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Regresar a la casa número cinco fue un fastidio para Colin. En especial cuando su hermana, Eloise parecía muy interesada en todo lo que había pasado en el último baile al que fueron.

Eloise no dejaba ir el tema de Penelope. A cada oportunidad que tenía le preguntaba que había platicado con ella y que tanto hacía bailando con ella. No tenía sentido alguno, Colin sabía que Penelope era una de las mejores amigas de Eloise, ¿cómo por qué le preguntaría eso? Si él tuviera que apostar, era más probable que se acabara el mundo como lo conocían a que esas dos se alejaran la una de la otra.

Entonces recapituló su última conversación con Penelope y como parecía dolida de una amistad. ¿Acaso Eloise era la persona a la que se refería?

No, era imposible.

—Entonces, ¿no me dirás que tanto hablaron? —insistió su hermana esa mañana.

Colin rodó sus ojos.

—¿Por qué te importa tanto? Siempre he hablado con Penelope, no entiendo porqué te interesa de repente.

—No respondió a tus cartas —señaló ella.

Él apretó sus dientes, de verdad estaba tentando a la suerte.

El tema de las cartas era... bueno no quería darle importancia. Sí, Penelope era de las pocas personas que le escribía de regreso cada que se iba de viaje y lo cierto es que Colin se había acostumbrado a leer con una sonrisa sus palabras.

Siempre le hacía recordar a casa y ella lo ponía al tanto. Es posible que una que otra vez hubiera mencionado ante sus hermanos que solo Penelope era la única que respondía como debía ser su correspondencia mientras que su propia familia apenas y le actualizaba algo cuando estaba fuera.

Pero en esa ocasión regresó con las manos vacías, sin cartas ni noticias.

Habría querido tomar el tema con Penelope, pero la había visto tan alterada por lo de su problema que no se atrevió a preguntar. Ahora tenía la misión de ayudarla, de ser un amigo de verdad y no solo cuando le convenía. Si ella se sentía mal, quería apoyarla.

Miró mal a Eloise.

—Es probable que estuviera ocupada y no te incumbe si lo hace o no.

—¿Ya leíste Lady Wistledown?

¿Qué tenía que ver un tema con el otro?

—No, ni me interesa.

—Parecía muy interesada en saber lo que tú y Penelope hablaron. ¿Alguna vez te haz planteado quién podría ser?

Sí era honesto, Colin no tenía mucho que decir de la autora anónima. Sentía cierto desagrado hacia ella si, en especial cuando contó a todo Londres que Marina Thompson su ex prometida, estaba embarazada de alguien más. Lo único que logró hacer frente a todo el mundo fue hacer quedar a Colin como un tonto.

Lo estaban engañando, si, pero no tenía derecho de usar su vida privada de esa forma. Por lo que sabía Colin de esa mujer, era que era una entrometida cuya vida parecía basarse en los cotilleos de los demás. Era cruel y banal.

No tenía nada de interesante y seguía sin comprender como era que la sociedad estaba tan interesada en ella. Lady Wistledown no merecía el reconocimiento que se le daba. Solo era una cotilla más y ya.

—No y tampoco quiero saberlo.

Eloise puso los ojos en blanco.

—Podría sorprenderte bastante.

Colin frunció el ceño. Estaba actuando extraño.

—¿Por qué? ¿Acaso tu sabes algo?

Su hermana alzó sus hombros.

—No seas tonto, Colin. Por supuesto que no.

Entonces por fin dejó de insistir con el tema y salió de la sala como si la llevara el diablo. Colin no pudo evitar pensar que su hermana estaba ocultando algo. Sin duda algo había pasado entre Eloise y Penelope, pronto tendría que averiguarlo.

***

Su decisión era final, estaba caminando por Mayfair hacia la casa de enfrente. El hogar de la familia Featherington. Era una casa casi igual de grande que el número cinco, pero sin la pomposidad de jardines al frente. Al tocar, lo recibió el mayordomo qué se hacía llamar Briarly.

Por alguna razón, Colin se sentía extraño en la casa de las Featherington. No era como sino hubiera estado ahí un millón de veces antes, pero casi siempre por circunstancias diferentes. Esa vez, estaba resuelto a ser un buen amigo.

Se sentó en uno de los sillones de la sala y esperó a que lo recibiera Penelope. Mientras su estómago pareció traicionarlo porque hizo ruidos demasiado escandaloso.

Había desayunado y almorzado.

Sin duda, tenía hambre de nuevo.

¿Quizá debió pedir una bandeja de comida a Briarly?

Se acomodó en el sillón.

Entonces como si de un ángel se tratara, el mayordomo llegó con la bandeja llena de diferentes bocadillos. Era su salvación.

—Te lo agradezco, Briarly.

—Estoy para servirle señor.

Colin tomó varios trozos de queso y jamón y comenzó a comer. Estaba por su tercera ronda cuando Penelope entró a la sala como si la persiguieran.

Su clásico vestido amarillo resaltaba aun más a la luz del sol.

—Colin, ¿qué haces aquí?

Se cruzó de brazos. ¿Por qué estaba molesta de repente?

—Pensé en venir a saludar y teniendo en cuenta que no terminamos nuestra anterior conversación porque te fuiste antes...

Ella juntó sus labios, nerviosa.

—Ah... Sobre eso -miró hacia la alfombra —. No es necesario que retomemos el tema, estoy perfectamente.

—No lo parecías en el baile.

—Colin —cerró sus ojos cansada de su insistencia.

Sus pestañas eran demasiado largas que parecían abanucar su rostro. Solo por un segundo, Colin disfrutó de la imagen.

—Penelope.

No entendía que estaba pasando últimamente, como si tuviera la necesidad de buscar y saber que sucedía con ella. Siempre se preocupó por su bienestar, es cierto, pero nunca iba por voluntad propia a su casa.

Recordó las cartas, las cartas inexistentes. Ella no le había escrito.

Entonces las palabras que dijo en el baile resonaron en su mente «no sé como explicarlo, pero me temo que es muy egoísta. Seguro ni se ha dado cuenta del daño que me hizo.»

¿Era posible qué...?

No, no podía ser.

Colin trató de recordar, de obligarse a recordar algo. Si se trataba de él, debía ser muy malo. Demasiado.

—No respondiste mis cartas esta última temporada. No pareces dispuesta a hablar conmigo... —asintió —. La persona de la que hablabas, la amistad que te traicionó, soy yo ¿no es así?

Ella juntó sus labios en una expresión triste, casi dolorosa. Parecía a punto de llorar y Colin se sintió como el peor bastardo del mundo.

Por más de un Bridgerton | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora