Capítulo 07

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El hermano de pelo plateado se volvió hacia la mesa a hacer su parte. Para que el conjuro funcionara tenía que tener la sangre de ambos, la muchacha debería beberlo todo y solo entonces recibiría los dones: el entendimiento, la comunicación y —si todo salía bien— el nuevo orden.

Las últimas cuatro mujeres que habían sometido a ese proceso no habían recibido los dones, solo se habían convertido en esclavas, servidoras, devotas de ambos. Pero eso no era lo que buscaban. Al principio ambos estaban complacidos. Tener hembras que les sirvieran con tal obsesión era lo que cualquier príncipe podía desear. Pero pasado el tiempo, la misión parecía cada vez más imposible y tanto Mavro como Foss se estaban impacientando. Su padre, Micah, había sido claro: o encontraban a una descendiente del Caos, o ambos se enfrentarían en una guerra para ver quién sería el próximo rey.

A Mavro aquello le recordaba a los juegos de estrategia que Micah les obligaba a jugar. Pero si eso finalmente pasaba, las bajas no serían solo muñequitos de madera chamuscados por el fuego de la chimenea. Y aquello lo preocupaba porque él solía ganarle a Foss cuando niños.

Mientras su hermano completaba lo que faltaba de la copa, Mavro miró a la humana. Era, de todas las que habían sometido, la más imposiblemente hermosa. Si antes se había preguntado por qué la Fuerza del Caos buscaba surgir en mujeres humanas ahora lo sabía: con esa cara, esas curvas, esos ojos imposibles, aquella mujer ya era un problema y los príncipes ni siquiera entendían lo que les estaba diciendo. 

Ella lo miró igual de fijo que él a ella. Mavro no pudo evitar preguntarse qué estaría pensando de él en ese momento, vestido con su camisa y la pechera como estaba, el cabello suelto como una cortina negrísima...

El movimiento de su hermano acercándose a él lo hizo volver a la realidad.

—Te toca —dijo Foss tendiéndole la copa llena—. A la anterior la obligué yo.

Y lo miró con una chispa de picardía en los ojos. Disfrutaba el ritual.

Mavro se acercó a la joven, seguido de cerca por su gemelo y se arrodilló sobre uno de los enormes almohadones. La mujer miraba a uno y otro con más firmeza de la que tenía su cuerpo. Seguía temblando, el frío helado de la cámara en que estaban parecía haberla tomado prisionera. Mavro le llevó la copa a los labios y asintió con la cabeza. Ella lloró pero dio el primer trago como si supiera que nada podría hacer para escapar de ellos.

Foss le sostuvo una mano, un gesto que supuso sería muy humano de su parte. Acarició el dorso y sintió cómo la piel de la mujer lo llamaba. Se preguntó si sería ella. No sabía si eso era bueno. Mejor que una guerra civil sin dudas sí. Pero su cuerpo casi vibraba con la duda.

—Kua nui noa atu —dijo la mujer con los ojos cerrados y una mueca de tristeza en la boca —Tena ra, kua nui.*

—Solo un poco más —el susurro de Mavro sonó muy pero muy grave y reverberó por la cámara.

La mujer tomó lo que quedaba de la copa mientras las lágrimas caían por su rostro joven. Los dones se encendieron en ella como si un resplandor se prendiera bajo la piel de su pecho. Su cuerpo resplandeció y ella gritó, quizás por el miedo, quizás le dolía. Los hermanos no podían saberlo.

Ellos se pusieron de pie, dándole espacio a la mujer. Foss casi sonreía, pero Mavro tenía el ceño fruncido. Cuando aquél resplandor acabó, ella los volvió a mirar. Se puso de pie también, igualando sus condiciones. Hasta ahí era igual que las otras cuatro que habían sometido. Todas llegaban hasta ese momento y luego perdían la cabeza por ellos, entregaban su cuerpo, su cordura y los perseguían como hembras en celo.

—¿Qué me hicieron? —la voz de la mujer sonó como un chillido áspero después del grito desgarrado.

—Te dimos los dones —dijo Foss, muy resuelto.

—¿Qué sentís? —la voz de Mavro atrajo los verdes ojos de la joven.

Ella lo miró de la cabeza a los pies, ida y vuelta. Luego se encontró con la mirada añil de Mavro. Él sintió el jalón en su interior mientras ella lo estudiaba. A Foss casi no lo miró. No. Su atención estaba en el fae de cabello negro.

—Me siento... furiosa —dijo en un susurro cargado de violencia.

Los hermanos intercambiaron unas miradas incrédulas. Lo habían conseguido. Por fin habían encontrado una Hija del Caos. 


✴ ✴ ✴

*Basta ya. Por favor, es suficiente. 

Hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora