Sangre pura

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9 de febrero.

Por la noche Draco se encontraba volando en el salón de sacrificios y rituales. Harry estaba probándose los guantes de piel de dragón que le regalo por vencer a Ravenclaw.

Los chocolates de refuerzo positivo ya habían sido relegados a cosas normales que Harry debería tener sin que gane algo. Después de toda la información que le dio se encargó de que su amigo recibiera algo de la misma marca del chocolate todas las semanas.

Ahora días después de transformarse por fin estaba volando sin caerse, Harry no se había lanzado ni una sola vez para atraparlo.

Dio una orgullosa vuelta por el salón y se preguntó cómo estaba avanzado más el, aprendiendo a volar en un nuevo cuerpo, que Susan que tenía toda la vida con una escoba.

Seguro su tía no le permitía jugar con ella, pensó.

Mejoraste mucho—siseo con felicidad Harry. Estaba sentando en el suelo y contra el vidrio con su piyama desgastado, los guantes negros calzados en sus manos.

—Lose—dijo con satisfacción, sus alas eran poderosas y funcionales. Realmente se adaptaban de alguna forma a su cuerpo alargado. Se dirigió hacia Harry y se transformó tropezando cuando volvió a su forma humana—¿Piensas que me servirá en el futuro?—pregunto curioso.

Harry asintió—Podríamos atar la capa a tu forma animaga y así podrás ir a cualquier lado sin que te vean.

Draco alzo una ceja pálida, sorprendido de que su amigo sugiriera algo así.

—¿Quieres volverte un animago?—pregunto con curiosidad, se sentó en el sólido piso de las mazmorras, podía sentir el frio filtrándose a través de su suave piyama, pero sus anillos encantados no dejaron que lo afectara, dotándolo de una fresca sensación sin el frio prominente del subsuelo.

Harry inmediatamente negó, sus gruesas cejas se fruncieron con malestar, parecía que había sido algo que ya había pasado por su mente.

—Me encantaría excepto que no podría decirles nada sobre ello a Ron y Hermione—observo mientras su amigo le daba una sonrisa torpe—Y luego me sentiría culpable, hay una gran diferencia entre guardar tu secreto y guardar mis propios secretos de mis otros amigos.

Draco tarareo de acuerdo. Sabía lo terrible que era, y no le aconsejaría a Harry hacer algo distinto a lo que se sintiera cómodo.

—Hubiese sido genial—suspiro soñadoramente, se dejó caer contra el costado de su amigo aplastándolo mientras dicho amigo lo dejaba—Primero te niegas a ser Slytherin, luego animago. ¿Qué sigue, Harry? ¿Nadar por el Támesis? ¿Juntarte con Filch?

Su amigo se rio y aprovecho la oportunidad para despeinar su cabello, pero la broma era para él. Draco usaba los productos de Ellie, su cabello siempre volvía a su lugar. Y brillaba, pero eso no importaba.



19 de febrero.

Susan había tomado con calma la noticia de Draco incinerando un pergamino en la biblioteca.

No lo juzgo ni pregunto, de hecho, fue la que sufrió más de las miradas de Madam Pince al ser la persona que más lo acompañaba a la biblioteca.

La bibliotecaria había descargado su ira hacia Draco en cada visita a la biblioteca, pasando por comentarios hasta retener sus libros. Solo fue por Harry, Susan y los Slytherin que había podido mantener el ritmo en sus trabajos.

—La acción disciplinaria ya fue tomada Madam—le recordó Susan ese sábado a la mujer de vestido recto.

—Bones—pronuncio con fuerza la irritable mujer, retiro su sombrero puntiagudo de su cabeza y le dirigió una sonrisa tensa a la niña a su lado—Por más que respete a tu tía, debes saber que las conexiones familiares—le dirigió una significativa mirada a Draco—No te ayudaran aquí.

Mente culpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora