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"Otra de las putas de Mauro"

Mora sintió un dolor punzante en la cabeza apenas abrió los ojos. Se levantó en una cama que no era la suya, lo que inicialmente la asustó. Sin embargo, al reconocer la habitación, se tranquilizó; estaba en la pieza de Mauro.

Probablemente había intentado volver a su casa la noche anterior, pero sus amigos no la dejaron, considerando que no estaba en sus cinco sentidos.

La morocha se estiró en la cama antes de levantarse y ir a lavarse la cara. Tomó prestada una muda de ropa del armario de su amigo, que le quedaba bastante grande, pero ella sólo quería cambiarse esa ropa incómoda que tenía puesta.

Se dirigió al baño con total confianza. Cuando no estaba abrumada por la facultad, pasaba gran parte de su tiempo en la casa de sus amigos.

Mientras miraba su celular, distraída en instagram, asegurándose de no haber hecho nada lamentable la noche anterior, chocó con alguien, como si el destino quisiera molestarla.

—!La concha de la lora!— exclamó Mora, al ver su celular en el piso—Disculpa, no quería chocarte—se apresuró a decir mientras se agachaba para agarrar su teléfono, alzando la vista para ver a quién había chocado.

Se encontró nuevamente con los mismos ojos rojos que había visto la noche anterior.

—Tene más cuidado flaca,— le respondió Tomás, frunciendo el ceño.—No estás sola en la casa.

—Veo que te cuesta pedir perdón y seguir adelante— dijo Mora, mirándolo mal.

Una vez podía pasarlo, pero dos veces ya le parecía demasiado.

—¿Por qué tendría que pedirle perdón a otra de las putas de Mauro?— preguntó Tomás con arrogancia.—No te sientas importante, que como vos hay miles cada fin de semana.

La cara de Mora se tiñó de rojo del enojo. Se preguntaba quién se creía él para hablarle así, confirmando una vez más porque nunca había querido juntarse con los amigos Mauro.

—¿Por qué no te matas hermano?— preguntó Mora, mirándolo con asco—Rescatate— Notó que el chico de pelo verde estaba drogado, pero simplemente lo ignoro por el enojo.

Mora decidió seguir su camino, empujando a Tomás. Si se quedaba, podía pasar toda la tarde discutiendo con él y no quería perder tiempo ni energía en eso. Decidió ir al baño a cambiarse y asearse un poco.

Después de hacer lo necesario, fue en busca de sus amigos para ver qué podían hacer, además, estaba muerta de hambre y sabía que ellos la alimentarían.

Al bajar las escaleras hacia el living de la casa, se encontró con la tierna escena de Mauro y Val durmiendo en el sillón. Mora rió al ver a sus amigos antes de continuar buscando a los demás.

Entró a la cocina, encontrándose con Alejo, Seba y Cande cocinando algo que no podía identificar bien, pero el olor era riquísimo.

—Buen día,—dijo Mora al entrar.—¿Que le hacen de comer a la mejor amiga del mundo?.

—¿Qué?—preguntó Alejo, fingiendo buscar a alguien.—¿Dónde está la rubia? no la veo—la molestó, a lo que ella respondió con una mirada severa antes de reír.

𝐃𝐢𝐩𝐞𝐧𝐝𝐞𝐧𝐳𝐚 / Tomas campos, C.R.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora