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"sentimientos"

La mirada de Tomás estaba clavada en Mora e Ivo. ¿Le molestaba? Ni él sabía, ni siquiera le tendría que importar. Si él estaba rodeado de minas, simplemente trato de ignorarlo.

Pero no podía sacarse de la mente la escena que vio. El beso entre ellos dos le había hecho sentir cosas raras. Ni siquiera podía entender sus sentimientos, así que recurrió a lo que estaba acostumbrado.

La cocaína entró por su nariz rápidamente y su corazón se empezó a acelerar. Se limpió con la mano y siguió como si nada hubiera pasado. Según él, eso lo iba a despejar un poco.

Mientras tanto, la chica solo bailaba y disfrutaba, hasta que decidió ir al baño. Al no tener a sus amigas que la acompañaran, le tocó ir sola.

—¿Me bancas que voy al baño lindo? —preguntó hablándole al oído a Ivo.

—Sí sí, tranqui —respondió el chico—, te espero acá.

Le dio un pico y la dejó seguir su camino. La chica, después de reír, se dio cuenta de que estaba bastante mareada, pero podía llegar al baño sin problema.

Aunque la mansión estaba llena de gente y era un camino largo hasta el baño, la morocha iba distraída viendo cualquier cosa, sin darse cuenta de que alguien la estaba buscando.

Hasta que sintió cómo la agarraban del hombro. Rápidamente se dio vuelta, encontrándose, de nuevo, con Tomás.

—Mora —dijo apenas ls vio, tratando de disimular lo drogado que estaba, pero aunque Mora quiso creer que no, pero a Tomas se lo notaba perdido.

—¿Qué pasa Tomás? —preguntó la chica algo cansada.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué me tratas así? —re pregunto Tomas a largando un poco sus palabras.

Mora pensó dos veces si contarle o no lo que pasaba, pero simplemente suspiró y decidió hablar.

—Tuvimos un día re lindo en el parque, y después de eso simplemente me ignoraste. —soltó por fin la chica—, pero dejá, flasheé yo.

Mora trató de irse al darse cuenta de lo que había dicho, pero Tomás lo impidió agarrándola de la mano.

—Perdón morocha —pidió Tomás—, es que tuve un problema y no quise estar con el celular, pero sé que por lo menos te tendría que haber mandado un mensaje.

Primera mentira de Tomás. Tuvo todo el tiempo del mundo para contestar, pero ¿cómo iba a saber eso Mora?

Mora notaba los ojos de Tomas perdidos, pero ella ¿qué le iba a reclamar?, suficiente vergüenza con lo que ya estaba pasando.

Ella simplemente suspiró y no pudo contenerse ante la carita de perro mojado que tenía el chico.

—Está bien Tomi —agarró mejor su mano—, no pasa nada. ¿Estás mejor? —preguntó la chica—. ¿Me querés contar lo que pasó?

—No —negó rápidamente—, ahora no tengo ganas de deprimirme pensando en eso.

Mora entendió y no insistió más. Tomás la miro de arriba a abajo, poniendo nerviosa a la chica.

—Estás linda, morocha, eh —halagó Tomás, a lo que los cachetes de Mora se tiñeron de rojo.

Los chamuyos baratos de los varones no le generaban nada, pero por alguna razón las cosas que le decía Tomás la hacían ponerse nerviosa.

—Vos también estás lindo Tomi —devolvió la chica—, te queda bien el negro.

Tomás sonrió y miro a Mora a los ojos, agarro su mano y la hizo dar varias vueltas, mientras que la chica reía por su acción.

Sin querer o queriendo, en una de esas vueltas, quedaron demasiado cerca, logrando que los dos pudieran sentir la respiración del otro.

Sus ojos conectaron, brillaban como si nadie más estuviera en la casa. Parecía que estuvieran completamente solos.

Las manos de Tomás estaban en la cintura de Mora y cada vez apretaban más fuerte. Los dos sabían que lo que estaban sintiendo no era algo común, que sus sentimientos no eran tan fáciles de explicar.

Había tanta tensión entre ellos que parecía que en cualquier momento algo iba a explotar, pero la chica decidió terminar con eso.

—Pará, Tomás —Mora se separó de él—, me están esperando, me tengo que ir.

Sin dejarlo ni siquiera responder, se fue, escapando de la situación y temblando de los nervios.

El tatuado la ponía muy nerviosa, sabía que los ojos le habían brillado con este contacto visual, lo había sentido y sabía que Tomás también lo notó.

Pero ella no quería eso, no quería que Tomás se diera cuenta de que él causó eso.

Paró un segundo en una barra improvisada que encontró, se sentó y tomó un poco del trago que tenía en la mano.

Su cabeza no la dejaba tranquila con miles de pensamientos. En uno de esos recordó algo que le dijo Neo, que le quedó marcado para siempre.

16 de noviembre, 06:55, Verano del 2014.

—Morocha —habló Neo mientras fumaba un porro.

Era el plan habitual de los seis amigos en verano, cuando no estaban de viaje, juntarse a fumar y hablar de la vida en el techo de la casa de Mora era lo que siempre hacían.

Pero esa noche era distinta. Era la primera vez que Mora sufría de lo que llamaban "corazón roto", la primera vez que la dejaron con el amor en las manos, la primera vez que no la amaron como ella amaba.

Sus amigos vinieron a hacerle compañía ya que no quería estar sola, no quería pasarse toda la semana llorando. Pero cuando ya se hizo tarde y todos dormían, se quedó sola hablando con Neo, Tony o como ella le decía, Sebita.

Sebastián para Mora era un hermano mayor. Nunca tuvo hermanos, pero por suerte sí mejores amigos. Mauro era como su compañero en las pelotudeces. Si Mora le decía que se tiraran de un puente, él lo iba a hacer solo para segundearla, y ella hacía lo mismo por él. Alejo era el príncipe azul de Mora; si ella quería algo, Ale iba y se lo compraba. Aunque Sebas y Mauro le dijeran pollerudo, él siempre tuvo esa debilidad con ella, además de lo que ya sabemos. Con Sebastián era otro tipo de conexión. Era su hermano mayor, el que, si Mora estaba haciendo algo mal, iba y la cagaba a pedo, el que estaba para protegerla de cualquier cosa y la aconsejaba siempre.

—No cualquiera puede lograr que te brillen los ojos, pero lo que sí pueden hacer fácilmente es robarte ese brillo —le dijo su amigo—, y tu brillo, enana, es el brillo más hermoso que vi en mi vida. No tenés que dejar que cualquier gil que te venga a decir cualquier cosa te quite el brillo.

Tenía razón. Era muy fácil que Tomás se quedara con todo el brillo de sus ojos, y Mora no quería eso, no lo necesitaba.

Siguió caminando hasta llegar al patio de la mansión, donde sus amigos estaban bailando.

Se acercó a ellos y se quedó ahí, mientras la noche siguió.

Mora pudo terminar de disfrutar, ya que no se cruzó con ninguno de los dos, ni con Ivo ni con Tomás.

𝐃𝐢𝐩𝐞𝐧𝐝𝐞𝐧𝐳𝐚 / Tomas campos, C.R.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora