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Al día siguiente, Colin se levantó con el sentimiento de que todo era perfecto. Nunca había estado tan feliz hasta que vio los ojos de Penelope brillar. Lo que había sucedido la noche anterior, era algo que revivía constantemente en sus sueños. Una sonrisa curvaba sus labios todo el tiempo.

Bajó a desayunar con todos, su familia ya estaba en el comedor, pero todavía no veía señales de ella. No pudo evitar pensar en ella, era como si estuviera ahí con él todo el tiempo.

Sus hermanos, que ya estaban desayunando lo miraron con el ceño fruncido. En particular, Benedict. Colin apretó los dientes por un momento, sí, tenía que hablar con Benedict, pero de momento no podía hacerlo enfrente de todos. Su día era perfecto hasta que lo vio a él y le regresó el pensamiento del beso con Penelope.

Aunque le había dicho a ella que estaba bien y no haría una escena, seguía molestándole aquel hecho. En particular porque este estaba demasiado tranquilo. 

¿Cómo se atrevía?

Su buen humor decayó.

—Buenos días, hermano —sonrió Benedict.

Colin apretó los dientes. No estaba seguro de como reaccionar.

Nunca había tenido esos sentimientos, nunca había sentido celos. Ahora estaba consciente el porqué cada que veía a Benedict acercarse a Penelope se sentía molesto, enojado. 

—Buen día —respondió secamente.

Tenía que controlarse, al menos ese día. No podía arruinarlo todo, no cuando iba a anunciar su compromiso con Penelope. Aquel día ellos dos debían ser los protagonistas y no podía dejar que sus sentimientos en conflicto lo arruinaran. Por primera vez, Colin tenía algo valioso en su vida y temía que fuera tan frágil que se pudiera romper como un cristal.

La amistad con Penelope era de hace años, ahora estaban a punto de dar un paso más y él quería proteger eso. Estaba seguro de que los celos solo eran parte de esos problemas mínimos, porque ella lo quería a él y no a su hermano. Sin embargo, tenía inseguridades.

¿Y si Penelope se arrepentía? ¿Y si realmente sentía algo por Benedict?

Colin no estaba seguro de como tomar esa idea. Si ella no sintiera lo mismo, le rompería el corazón. Lo destrozaría, pero respetaría sus sentimientos.

Eso se dijo así mismo, por mucho que la idea le aterrorizara. 

—¿Estás bien? Pareces molesto —preguntó Benedict, mirándolo con preocupación.

 —Estoy bien. Solo estaba pensando.

—Ya veo.

Sus demás hermanos se metieron en la conversación. Hyacinth se inclinó en la mesa con una sonrisa traviesa.

—¿Vieron lo último que escribió Lady Wistledown? 

Benedict abrió su boca sorprendido y miró ceñudo a su hermana menor.

—Hyacinth Bridgerton, tú no tienes permiso para leer esa hoja.

Su hermana sonrió.

—Todos leen Lady Wistledown, ¿por qué no podría hacerlo yo?

—¿Quizá porque es una hoja para mayores? —intervino Colin sonriendo.

—Oh vamos, ni que fuera una niña.

—Pero eres una niña —se burló Colin.

Hyacinth no apreció eso. Benedict se rió.

—No sé porque lees esa basura —comentó Gregory de repente con el ceño fruncido —Seguro hay cosas más interesantes que leer.

Por más de un Bridgerton | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora