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    El teléfono de Lana vibró sobre el sofá. La chica lo tomó en sus manos y abrió los ojos como platos. Su amiga la observó sobre su asiento.

-Esta todo bien Lana?-

-Es mi casa, mí papá la vendió hoy y me acaba de llegar el mensaje del banco de que el dinero se depositó en mi cuenta- Marina sonrió

-Es mucho?-

-Lo suficiente para comprar un departamento para mi e incluso me sobraría demasiado- la sonrisa de Marina se esfumó

    No había considerado este escenario. Se había adaptado tanto a la idea de su amiga viviendo con ella que no se había detenido a pensar en el día que la chica se mudaría.

-Sabes que no hay prisa, cuando estés lista-

-Lo sé, pero has estado todo este tiempo separada de Alex y no quiero molestar más. Empezaré a buscar un lugar hoy mismo- la griega asintió

     Se sentía raro el tan solo pensar en no tener a Lana acá con ella. Ni siquiera sabía el por qué pensaba de ese modo, después de todo eran solo amigas. Aunque ella no estaba muy segura de eso ya. Miró a su amiga, había abierto su laptop y la tenía en sus piernas mientras seguramente buscaba apartamentos para vivir. Su largo cabello castaño oscuro caía en perfectas ondas como cascadas negras a lo largo de sus brazos. Sus ojos verdes enfocados en la pantalla, su nariz perfilada y perfecta y sus labios enormes y gruesos.

      Marina se sintió culpable por un momento de pensar en su amiga de esa forma. Después de todo ella estaba para apoyarla, no para ojearla de arriba a abajo como estaba haciendo.

-Dios mío! Creo que encontré el lugar perfecto!- la castaña la miró- Marina ven- palmeo el lugar a su lado del sofa y la chica tomó asiento en el mirando la pantalla

-Donde es esto?-

-Es a cuatro calles de la escuela. Es un área residencial con muchos edificios para gente pija. Tiene porteros y seguridad, justo lo que necesito. Y mira que hermoso este apartamento! Es en el último piso- su amiga miraba todo tratando de mantener una sonrisa, cuando la realidad era que sentía un nudo en su garganta ante el pensamiento de Lana mudándose.

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       Habían pasado tres semanas. Lana no solo se había mudado a su nuevo hogar, sino que también había regresado a la escuela. Sentía que su vida finalmente tomaba rumbo. Aún así se sentía muy sola en ese enorme apartamento, si bien era hermoso también se sentía muy frío.

       Se había adaptado muchísimo a la idea de vivir con Marina. Sin darse cuenta ambas habían creado una rutina de las cosas que hacían en la casa y en el día. Ni siquiera había tenido mucho tiempo para verla en el gimnasio desde que se mudó hace 10 días porque la chica siempre tenía que correr a la galería a hacer algo.

       Pero hoy su amiga iría a visitarla. Era domingo y no tenían trabajo ninguna y Alex estaba con los padres de Ian en un viaje de fin de semana. Le había dicho a su amiga que viniera a almorzar con ella y a conocer su nuevo lugar.

        Dejó las bolsas de compras sobre la isla de la cocina y comenzó a guardar las cosas. Paul no solía halagar su comida, la mayoría de las veces le decia que le faltaba algo o que sabía mal. En casa de Marina la chica no había permitido que cocinara, no quería que hiciera mucho mas que hablar con ella mientras preparaba todo u ocasionalmente lavar los platos. Así que estaba algo nerviosa.

         Quizás a Marina no le gustaba su comida, aunque había escogido hacer una pasta carbonara. Era probablemente la receta que más había hecho en su vida porque era su pasta favorita, así que esperaba que el ir por lo seguro la ayudara a no fallar. Quería que su amiga disfrutara su comida porque era una pequeña forma de hacerle saber que estaba agradecida. La chica la había dejado ocuparse de su jardín aunque a ambas les gustase eso porque sabía que la ojiverde necesitaba distracción, se quedaba hasta bien tarde en la noche hablando con ella aunque se le viera en la cara que moría por dormir porque Lana necesitaba despejar mucho su mente antes de ir a la cama para no tener pesadillas. Hacía tantas pequeñas cosas que tenían un gran impacto en la recuperación de Lana. La chica se sentía segura a su alrededor y quería agradecérselo siempre.

      Marina bajó de su auto en el hermoso complejo de edificios que vivía la castaña. Todos tenian de tres a cinco pisos. Amplias estructuras metálicas, los colores blanco y negro predominantes con algo de gris. También decoraciones con madera, era justo como en las fotos. Totalmente hermoso. En el que vivía su amiga habían cinco pisos y ella vivía en el último.

       Al entrar al lobby la recepcionista le pidió su identificación y chequeó en una lista si Lana la estaba esperando. Marina sonrió, definitivamente era un lugar muy seguro. La chica le sonrió devolviéndole su ID y le señaló el elevador. Marina se fue sonriente y entró en este marcando el último piso. Los nervios se instalaron en su estomago como miles de mariposas monarcas volando en México.

       Tenía en sus manos una caja enorme, era el regalo de mudanza que le traía a la chica. Algo que estaba segura que amaría. Hacía diez días no tenía una conversación ininterrumpida de mas de quince minutos con ella. Solo hablaban un poco al terminar en el gimnasio, ella siempre se retiraba con la excusa de la galería. Pero la realidad era que estaba triste, muy triste.

        Se había adaptado tanto a tener a la chica en su casa que incluso con Alex de vuelta en ella el lugar se sentía vacío, como si faltara algo. En las noches soñaba mil cosas con ella, no entendía que le estaba pasando. O quizás si que entendía y eso era lo que la aterraba.

Black Beauty (Larina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora