Kintsugi

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Sabía cómo cagarla, era un maldito experto. Claramente había sido necesario, con el orgullo herido, Den no me permitiría acercarme a ella ni a un millón de años luz, cada que yo sintiera esa atracción incontrolable por su persona, ella se acordaría de mis crueles palabras y pondría sus barreras bien altas.

¿Entonces por qué me sentía como la peor mierda? Si había hecho lo correcto, entonces debería sentirme bien, o al menos no tan mal. Creo que esto surgía apartir del hecho que Den nunca me había faltado al respeto tal y como yo lo hice. Den no era así, ella era muy muy dulce, sus sonrisas y la manera en la que se había preocupado por frenar mi magia en ese crudo momento... Ella era increíble.

Las punzadas dolorosas en mi nariz me recordaron el preciso gancho que me propinó. Totalmente merecido, y aún así, hasta eso me hizo sentirme más mal. Cómo había podido herir tanto a alguien como ella. Sus ojos llenos de reproche me perseguirían hasta el final de mis días.

Es lo correcto, es lo correcto.

Citaba para mi mismo una y otra vez. Lo que había pasado a las afueras de la ciudad sólo era una breve advertencia de la Gran Madre. Yo debía poner especial cuidado para con mis sentimientos. La forma que tuve de responder cuando ví lo que esos detestables mounstros le habían hecho a Den... Hizo que viera todo en rojo. El coraje. La molestia. La furia en descontrol. Todos eran sentimientos que simplemente no me podía permitir.

Había visto la manera en la que Aliso miró a Asellus después del combate,creyéndolo muerto. Los pensamientos de Aliso habían sido tan fuertes que incluso con mi capacidad para entrar a las mentes deshabilitada, logré captarlos. Una desolación como ninguna otra comenzó a invadirlo hasta que lo vió respirar. Él de inmediato pensó en Den, en cómo su hermanita podría ponerlo bueno en un santiamén. Pero esa probadita expuso suficiente para mí. Yo no podía permitir que Den se convirtiera en eso para mí. No podía darle tal poder porque si la perdía... Si me permitía seguir la corriente como hasta ahora y la perdía...

Que la Gran Madre protegiera la dimensión porque entonces, estaba seguro, dejaría salir la destrucción que habitaba en mí.

Aún así, no podía permitir que Den durmiera pensando que yo era tan desgraciado. Quería que se alejara de mí pero le debía una disculpa.

Caminé hasta la puertecita divisora, me costó más de lo que debería pero con una nariz quebrada (que se repararía durante la noche) y unas alas quemadas por magia después de mi estallido, no supe cómo lograba mantenerme de pie. De hecho, ese dolor había sido mi excusa mental para ahogarme en alcohol, ahí la razón de mi boca demasiado suelta. Las alas estaban ocultas debajo de mi chaqueta y así se quedarían hasta que Kochab pudiera venir a revisarme.

Al estar en la pared que nos dividía, olfatee el aire, ella estaba ahí. Tal vez sentada en su cama mientras tomaba un té de menta a juzgar por el fresco aroma que también me llegó. Sonreí sin querer. Cuando había entrado a su habitación más temprano me percaté de como su esencia personal a azaleas y salvia se adueñaron de todo el lugar, como si ella lo hubiera reclamado como suyo y el lugar mismo se entregara para ser de su propiedad.

Magnífico.

—Den —toqué la puerta dos veces seguidas.

Nada.

—Den, sé que estás ahí.

Nada, nada.

Pero no me animé a entrar, ella estaba despierta. El sonido de su corazón acelerado la delataba.

—Den, sé que te debo mucho más que una disculpa —las palabras salían de mi boca con gran solemnidad—. Pero quiero comenzar por eso. Perdón por haberte ofendido de esa manera, no te lo merecías. Mi padre solía decir que las palabras dichas antes de un "pero" no cuentan, de modo que no lo voy a decir. No hay excusa, a pesar de que el saber que somos mates me tomó por sorpresa, tu tienes tanta culpa en eso como yo. Ambos estamos en la misma situación, tu no me elegiste a mí, yo no te elegí a ti. Sin embargo yo tuve una vida antes de ti y tú no. Tu deberías ser la aturdida, la que se siente atada por el destino. Si de verdad es tu deseo que cancelemos nuestro matrimonio, así se harán las cosas. Sólo piensa que si lo vas a hacer, no lo hagas por mí. Piensa en lo genial que le vendrá a Cielo una persona como tú... De verdad quiero que me acompañes a mis reuniones y actividades reales, sé que tú aportarás ideas frescas a todo este lugar... Debemos mantener nuestras barreras, sé que tú y yo no podemos ser una buena pareja pero se que si podríamos hacer una excelente mancuerna para mejorar este reino ¿Qué dices?

La Dimensión de DanuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora