Acto seguido de decir esto, caminó despacio hasta que los huevos quedaron muy cerca de sus pies, vestidos de típicas sandalias de cuero trenzado, que suelen usar los clérigos andantes protectores de los viajes.

Oberon lo veía con extrañeza, como sospechando que otro de los sorprendentes eventos que este semiorco ha hecho ante sus ojos, estaba a punto de suceder, cosa que su perspicaz percepción apreciaba acertadamente.

Perk Nortis puso su brazo en L doblando su codo de tal modo, que los nudillos de su puño izquierdo quedó apuntando hacia el techo de la madriguera, luego de hacer esta postura con el cuerpo dijo en tono imperioso —Aucalos todus—.

Al pronunciar tales palabras, Oberon empezó a apreciar, como aquel mismo anillo que notó en su compañero, justo momentos previos a la contienda contra las arañas, comenzó a brillar con una luz aguamarina, y entre maravillado y sorprendido quedó su pensamiento, al ver como el semiorco estiró el brazo por completo hacia adelante, lo cual ocasionó que el brillo del anillo, se esparciera por una especie de pared invisible que había frente del semiorco.

Perk, continuó con sus acciones mágicas, cuando con su brazo extendido, hizo rotar su muñeca en múltiples ocasiones, lo que trajo como resultado que esa luz aquamarina, dejase de esparcirse de manera difusa y tomará ahora la forma de un área rectangular.

Oberon no podía creer lo que estaba aconteciendo, estupefacto observaba con detenimiento, como este clérigo tomaba uno a uno los huevos y los hacia desaparecer ante sus ojos, haciéndolos atravesar esa área luminosa de color aquamarino.

Perk terminó por colocar un tercer huevo, más allá de lo que hubiese en esa mágica luz, razón por la cual repitió a la inversa todo el ritual, comenzando por girar nuevamente su muñeca pero esta vez en sentido inverso y terminando por decir, nuevamente en tono imperioso, la siguiente instrucción: —Acualus Finis—.

Luego de esto, la Luz se apagó, el brillo de su anillo dejó de resplandecer y los tres huevos mágicamente desaparecieron en la nada que se hacía en frente de este clérigo semiorco, de nombre Perk Nortis Jais.

Cap. 1 | Acto I: La bendición del camino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora