Capítulo 06

12 1 0
                                    

Cuando la mujer abrió los ojos la pesada oscuridad parecía una presencia más en aquél extraño lugar. Se removió un poco sobre el montón de mantas sobre el que había aterrizado. 

Entonces las luces de piedra mágica se encendieron de golpe y notó la presencia de los hermanos. Foss la estudiaba a una distancia prudente. Junto a él, pero de espaldas al montón de mantas y almohadones, estaba Mavro, aparentemente contemplando la pared lisa de piedra.

—Despertó —dijo Foss, aún mirándola.

Pero la lengua que hablaban los hermanos no era la que ella conocía, así que no lo entendió. El otro se giró también para mirarla.

Como ahora estaba más serena que cuando los vio por primera vez, notó que los rostros de esos hombres eran idénticos.

Solo que no eran hombres. 

Al menos no como los que ella había conocido. Eran machos, eso sin dudas. Pero la curva superior de sus orejas se estiraba hacia arriba y acababa en una punta delicada. ¿Cómo era que se llamaban estas criaturas?

Los recuerdos la embargaron. 

Primero su abuela advirtiéndole con antiguas leyendas de las que ya nadie hablaba. Las que se habían convertido en los cuentos de hadas que se contaban cuando el sol se escondía, para asustar a los más jóvenes. 

Luego, cinco años atrás, una mujer extraña y desconocida la había visto en el puerto y había intentado convencerla de tomar un barco que la llevaría lejos de la península. La mujer repetía la palabra peligro en su lengua, una y otra vez sin parar. Ella se negó. Claro que se negó. Apenas si había llegado a estas tierras, no quería irse.

El remordimiento amenazó con acariciarla con su filo. 

El último recuerdo —el más nuevo— era de una mujer que había atendido en la taberna solo dos noches atrás. Se presentó como Filotea, hablando su misma lengua. Ella le anticipó que esto pasaría, pero no le dijo que huya. "Si vive dentro tuyo, había dicho Filotea, serás la más poderosa de todos los reinos." 

Ahora, encerrada en ese lugar, casi podía reírse de sí misma, de lo patética que había sido al creer que eso sería bueno. 

—Ya era hora —respondió Mavro y se acercó a la mesa, volviendo a darle la espalda.

Si no fuera por el irrefrenable temblor que la azotaba, la mujer se habría quedado dura como una piedra del susto. El miedo crecía en ella como una criatura viva en la boca de su estómago.

—Tena koa kaua e tukino i ahau —dijo la mujer con voz suave.*

Los hermanos se miraron.

—Es la primera que nos habla —comentó Mavro mientras seguía preparando la copa.

—Padre estará complacido... —agregó Foss con los ojos todavía clavados en la joven.

—Seguro que no —masticó Mavro por lo bajo.


✴ ✴ ✴

*Por favor no me lastimen.

Hija del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora