seis.

1.1K 107 20
                                    

Las dos parejas estaban sentadas en una mesita de noche en un restaurante algo sofisticado. Ambas chicas lo habían escogido, ya que ambas antes iban a aquel lugar a hacer tareas cuando tenían tiempo limitado y nunca podían darse un tiempo para ellas. Iván quería irse a su hogar, alimentar a su gato y dormir mucho, pero por otro lado rodrigo estaba emocionado, triste, decepcionado, feliz... No lo sabía, era una mezcla extraña que ni el mismo comprendía del todo.

Pasaron una hora aproximadamente hablando de temas triviales y demás, hasta que rodrigo se levantó y dijo que iría al baño. Iván también quería ir, sentía sus manos bastante tibias; ello le pasaba cuando estaba nervioso y necesitaba enfriarlas nuevamente, así que se levantó poco antes de que carrera hubiera anunciado que iría y volvía.

El pelinegro caminó hasta el baño, donde se apoyó en una de las paredes mientras soltaba un suave suspiro. Sus mejillas estaban rojas y sus ojos picaban, haber aceptado aquella cita había sido como el reto suicida, la desición más masoquista que había hecho en su vida.

─ ¿Ivi? ─ rodrigo inquirió cuando salió de un cubículo y vió ahi al menor con cara de querer darse un balazo contra su frente. ─ ¿Todo bien?

buhaje negó con su cabeza a la vez que sentía sus párpados pesados gracias a la reciente capa de agua que había aparecido en sus ojos. Rodrigo lo conocía tan bien, lo odiaba por ello, pero no podía odiar a alguien que amaba, solo odiaba el hecho de amarlo.

─ Nada bien, rodri.

El mayor se acercó mientras relamía sus labios nervioso. Sabía que cuando iván estaba triste era la cosita más débil del mundo, así que debía tratarlo con pinzas para no dañarlo más de sea lo que sea que lo haya hecho antes. Se conocían tan bien, eran prácticamente hermanos adoptivos después de todo.

La madre de iván nunca tenía tiempo para su pequeño hijo y la madre de rodrigo se ofreció a cuidarlo cuando su madre tenía trabajos que hacer, así fue como rodrigo y iván fueron compañeros de infancia.

Y por ello iván tenía miedo.

De perder a alguien tan significante para su vida, tan escencial.

Todo por cometer el error de enamorarse.

─ Contame, iván. ¿Qué pasó? ─ Preguntó el de cabellos castaños mientras llevaba sus manos a las mejillas del menor, obligándolo a mirarle. De inmediato lágrimas cayeron de los ojos de buhajeruk y este rió destrozado. ─ ivi...

─ Me gustan los niños ─ admitió, sintiendo como aquella daga en su corazón se iba retirando poco a poco de aquella zona. ─ Sé que está mal y yo no... U-uhm... No sé qué hacer...

El pelinegro sollozó mientras se soltaba de las manos del mayor y se dedicaba ahora a limpiar sus mejillas y ojos mojados. Se sentía bien, mejor. Mejor de haber soltado un peso que cargaba encima, pero aún quedaba carga por la cual deshacerse.

Carrera estaba en blanco. Era otra mezcla de emociones que extrañamente volvió a sentir y se confundió nuevamente.

No entendía nada.

─  ¿T-Te gustan los..?

Buhajeruk asintió mientras suspiraba de manera temblorosa. Sus mejillas y nariz estaban levemente sonrojadas al igual que bajo sus ojos brillantes por las lágrimas. Su cabello estaba algo desordenado por haberse limpiado el rostro y tenía carita de cachorro sin amigos; era, sin dudas, la imagen más tierna que rodrigo habría visto en su vida.

─ No está mal ello ─ Rodrigo sonrió intentando transmitirle confianza a su menor. ─ Es más, sigues siendo el mismo. La orientación sexual no define tu personalidad, sino más bien es un gusto de muchos. Un gusto distinto, pero no raro ni malo. ─ y volvió a sonreír, depositando un suave y cariñoso beso en la frente cubierta por los cabellos alborotados de su menor.

Iván sintió nuevamente sus ojos picar, ¿por qué rodrigo tenía que ser así?

─ Eres perfecto ─ Iván se atrevió a decir y sintió su corazón latir con fuerza. Es ahora o nunca, pensó y abrió su boca para hablar nuevamente. ─ Rodri, me gustas tú.., gracias a tí me di cuenta de mis preferencias sexuales ─ pero ahora no sentía un peso menos, sino el peso del miedo y nervios lo consumían y lo empujaban hacia el suelo, haciendo sus piernas temblar nuevamente. ─ Lo siento... ─ susurró.

Rodrigo ahí, nuevamente se quedó sin palabras. Quieto, inmóvil.

Sus pensamientos pasaban de recuerdo en recuerdo, había sido tan obvio todo ese tiempo. Desde ciertas miradas hasta ciertos tonos de voces. De los celos que derrochaba iván cada vez que estaba con angie.. ¡Ahora todo tenía jodido sentido! Todo menos sus sentimientos y emociones, más pensamientos que se cruzaban y tropezaban por los latidos irregulares de su corazón. Latidos que no debían sentirse en esa situación.

─ Yo..

─ Shh... ─ El pelinegro habló y puso uno de sus dedos en los esponjosos y rosados labios del más bajo. Sonrió con pena, no quería oír ninguna respuesta de su parte, ni un pío quería saber. ─ No quiero oír nada ahora, ¿sí? ─ pregunta y pasa fugazmente su mirada sobre los labios y nariz del otro. ─ No quiero sentir esto por tí, en serio créeme que no quiero... ─ y lentamente comenzó a acercarse a los labios de rodrigo.

El más bajo quedó estático, posando su mirada sobre los labios de su menor. Se veían tan bien, tan... No. No estaba bien... Pero no quería alejarse tampoco.

Sus labios estaban casi tocándose si no fuera por aproximadamente un centímetro que había entre ambos. Iván estaba decidido a acortar la distancia hasta que...

─ ¡Chicos! ─ Angie habló en alto, y iván se alejó rápidamente de los labios del otro, totalmente nervioso y asustado. Menos mal la puerta seguía cerrada y nadie había visto nada. ─ Brisa tiene que irse, ¿saldrán ya? ─ inquirió angie del otro lado de la puerta.

─ S-Sí ─ Carrera se atrevió a hablar cuando salió de aquel trance. ─ Ya vamos.─ afirmó su voz y salió del baño, no sin antes pasar fugazmente su mirada por su mejor amigo.

Mejor amigo que, nuevamente tenía su mundo de cabeza.

⪩  !  𝙗 𝙤 𝗒 𝗌?  ,  𝗿𝗼𝗱𝗿𝗶𝘃𝗮𝗻.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora