Capítulo 03

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Del otro lado de la puerta la estancia era casi en su totalidad de madera. Las paredes, el piso, el dosel de la cama. Y cada pequeña superficie que había disponible, estaba tallada. Los símbolos que la humana usaba eran antiguos pero su efectividad era cuestionable. 

Filotea había indicado el conjuro a Mavro, que era el más habilidoso con esa magia. Si todo salía según lo planeado, no tendrían que hacer uso de sus habilidades de combate, ni de la daga que Foss sostenía. 

El olor agrio del miedo se alzó de repente y los gemelos de luna intercambiaron una mirada. Avanzaron hacia el interior con pasos tranquilos, pasos gráciles y elegantes. Pasos de predadores que se saben superiores a la presa en todos los sentidos. 

Mavro se encaminó hacia la ventana y Foss hacia el ropero. Direcciones opuestas. 

—Puedo sentirla —dijo Foss en voz queda—, está acá adentro. 

Desiderium ad inveniendum te —conjuró Mavro mientras se acercaba al sitio que su hermano señaló. 

El hedor del miedo desapareció en el instante en que la mujer perdió la conciencia, producto del conjuro. Foss guardó la daga con un giro de muñeca y, de vuelta en el estuche, esta desapareció de la vista. Luego abrió las puertas de madera. 

Ella estaba hecha un ovillo en el piso del ropero. Su cuerpo se veía demasiado pequeño en esa posición. La tez del color de la canela brillaba levemente por el sudor que el pánico le había dado. Su cabello castaño estaba trenzado en un peinado intrincado que le enmarcaba el rostro hermoso.

Ambos hermanos la vieron a la vez y la magia pareció vibrar en sus interiores. 

Si la estancia estaba marcada, el interior del ropero debería haber sido una astilla de tantos símbolos que ella había dibujado. Filotea tenía razón: ella tranquilamente podía ser la indicada. Con los conocimientos que parecía tener de los antiguos símbolos y la sola intención de ocultarse, como si supiera que no tenía ninguna oportunidad de ganarle a lo que sea que venía a buscarla, ya era la más prometedora de todas hasta la fecha. 

—Va a ser mejor materializarnos directamente en la cámara —comentó Mavro, poniéndose junto a su hermano—. Sacarla en estas condiciones llamaría demasiado la atención. 

—Sí —concedió Foss—, aprovechemos que el conjuro la noqueó.

Pero antes de que ninguno pudiera moverse, la mujer saltó hacia ellos con un cuchillo en la mano y la mirada desorbitada, y atacó al hermano que estaba más cerca. 

Hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora