Capítulo 11

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Akona se estremeció bajo el saco de piel. No importaban las capas de gruesa tela que la separaban del suelo, podía sentir el frío helado calar hasta muy adentro. No dudó de lo que decía Foss. 

Había algo en ese extraño bosque, algo enrarecía el aire nocturno y estaba teniendo un efecto en Akona. Sintió cómo se desvanecía su conciencia. Un único hilo de coherencia se tensó en su interior pero le fue imposible aferrarse a él.

Sus párpados se cerraron. 

—¿Akona? —Foss se acercó a la humana y se arrodilló frente a ella. La movió un poco por el hombro. No tuvo respuesta. 

Estaba temblando. Pero no solo por el frío... La magia del bosque estaba afectándola. 

—¿Qué pasó? —la voz de Mavro sobresaltó a su hermano.

—Esto es demasiado, el bosque está actuando sobre ella, Mav. ¿Qué hacemos?

—Primero el fuego. Las criaturas se mantendrán a raya si hay fuego —dijo y tiró la leña al suelo—. Acostate con ella, dale calor. Y usá el conjuro protector. 

Foss obedeció a su hermano. Se sacó las botas de una patada certera y se metió en el saco de la izquierda. Akona tiritaba en una especie de sueño blanco. Foss se acurrucó y atrajo a Akona sobre su pecho, envolviéndola entre los brazos. Las palabras del conjuro fluían de sus labios con rapidez y firmeza.
Pero Akona balbuceaba cosas sin sentido y hasta su aliento se había enfriado, como si el interior de la joven, sus entrañas, se estuvieran congelado igual que el suelo que los rodeaba. 

Mavro escuchaba los inentendibles murmullos de Akona como una alarma que lo instaba a ir más y más rápido. Armó la pequeña pirámide de leños. Chasqueó los dedos para que las chispas arrancaran el fuego. Pero tuvo que chasquear varias veces hasta que la llama creció lo suficiente, en ese bosque el fuego no era bienvenido y costaba mucho mantenerlo ardiendo. 

Más allá de las sombras, cruzando algunas hilera de árboles, las criaturas empezaban a notar la presencia de los viajeros y a impacientarse. A los príncipes los reconocían y eran intocables, pero Akona sería una adquisición interesante...

—Es el poder de Akona el que los llama —dijo Mav a su hermano. 

Se acercó al saco de la derecha, se sacó las botas y se metió dentro. 

—Sigue helada, Mav —dijo Foss con voz preocupada.

Mavro suspiró y se acercó a ellos. Envolvió la espalda de Akona con su cuerpo, con sus brazos, enfocándose en irradiar su calor. Tenerla así de cerca era complicado, el aroma a menta de Akona seguía persiguiéndolo. 

Hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora