Lo que pudo haber sido P.2

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Estamos de vuelta con esta vaina, en lo que nos entran y se nos quitan todos los temblores varias veces.

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Por la cabeza de Jaime rebotaban las palabras del doctor. Un embarazo de riesgo no era precisamente lo que esperaba con Marta pero mejor era eso a nada, desde que había descubierto que tenía un tumor cerebral no paraba de darle vueltas a la cabeza.
En algún momento ese tumor podría terminar con él y la idea de dejar a Marta sola le atormentaba sin cese, pero sin embargo no podía dejar de preguntarse si...
¿Y si era hereditario?
¿Y si su hijo también lo sufría?
¿Y si nacía con alguna malformación?
¿Y si el bebé moría por problemas durante la gestación? O aún peor... ¿Y si las complicaciones también se llevaban por delante a Marta?

Las opciones más trágicas sacudían a su cabeza una y otra vez. No podía parar de pensar en esos fatídicos destinos, tan trágicos y desagradables como posibles... Él no podría soportar la idea de perder a Marta en la sala de partos.
Tener un hijo había sido una ilusión muy fuerte desde que se casaron y no había dejado de pensar en el tiempo que habían perdido, tal vez si no hubiera estado tan obsesionado con el mar, ese hijo habría llegado ya hace años sin poner en peligro la vida de Marta y no tendría ahora ese dilema mental tan serio.
Tal vez si hubiera valorado más su matrimonio que su trabajo años atrás, ahora no tendría que cargar con la preocupación de perder a Marta de esa manera.
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Un hijo era la ilusión de su vida pero se negaba a que eso le costase la vida a Marta, no podía seguir adelante sin una segunda opinión, necesitaba saber que en el momento del parto no tendría que elegir entre su mujer o su hijo.
Tal vez sería una buena idea contarle a Marta la situación pero temía que ella rechazase entonces la idea de la maternidad
Debía seguir pidiendo opiniones de expertos hasta que alguno le ofreciera una solución válida.

Ese mismo día se encontraron en la sala.
Marta se acercó a Jaime con un par de copas, de nuevo necesitaba beber para ir desinhibiéndose y dejarse hacer.
Se sentó junto a Jaime.

M: He ido a la consulta de ginecología, me han dicho que todo está bien, que no hay ningún problema en mi fertilidad...
No entiendo por qué...

J: Yo también he acudido a una consulta esta mañana, me han dicho...

Jaime paró en seco, si le decía lo que había descubierto sabía a lo que se arriesgaba, pero no podía tenerla engañada, ella era quien iba a gestar y a parir a su hijo y tenía derecho a saber lo que se jugaba, por mucha ilusión que le hiciera...
La pregunta era si le importaba más un hijo que aún no existía pero que era su mayor  ilusión o la mujer con la que llevaba 15 años casado.
Y la respuesta estaba clara.

J: Marta el problema soy yo, tengo algo que contarte y no te va a gustar.
Desde hace unas semanas me siento mal. Una de las razones por las que he decidido quedarme en tierra es que... Bueno... Yo... tengo mareos, pérdidas de consciencia, visión borrosa...

M: ¿Cómo?

Jaime tomó aire antes de seguir explicando

J: Es un tumor Marta, un rumor cerebral.

A Marta se le cayó el vaso de coñac que sostenía en las manos y estalló al contacto con el duro suelo. Se quedó sin habla durante unos instantes sin saber muy bien que decir. Le temblaba la voz cuando trató de pedir explicaciones.

M: ¿Desde cuándo te pasa eso?

J: Desde hace más o menos un par de meses... No lo sé exactamente pero se ha ido agravando...
El otro día perdí la consciencia en el dispensario y a veces pierdo momentáneamente la capacidad de enfocar bien la visión...
No sé Marta, es muy... Tengo miedo
Por tí.

M: ¿Por mí?

J: Sí, por tí.
Marta, el medico me ha advertido de algo muy importante. Me ha dicho que debido a mi enfermedad, tendré problemas para dejarte embarazada y que si lo consigo podríamos estar hablando de un embarazo de riesgo.
Tú tienes 38 años y lo último que necesito en este momento es enfatizar las posibilidades de que tengas un embarazo riesgoso.
Necesitaba contarte esto.

M: Jaime, yo ahora mismo no sé qué decirte... Un embarazo de riesgo...
Yo...

J: Lo sé, por eso quiero que busquemos ayuda, Marta.

M: Jaime necesito pensarlo, si no te importa...

J: Claro... Claro...

Marta se levantó del sofá y se alejó dejando a Jaime solo.
Subió a su habitación y se sentó en la cama.
Un embarazo de riesgo le daba mucho mucho miedo, pero no podía cambiar la situación.
La idea de Jaime era mala pedir una segunda opinión con los temas médicos siempre era una buena idea. Tal vez algún médico consiguiese encontrar una solución a su problema o simplemente les dijese que podían estar tranquilos.
La aterrorizaba el hecho de pensar que podría morir en la sala de partos. Había muchas cosas que le hacían ilusión de la vida y además, morir de esa manera y encima dejando a Jaime solo con un tumor cerebral en un estado desconocido de avance y con la crianza de una criatura tan pequeña, le daba escalofríos.
Por un momento se planteó si realmente quería ese hijo o si efectivamente y como se había planteado anteriormente era un intento desesperado de encontrar la tranquilidad y la felicidad, tal vez fuera su última baza para recuperar la vida que había perdido tras romper su romance con Fina.
Debía pensar seriamente qué hacer.

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Esa noche la pasaron los dos en vela sin saber que el otro también estaba despierto, Jaime lamentándose por la situación con la que la vida le había castigado injustamente y Marta volviendo a caer en un pozo de pena.
No podían retrasarlo más
Marta fue la primera en levantarse esa mañana, paseó tranquilamente por el despacho y se sentó a escribir, la escritura la tranquilizaba y le servía de mucha ayuda para poner en orden sus ideas y pensamientos.
Entre las páginas encontró todos su textos de desamor, trazados con tanto cariño...
Todo ese sueño tan maravilloso había acabado, ya no quedaba nada, debía salir adelante, con los ojos llorosos recordaba cada momento, cada risa, cada sueño compartido... Recordaba las conversaciones por las noches en el hotel de Illescas, todo había terminado para siempre, para siempre.
Solo le quedaban dos opciones; dejarse consumir por la pena del desamor que azotaba su mente o ser feliz agarrándose como a un clavo ardiendo a la última cosa que le hacía tanta ilusión como vivir un futuro al lado de la mujer que amaba.

M: Jaime, vamos a pedir una segunda opinión.
Quiero seguir adelante.




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