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"pasado"

Las semanas pasaron y Mora se encontraba en su casa, tirada en el sillón comiendo medialunas saladas. Para ella, no había mejor plan que ese.

Hablaba con Ivo por WhatsApp. Estas últimas semanas se habían podido conocer más y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común, lo que hacía que disfrutaran la compañía del otro. Además, los besos no faltaban.

A la morocha le gustaba hablar con él. Ivo era un chico bueno y la hacía reír, pero su corazón la controlaba más que su cabeza, por lo que no podía dejar de pensar en él.

A Tomás lo había visto varias veces. Era imposible no cruzárselo: lo veía en la mansión, en reuniones con sus amigos, en las fiestas a las que iba; en todos lados se lo encontraba. Se saludaban, pero hasta ahí llegaba todo.

Pero en una de esas veces que se cruzaron, a Mora le tocó ver a Tomás inhalando cocaína. La imagen la impactó; nunca había estado tan cerca de alguien mientras consumía. Obviamente había visto a sus amigos fumar porro, pero no era lo mismo que la merca.

Estaba al tanto de cómo era la escena, sabía que la droga estaba y iba a estar siempre, pero sus amigos trataban de protegerla de eso. Nunca hicieron más que fumar frente a ella; ni siquiera querían que se enterara de que ellos consumían, pero era algo que ella sabía aunque no le gustaba.

Ver a Tomás agachar la cabeza para poder inhalar todo el polvo que estaba en esa mesa fue algo impactante. Pero, de vuelta se volvía a preguntar, ¿qué podía decirle ella?

Simplemente se quedó mirándolo, analizándolo un poco, hasta que pudo reaccionar e irse.

Pero su vida seguía, y hoy pensaba ir a la mansión, la casa del pueblo, donde seguramente se cruzaría a alguien para que su jueves no fuera tan aburrido.

...

Mora caminaba mientras tomaba una lata de coca que había comprado unas cuadras antes en un kiosquito. Estaba llegando a la mansión con algo de frío, pero no porque realmente hiciera frío, sino porque ella era muy friolenta.

Cuando finalmente llegó a la puerta, tocó el timbre de la casa cuatro veces, para que supieran que era ella.

Era una costumbre que tenían en su grupo de amigos desde que eran chicos: cuando iban a la casa de cualquiera de los seis, el timbre se tocaba cuatro veces para que supieran que se trataba de uno de ellos.

—¿Quién es? —se escuchó la voz de Alejo por el parlante.

Los tres chicos mandaron al grupo de amigos muchas fotos mostrando su nuevo timbre, ya que estaban emocionados por la cantidad de tecnología que tenían en su casa.

—Dale estúpido, si sabes que soy yo —respondió Mora a su amigo.

—Déjame usar mi nuevo timbre, loca —respondió haciendo reír a Mora.

Alejo abrió la puerta y saludó con un abrazo a su amiga. Entró a la casa encontrándose con Candela en la cocina con Neo, Mauro y Lucho jugando al fifa y Joaco simplemente mirandolos.

—¡Candee! —Alargó la E mientras iba a saludar a su amiga con un abrazo—. No me avisaste que estabas acá forra.

—Es que no iba a venir —dijo la chica sonriendo—, pero pasé, justo estaba Sebas en la puerta y me quedé —explicó.

—Y veo que ahora te estás esclavizando —rió la morocha mientras veía que su amiga le estaba batiendo el café a Sebastián.

—Encima que las recibo en mi casa —apareció el recién nombrado mientras pasaba uno de sus brazos por los hombros de Mora—. ¿Cómo estás Morita?

𝐃𝐢𝐩𝐞𝐧𝐝𝐞𝐧𝐳𝐚 / Tomas campos, C.R.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora