El movimiento repentino de Tritón impulsó a Akona más sobre Mavro. Aunque quiso despegarse de él, el ritmo de la cabalgata se lo hizo imposible. No había notado el frío que estaba en su piel y cómo contrastaba con la enorme y cálida presencia de Mavro tras ella hasta que estuvieron en contacto. Respiró profundo inhalando el aire frío con olor a noche aunque el sol todavía no había bajado por completo.
En unos pocos pasos estuvieron junto a Foss. Los extraños corceles acompasaron la marcha casi de inmediato y los hermanos se pusieron a hablar de algo que Akona no escuchaba porque su atención estaba dividida en dos: en lo macizo del cuerpo de Mavro a su espalda y en el paisaje imposible que se abría ante ellos.
Se alejaban cada vez más de la bahía... Avanzaban más y más hacia el centro del continente. Durante toda su vida Akona había vivido en zonas portuarias. Todavía recordaba lo que su padre le había enseñado en los pocos años de su infancia que estuvieron juntos. "Cuando las cosas se ponen densas, un pasaje de ida a cualquier lado" solía decirle. Luego de perderlo en un tifón ella no había podido dejar de hacer exactamente eso.
Los gritos aún resonaban en sus pesadillas. Y, a pesar de tener casi veinte años de añejarse, los recuerdos no parecían dispuestos a desaparecer. Aquella noche todo lo que le importaba se perdió por la borda: su padre que era su único amigo y aquél collar que era de su madre y se hundió con él. Se quedó sola en el mundo. Recorrió los puertos, vagando de barco en barco, mientras su infancia se convertía en adolescencia y luego en adultez.
Ahora, junto a esos extraños gemelos, su vida cambiaba de escenario. A medida que avanzaban los árboles se juntaban cada vez más entre sí, entorpeciendo lentamente el paso. El suelo de tierra bajo las patas de los corceles se sentía esponjoso. Como si la humedad creciera en lugar del pasto por la falta de sol. Y el frío también. Se arrebujó bajo la capa buscando algo de protección contra el aire helado.
Los hermanos habían dejado de hablar hacía rato: el creciente silencio del bosque los había tomado a todos, como si de una enredadera se tratara. Hasta los corceles parecían estar guardando el aliento.
—¿Falta mucho para llegar a sus tierras? —preguntó Akona de repente.
—Son dos días de viaje a caballo —dijo Foss.
Akona resopló. Sintió la mirada de cristal sobre ella y giró la cabeza para mirarlo. Los había ignorado tanto que casi olvidó el aspecto que tenían. El cabello plateado de Foss se movía en la brisa helada que soplaba.
—Este es un buen sitio —dijo él y miró más atrás de Akona, a Mavro.
—¿Te parece? —la grave voz de Mavro hizo vibrar su pecho sobre la espalda de Akona—. La tierra se siente demasiado húmeda. Quizás si avanzamos un poco más...
Siguieron andando cerca de una hora antes de dar con un sector donde los árboles estaban un poco más separados. Allí la tierra se sentía más firme bajo el peso de los corceles y los hermanos coincidieron en que era la mejor opción. A Akona no le preguntaron nada. Pero la mujer lo prefería así. El cansancio del día había descendido sobre ella. No quería hablar ni aunque su vida dependiera de ello.
Los hermanos sacaron de unas bolsas de cuero que llevaban los caballos lo que parecían ser sacos de piel y los acomodaron en la tierra, al resguardo de un árbol de tronco grueso. Mientras Foss estiraba una manta enorme sobre los tres sacos de piel, Mavro se alejó del improvisado campamento sin decir ni una palabra.
Akona se quedó en el lomo de Tritón. Sus párpados pesados amenazaban con cerrarse.
—¿Estás bien? —la voz de Foss la trajo de vuelta.
—Solo estoy... agotada.
—Permitime, Akona —dijo y estiró los brazos para sujetarla.
Ella lo dejó hacer. Foss la bajó del corcel y la guió hasta los sacos. Movió la manta y abrió uno. Con un gesto de la mano le indicó que se meta adentro. Ella obedeció en un silencio profundo. Se sacó las botas y la capa que enrolló para apoyar en ella la cabeza y se cubrió con el saco de piel. Luego Foss la tapó con la manta.
—Mav fue a buscar leña, cuando venga prenderemos una fogata, eso va a ayudar.
—¿Ayudar a qué? —preguntó ella.
—A que no muramos congelados esta noche.
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Hija del Caos
Fantasy𝐷𝑜𝑙í𝑎 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑣𝑖𝑣𝑎 𝑑𝑜𝑙í𝑎 𝑚𝑜𝑟𝑖𝑟 𝑒𝑟𝑎 𝑒𝑛 𝑐𝑎𝑚𝑏𝑖𝑜 𝑠𝑖𝑙𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑟 𝑙𝑎 𝑎𝑔𝑜𝑛í𝑎. ~ Los príncipes fae 𝐹𝑜𝑠𝑠 y 𝑀𝑎𝑣𝑟𝑜, gemelos de luna, tienen que encontrar a una descendiente de las fuerzas del Caos. Una muje...