Quidditch

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23 de octubre.

Con otra luna completa y la segunda pocion guardada, Draco se concentró en relajarse y sentir su magia.

La magia, como decía el libro de animago, era la segunda vinculación que tenía que hacer alguien para lograr la armonía.

Primero el cuerpo, luego la magia y por último la mente.

Se suponía que debías conocerte lo suficiente para que cuando recitaras el hechizo y bebieras la pocion, todo estuviera en sintonía evitando una transformación incorrecta.

En las últimas semanas había aprendido que su falta de lunares se debía a la disputa de sangre contra los Weasley. Gracias a un encantamiento realizado por uno de sus antepasados obsesionados con esta disputa, no tenía ni un solo lunar, ya que el encantamiento buscaba asegurar que ninguno de sus descendientes tuviera pecas.

Al menos tenía cicatrices malditas que podían suplir la falta de lunares, aunque eran pocas. Una quemadura en su pie izquierdo, un corte por encima de su codo derecho tenía rasguños de pavo reales en sus manos y piernas, muy leves por todas las pociones y ungüentos que sus padres le dieron, pero no importaba porque siempre volvían a atacarlo.

Continúo probando sus sentidos y termino cuando se rindió con el gusto, la amargura de la mandrágora siempre anteponiéndose a todo.

Antes de dormir pego una nueva hoja en su paladar y se resignó a no saborear nada por otro ciclo lunar.



31 de octubre.

Draco sabía que el Samhain era perfecto para sus visiones, el hecho de que el mundo detrás del velo estuviera tan cerca del mundo mágico provoco que fuera un día especialmente lleno de ellas.

Aunque no todas tuvieron tanto sentido.

Por un lado, estaba la visión del profesor Snape entrando al cuarto del tercer piso, un cerbero mordiéndolo, y el hombre manteniendo la calma y marchándose.

Esa visión fue tan fácil de entender como un cuento: Había una introducción, un nudo y un desenlacé claro.

¿Lo dejo con dudas? Si. Pero aún era más claro que la visión de Harry y el acostados en huesos, o de los pollos de Hagrid enojados con él o peor aún la visión de unos enanos con alas caminando por Hogwarts.

A Draco le gustaba considerarse alguien con imaginación, y aun así se preguntaba por qué solo vestían pañales.

Para transformaciones lo único interesante que había visto era un libro de cuero negro que parecía pasar de una persona a otra, lo cual ya era extraño, pero lo que lo llevo a otro nivel de atención fue que su padre fue el primero en tenerlo.

Draco salió de una pequeña visión donde el libro estaba empapado de tinta para prestar atención a clases, noto con vaga sorpresa que Granger no estaba.

Otra breve visión, estaba vez de la niña llorando en un baño le dijo por qué.



Fue después de que Quirell se desmayara y avisara del troll que Draco se preocupó, Quirell como Draco odiaba conocer estaba del lado de Voldemort y cualquier "advertencia" del tipo seguramente era un plan para algo más macabro.

—Todos conserven la calma—llamo Dumbledore alzando las manos y usando un encantamiento sonorus, el gran comedor calmo sus susurros y el viejo director sonrió—Dejen que sus prefectos y jefes los lleven a sus casas.

La indignación estallo en Slytherin y Hufflepuff, Draco observo como Gryffindor y Ravenclaw se iban sin problemas hacia las torres donde residían siendo los puntos más seguros ahora que un troll estaba en los niveles más bajos de Hogwarts.

Mente culpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora