CUATRO: Lascivia e ira.

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Sofía despertó en sábanas que no eran suyas, desnuda pero con dinero vistiéndole las manos, un hombre reprobable y de al menos el doble de su edad le dio un sonoro beso "No volveré a prejuzgar la experiencia por la edad" ella se levantó inmediatamente, preguntó si podía ducharse allí y él le dijo que si, mientras mantuviera la puerta abierta, así lo hizo y lo hizo rápido, en veinte minutos se encontraba en un restaurante, comiendo más rápido de lo que podía tragar, pagó la cuenta y en menos de diez minutos se encontraba en una peluquería, observó por última vez su melena dorada que le llegaba hasta la cintura, ahora llena de porras pues el señor de anoche no había dudado en tomarla del pelo, se preguntó si los hombres insistían en tomarlas del cabello como intentando suplir la falta de capacidad para tomar las riendas de sus vidas, quizás la hipótesis no tenía mucho sentido, quizás ella solo los odiaba.
La peluquera tomó un mechón de pelo que caía sobre su frente y le hizo un decente flequillo, luego, le dejó el resto del cabello de un largor que le hacía cosquillas en los hombros, Sofía no desaprovechó e hizo un interesante dinero con sus mechones rubios, mechones ahora negros. No tendría que trabajar por al menos dos días, se hospedó en un motel humilde pero pagable y se alegró de tener toda la cama solo para ella, se acostó e intentando hacer los recuerdos a un lado se quedó dormida, pero su sueño reparador no duró mucho pues unos golpes acelerados a la puerta la despertaron, Sofía sintió miedo y decidió no abrir y continuar durmiendo, pero los golpazos no se lo permitieron, agarró el principal objeto cortante que pudo hallar y se dirigió a la puerta, se odió por temblar tanto y sacó lentamente el seguro, el sonido de esto fue como una luz verde, la puerta se abrió y no había sido ella, ahora una sonrisa lograba visualizarse al otro lado de la puerta y antes de que pudiera cerrarla él se encontraba dentro de su habitación.
—No...
El portazo fue lo último que escuchó antes del sonido de su propio cráneo siendo estrellado contra el suelo, "Damián".
Este la sujetó de los cabellos, haciéndolos arder por la reciente coloración y la volvió a estrellar contra el suelo, Sofía estaba perdiendo la consciencia pero él se detuvo.
—Ah no, no te daré ese capricho, veras todo esto bien despierta. 

Sofía, ay Sofía...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora